Reseña e imágenes del concierto que devolvió a los escenarios a la formación original de Los Tetas.
21:55 clavadas. Las plateas saturadas del teatro Caupolicán gotean algunos valientes que vuelan hasta perderse entre la marea de la cancha general, cuando dos chicas de short ajustadísimo se lanzan de espalda a un mar de brazos y su rastro desaparece en el aplauso cerrado. Se apagan las luces. De fondo, suena el disco solista de Tea Time, en la espera, cuando también cae el telón que revela la formación original de Los Tetas.
// Reseña y fotos: Alejandro Jofré • Videos: Felipe Arratia.
Una hora antes fue el turno de Ritmo Machine, y hay que remontarse al Harlem de los 50 para describir el sonido de mecánica funk y mezcla de ritmos, del dúo de Latin Bitman y Eric Bobo. Básicamente por la escuela de Willie Correa, que le heredó el apellido a Eric cuando acompañaba detrás de los timbales y las congas a Tito Puente o, mucho más tarde, a Santana. O cuando la pianista Mary Lou Williams lo apodó “Bobo”, en pleno clímax del jazz latino y afrocubano, o “Cubop”, hasta figurar, por ejemplo, en el impecable “Inventions and dimensions” (63), de Herbie Hancock, uno de los autores que más inspiró a Los Tetas (“el funk lo encontré cuando le robé a mi papá un caset que tenía el Head hunters (73) de Herbie Hancock”, le dijo C-Funk a mus.cl).
En algún momento Eric Correa le siguió los pasos. En la misma gran manzana donde brilló su viejo, y ya como Eric Bobo se unió a la mejor época de Beastie Boys: en la gira del Check your head (92), y para grabar después las cumbres Ill Communication (1994, donde se luce en “Bobo on the corner”) y Hello Nasty (1998); además de formar con Cypress Hill, con quienes subió al escenario de Woodstock 94, y con quienes recaló, siete años más tarde, en Santiago de Chile, para la primera edición extranjera de Lollapalooza.
Esa es una mitad de Ritmo Machine: detrás de las congas, el bongó y los timbales va la percusión latina, la mezcla de ritmos brasileños y afroamericanos. La otra viene desde las tornamesas, un mixer y un omnipresente Traktor Dj Studio, que completan el entramado musical de beats, dub y la destreza para el scratching del chileno Latin Bitman. El resultado es una vibra de fiesta, que le debe mucho al cemento de la periferia de las grandes capitales latinoamericanas, las camisas floreadas de una playa como Ipanema y a cómo pega el sol en esta parte del continente; de la mano de piezas como “La calle”, el single “Maestro”, “Sangre” o “Senny Sosa”. Todas contenidas en el disco que editó este año Nacional Records, donde rima y participa gente como Sen-Dog, Mix Master Mike y Ana Tijoux.
You know what the name of the game
Me acuerdo que en 1995, en el canal Rock & Pop,
Iván Valenzuela no se atrevió a decir “Los Tetas” en pantalla y nos presentó como “Los hijos de los hermanos Bustos”.
Yo tomé el micrófono y dije fuerte:
«nos llamamos Los Tetas» -C-Funk al periodista Iñigo Díaz.
22:08. Una secuencia de bombo-caja oscurece el teatro Caupolicán, a estas alturas con lleno total, mientras la banda toma posiciones oculta por un telón blanco.
What’s up what’s up / Tea Time is back / what’s up what’s up / C-Funk is back / what’s up what’s up / Rulo is back / what’s up what’s up / Pepino is back, yo.
Un silencio. Suenan las primeras notas de “Porcel”, cuando cae el género y el griterío se funde con un redoble de platillos, de Pepino (Francisco González), que en unos segundos Rulo (David Eidelstein) transforma en el bajo de “Primavera”, el primer tema completo del regreso a los escenarios de la formación original de Los Tetas.
El teatro se viene abajo.
Sobre la izquierda y de camisa y anteojos, con el Music Man StingRay pegado a la cintura, está Rulo, que también hace las voces en uno de los altos del concierto: la sección por donde se suceden temas de su álbum La medicina (98). Uno tras otro suenan “Planeta”, “James Brown”, “El chavo” y “Bola disco”. Los Tetas están de vuelta, repasando acaso lo mejor de su cosecha, dando la primera patada con un disco de esos que varios guardamos para escuchar de corrido en la primera gripe del año.
“Nuestra propuesta musical está basada en la música negra de los años setenta”, dijo alguna vez a la prensa mexicana el MC Tea Time, y el trío de bronces invitados lo confirma, encabezado por Agustín Moya en saxo, y sobre todo el más importante trompetista del jazz chileno, Sebastián Jordán (que en algún momento extendió su repertorio al funk y al groove, con bandas como Alüzinati y Chancho en Piedra), ambos ubicados junto a un trombón tras el bajista.
