5 libros para irse a vivir solo

por · Agosto de 2014

Irse a vivir solo te enseña a sentir la incomodidad atragantada del silencio. Se ejercita la memoria y la resistencia a olvidar, pero también la virtud de abandonar y desprenderse.

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La verdadera independencia es dulce y aterradora como una hoja en blanco. Irrepetible como la pesadilla más hermosa. Difícil como la violencia de esas mujeres que saben que no son para ti.

Hay que vivirla.

Así como se siguen modelos cuando se es joven, así como hay que obsesionarse o tener paciencia.

Irse a vivir solo te enseña a sentir la incomodidad atragantada del silencio. A disparar sueños proporcionales a la escasez de metros cuadrados. A equivocarse, aprender, sobrevivir.

Se ejercita la memoria y la resistencia a olvidar, pero también la virtud de abandonar y desprenderse.

Estos libros no son manuales de autoayuda. Sí pequeños faros y señales para transitar.

Thoreau

Desobediencia civil, de Henry D. Thoreau. Thoreau es la voz perfecta para guiar el exilio interior, la patada a la propia independencia y autosuficiencia. Anacoreta y desdeñoso, el filósofo del bosque llama a templar la cabeza. A desobedecer, pero no de manera violenta. A dejarse llevar por el ocio y la contemplación, en desmedro de la «laboriosidad inútil que persigue honores y riquezas». Su resistencia, publicada originalmente en 1849, va por cultivar una noción de justicia antes que de respeto por la ley. Algo así como obligarse a cada momento a hacer lo que se cree justo, en un mundo de corporaciones, estados cada vez más pequeños y oficinistas que emplean lo mejor de sus vidas en hacer dinero (para gozar de una libertad hipotética en la época menos importante de esa misma vida). (2013, Hueders. Traducción de Sebastián Pilovsky)

anwandter

Amarillo crepúsculo, de Andrés Anwandter. Un sujeto escribe en su computador los destellos que ofrece la vida diaria. Perceptivo, tan crítico como capaz de desdoblarse para mirar. A veces en un Santiago estrecho, a ratos en Inglaterra. A veces como una crónica experimental, lo cierto es que se trata de poesía. Diez años de anotaciones y escritura sobre catástrofes íntimas, veranos que aparecen nítidos en la memoria, imágenes de pequeñas historias que ocultan más de lo que muestran. Un tono experimental. También, un mundo de mayorías intencionalmente politizado, que vuelve al texto una especie de lugar común del tono crítico a veces impostado de la literatura moderna. «Debo calentarme con las cachas / que echan los vecinos cada noche / mejores por lo que escucho // o hablar contra los planes / reguladores que toleran / este tipo de edificios». Son voces de vecinos y televisores encendidos para acompañar. Noticieros, avisos comerciales, el atardecer de una ciudad contaminada. Voces tan individuales como esparcidas en un entorno extendido. El que aplasta al autor, situado en un ambiente estrecho, hasta la asfixia. (2012, La Calabaza del Diablo)

zambra

Mudanza, de Alejandro Zambra. Una despedida y un viaje con el itinerario perdido. La idea de abandonar y narrar un vacío («Atardece, mientras cae / no la noche pero algo y en las fundas / una forma peligrosa que se mueve / como un bulto del que buscas la salida»). Mudanza, el frágil volumen de seis poemas escritos como una sola ráfaga, muestra a un Zambra rodeado de cajas, de regreso en Chile, cuando el autor de Bonsái venía de estudiar en Madrid. Por cierto, se trata de mudanzas: de un libro a otro, de un yo a otro, de una persona a otra («ni grabar las iniciales / en un libro que más tarde se / desfonda en la memoria»). (2008, Ediciones Tácitas)

cortázar

Rayuela, de Julio Cortázar. «En estas islas a veces terribles en que vivimos metidos los sudamericanos (pues la Argentina, o México, son tan insulares como su Cuba) a veces es necesario venirse a vivir a Europa para descubrir por fin las voces hermanas», escribió Cortázar en una carta dirigida al cubano José Lezama Lima. Rayuela podría ser una fuga. Cierto plan de escape. Se trata de un libro de personajes con ideas en ebullición, caminatas, cavilaciones emo y el sueño de mudarse (o escapar) a escribir de jazz y mujeres hermosas, entre gauloises hechos ceniza, tertulias y pequeñas habitaciones. Existencialismo con Thelonious Monk y Charlie Parker como banda sonora. Con Miró y Mondrian en el imaginario visual. Es sobre ser, pero también es sobre frustraciones, ansiedad y la búsqueda de algo que realmente no sabemos qué es. (1985, Seix Barral)

tse

Tao Te Ching, de Lao Tse. Acá un clásico chino sobre el arte de vivir. Un libro duro, difícil de morder, pero que todos deberíamos hojear alguna vez. Trata sobre serenarse y practicar el desapego, pero también sobre identificar el equilibrio, los opuestos y la inteligencia del universo. El «Libro del sendero» puede abrirse en cualquier página y ser una completa revelación. Es, ante todo, una idea sobre qué va la vida. Según la sabiduría del ermitaño contemporáneo de Confucio: se trata de desprenderse. De que las personas llegan así, inesperadamente, y que así mismo se van. (2011, Alianza editorial. Traducción de Stephen Mitchell y Jorge Viñes Roig)

5 libros para irse a vivir solo

Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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