Breve revisión del festival de Quemasucabeza
Breve reseña del quizá más icónico festival de bandas emergentes de mitad de la década pasada, que tomó forma en el Centro cultural Gabriela Mistral en marzo de 2012, luego de instaurar una franquicia en 2005, entre el Teatro Novedades, Chucre Manzur y el Centro Arte Alameda.
Los Pulentos
por Daniel Hidalgo
Con algunos tropiezos con las bases, Los Pulentos, la banda de hip hop para niños que pasó de la animación digital a los escenarios, ofreció un show en el Mini Neutral dedicado especialmente para los más chicos. Con Sonido Ácido y Vitami al frente, repasaron sus ya clásicos del programa de tv, y se dieron el lujo de llenar de citas, no solo al funk y hip hop más histórico, sino también a Pedropiedra y Gepe.
Fernando Milagros – El patio
por Alejandro Jofré
Y el zócalo va llenando a media máquina la breve explanada de asfalto y arriba se amontonan las nubes cuando Santiago se enfría como en esos días de verano inverosímiles y Fernando Milagros aparece de lentes oscuros y la camisa abierta y entonces se ilumina el escenario principal de Neutral y está ese recuerdo de las ediciones de otra década y todo tan bien detallado y la idea de pensar una escena no tanto como una artesanía a pulso sino que desde la chimenea de una pequeña fábrica de proyectos musicales y vienen a la memoria los afiches con vida propia en el trazo de Carlos Reinoso y ahora la imagen simplificada y como una metáfora de todo eso en el origami bicolor y su compleja papiroflexia donde se advierte el salto de una etiqueta como Quemasucabeza, desde el dormitorio de dos hermanos en Avenida Matta, al más importante sello independiente chileno de la última década.
No es una hipérbole generosa: todo eso es Neutral.
Más: Fernando Milagros no estaba en el compilado “Panorama neutral” (05) que es un panegírico del sello Quemasucabeza. El disco abre con “Namás“, de Gepe, “Comenzar de cero“, de Congelador, y “Sol de invierno” de Javiera Mena, para cerrar nueve tracks más adelante con “Aura“, de Shogún, en medio de un horizonte -el 2005 en Santiago- de tocatas mal amplificadas, bandas efervescentes, festivales como el Pulso (que tienen más carga emotiva que cualquier otra cosa), un canal como ViaX construyendo una estética al pasar videoclips chilenos día y noche (como en ningún otro lado), además de mucho entusiasmo en el circuito, pero también esa idea de Frank Zappa de que el periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer.
Un dos tres Neutrales después ahí está en crudo Fernando Milagros y El patio -como se denominó a este zócalo- va tímidamente tomando posiciones y su electricidad abre pequeños mundos imaginarios de la mano de “Reina japonesa” y la hipnosis de “Carnaval” o “Nahual” y su banda -que es en parte el dúo Philipina Bitch– suena tan clara que por momentos parece que no hubiese nadie y es que en realidad todo está recién tomando forma y el público -ya a medio llenar- está en completo silencio y cuando avanza por “Piedra angular” muestra toda su hambre por ocupar el peldaño de un músico tan difundido y ya no emergente como Gepe y entonces se atreve con dos canciones nuevas -“La carretera Austral” y “Desenterrar un mapa“- con la misma distancia musical que tienen dos trabajos como “Vacaciones en el patio de mi casa” (07) y “San Sebastián” (11).
Dënver
por Sebastián Ramírez
Al terminar Fernando Milagros, la espera se hizo larga. Y no sólo porque la siguiente actuación era Dënver y había ansiedad por verlos en el escenario, sino porque los tiempos muertos de toda la tarde, a ratos se hicieron eternos. Con el sol en contra del escenario, Mariana Montenegro y Milton Mahan junto a su banda, subieron a presentar sus temas. Diane Keaton fue la elegida por el dúo sanfelipeño para abrir.
Hasta esa hora, las cosas corrían de manera lenta y la presentación de los Dënver hacía falta, para darle ese toque de acción y de ritmo que todo festival necesita. Sin embargo, tal vez el poco público (porque, la verdad, eso de que las entradas estaban agotadas huele raro) hizo que no se percibiera a M&M con muchas ganas. O tal vez es que sencilla (y lamentablemente) la atmósfera en el GAM no era lo electrizante que debería haber sido, sino más bien una vibración medio cancina.