“I like” es el único guiño al disco Tómala! (02), con Pepino (Francisco González) en altura y centrado en la parte posterior del escenario, asomando levemente sobre su batería y un drum pad Yamaha, manejando los tiempos; con Felipe Foncea a unos pocos metros al costado, armado de un controlador midi Novation, un pandero y un teclado para completar al pie de la letra los sonidos de Mama funk (95) y La medicina (98), los discos con que Los Tetas decidieron volver a los escenarios.
Con el cliché de un indio pícaro y el número 69 en la espalda de su polera fucsia, sobre la derecha, el guitarrista y cantante C-Funk (Cristián Moraga) dio el vamos a la sección que repasó parte del Mama funk, con los anteojos de sol puestos y con temas que son varias canciones en una. Tras la intro “Este es el juego”, vinieron “La paradoja”, “Segundo subterráneo” y “Generación perdida”, con Eric Bobo y Latin Bitman en escena, seguidas de “La risa del diablo”, “Gangster” y “El sol no tiene ganas de venir”, hasta “Audrey Charlot”.
Fue en el 83 que Run-DMC bautizó a los Djs que animaban fiestas rapeando como MC, en “Sucker MC’s”: And rock on the mic / and make the girls wanna dance. Algo de eso rescata la impronta de Tea Time (Camilo Castaldi), la voz de Los Tetas, que entre la incontinencia verbal y algunos detalles en la amplificación de sus compañeros saltó en varios pasajes a improvisar rimas, unas con más suerte que otras, pero a la altura de la justa musical. O, por qué no, por sobre las pobres improvisaciones que le vimos en las ajustadas presentaciones de Funk Attack, en una apología a conceptos como “libertad” y (al de su auspiciador) “originalidad”, entre momentos más afortunados y espontáneos del rapero, como cuando presentó “Hormigas planas”, casi por sobre el final: “este es de los primeros temas de Los Tetas, me acuerdo que cuando llegué a la sala con el Rulo y C-Funk ya lo tenían”.
Era una de las reuniones pendientes de la música popular chilena. Una sombra que vino avanzando desde 2010, cuando C-Funk mostró parte del nuevo material de su banda en el Centro Arte Alameda: en uno de los viajes del guitarrista avecindado en San Francisco, donde compartió escenario con el bajista Roberto Trujillo y el baterista Abraham Yussef, hasta que, de improviso, subió a cantar el propio Tea Time.
Retomando el concierto de regreso, Los Tetas están sonando mejor que nunca. Recuerdo algunas presentaciones antes de su disolución, saturadas de secuencias. Ni la sombra de lo que se vio la noche del miércoles 21 de diciembre en el teatro Caupolicán, donde la banda volvió a recordar que en los 90s no cualquiera llegaba a los grandes escenarios, a las radios, a las pantallas de los medios especializados, ni mucho menos a sentarse en las grandes mesas de sonido de los estudios de grabación y post-producción. Por el contrario, el “Nuevo rock chileno” era asunto de verdaderos talentos (un buen ejercicio es dedicarle varios minutos a la performance de C-Funk y su Gibson Les Paul), de canciones completas, y por supuesto de una industria que invertía en todos los procesos por los que pasa una canción hasta convertirse en un himno de la música popular.
Más adelante, luego de “La eternidad” (retomando el disco La medicina), se sumó Ana Tijoux para repasar algunos de esos himnos: primero, con “Papi… dónde está el funk?” y luego con “La medicina”, en otro de los momentos imborrables y más coreados de la jornada, que siguió con “Colón”, “Contra viento y marea”, y, ahora sí, “Porcel”, uno de los temas que mejor sonó, para cerrar la primera parte del show.
Si es un mero asunto de nostalgia (como escribió el periodista Mauricio Jürgensen previo al concierto), o un regreso real a las pistas, la mejor respuesta vendrá de la mano de la propia banda, que en varias de sus últimas entrevistas ha anunciado la grabación de nuevo material de Los Tetas.
Sobre el final, para el bis, un jab al mentón: “Corazón de sandía” (quizás su sencillo más difundido), “Hormigas planas”, Boomer en el escenario para la apología a la “Marihuana funk” y el cierre más prendido del año con Juan Sativo y “Cha cha chá”.
12:21. Chico Claudio invita a la platea a bajar, entre medio de bromas y beatbox, para dar paso a la fiesta, mientras Los Tetas se pierden tras el escenario que sostuvo uno de los conciertos más contundentes de todo el 2011.