Luego de su primer tema, tocaron tres canciones de Totoral, su primer larga duración, los que encendieron un poco más los ánimos, especialmente entre los más fanáticos, apostados cerca de la reja, pendientes de cada movimiento de la siempre bella Mariana y del a ratos aniñado Milton. De ahí en adelante, todo el setlist se tiñó de Música, gramática, gimnasia.
Olas gigantes hizo salir esa sensualidad medio infantil que tiene la tecladista, quien se alejó de su instrumento y, micrófono en mano, comenzó a bailar y aplicar una performance que, sin ser nada nuevo en sus presentaciones, sí logró sacar uno que otro chiflido desde el público masculino.
Lo que quieras comenzaba a cerrar el concierto, poniéndole (¡por fin!) un poco más de sabor a un show que se percibía insípido. Es que es un temazo, imposible no moverse, imposible no bailarla, aunque sea tímidamente. Luego de terminar la canción, Milton partió raudamente hacia afuera del escenario para apurar el bis. Momento que definitivamente se sintió raro.
¿Alguna mala cara? ¿Y a éste qué le pasó que prácticamente se escapó del escenario? Sus compañeros lo siguieron sin esperar mucho. El escenario queda vació, desde abajo, las caras tenían algo de desconcierto. Las respuestas a esas preguntas sólo las tienen los sanfelipeños.
Con la promesa de tocar una canción más solamente si el público comenzaba a saltar, y luego de unos instantes nada más, la banda comenzó a tocar su tema más probado: Los adolescentes. En clave de rock, con un par de solos de parte de los dos guitarristas, fue lejos lo más movido de lo que iba de la jornada. Después de la pasividad del resto del día, se echaba de menos un par de cabeceos, algo más punzante, lejos la mejor de su presentación. Ahora, si bien no fue un mal show, tampoco estuvo cerca de lo que se espera de una banda que ya hace rato que tiene muchas presentaciones en el cuerpo. En un festival que es poco probable que sea recordado por su gran calidad de producción, Dënver cumplió pero no deslumbró. No así quien seguiría en la programación: Gepe, quien no sorprendió, pues la solidez de sus presentaciones es cada vez mayor.
Gepe
por Isidora Cousiño
Y tenues gotas caían sobre nosotros. Simples, suaves, sin saber si se largaría a llover o si pararían en cualquier momento. A Gepe no le importaba, tampoco a Felicia Morales, quien tenía su violonchelo enfrente y ni miraba el cielo. Menos a Pedropiedra, guitarra en manos, vestido de rojo como siempre. Los gritos inundaron el lugar cuando nos preguntaron si molestaba la llovizna. Por supuesto que no, ¿a quién podría importarle? A nadie mientras la fiesta continuara como había empezado: llena de energía, con esa fuerza que Gepe es capaz de transmitir en vivo tan fuertemente como uno se lo espera cuando ya lo ha presenciado. El espectador que se enfrenta por primera vez a él, luego de haber escuchado sus discos, jamás podría imaginar la potencia que canciones como “Celosía”, “Un día ayer” o “No te mueras tanto”, pueden tener. Y esas son sólo un ejemplo.
Nos encontrábamos bajo la noche y ahí estaba esa cara de niño, esa sonrisa permanente. La cara de cumpleaños de quien está junto a un público que lo adora. Su propia gente, aquella junto a la que se ha soltado y se ha atrevido a bailar como a principios de su carrera no lo hacía. Ahora hip-hopea, hace rimas sobre sus propias creaciones, improvisa mientras mueve las caderas e incluye constantes guiños de diferentes artistas entre sus propias letras.
En Neutral pudimos escuchar parte de sus clásicos, el cóver de Astro, “Maestro distorsión”, y algunas muestras de su próximo disco “Gepegepegepe”. Sólo queda decir que fue mágico, tan sencillo y, al mismo tiempo, épico.
// Fotografías: Isidora Cousiño.