Camila Moreno: más Radiohead, chao Parra
Advertencia: llegué 10 minutos tarde a ver a Camila Moreno, en parte por lo lento del Metro, por toda esa gente que había en Los Héroes y porque el olor a ala de los que corrieron la Maratón de Santiago me tenía medio aturdido.
Al llegar al Coca-Cola Stage y luego de escuchar “1, 2, 3, por mi, por ti, por todos mis compañeros” y mirar a Moreno, pensé que si sus fans fuesen talibanes al estilo de los de Bob Dylan en ese mítico concierto en Manchester, la estarían abucheando y gritándole ¡Judas!, con la rabia de los que se sienten estafados.
Una y otra vez: ¡Judas!, ¡Judas!, ¡Judas!
Porque lo que Camila Moreno mostró en su debut en Lollapalooza Chile fue completamente distinto a todo lo que le hemos visto, estética y musicalmente. Al carajo el folk y los guiños a la música tradicional chilena. No quiero que me comparen con Violeta. Ya fue suficiente. Más rock, sintetizadores y percusión. Más Radiohead, chao Parra. Todas sus propias canciones reversionadas.
Eso, sumado a una Camila Moreno con otra actitud, que dejó los vestiditos con bordados y los aros hippies por colores fluorescentes que le cruzaron hasta los ojos y provocaron que desde el público se escuchara “Björk te amo”.
Porque el cambio fue total y le entregó una potencia interesante e insospechada: sus canciones sonaron más incendiarias que nunca y sus gritos parecían más peligrosos, afilados. Hasta su habitual discurso político parecía no perderse entre sus múltiples protestas.
Por eso, cuando en medio de una rockera “Cae y calla” su banda se encapuchó y se puso a tirarle bombas de agua al público, no era una crítica a Hinzpeter como decían, era un “y de tan glorioso caos pueden surgir, de la fuente más inesperada, de la forma más inesperada, algunas nuevas, gruesas y bonitas canciones que inflamarán el cielo”.
Esa calurosa tarde del primer domingo de abril, la jugada de Camila Moreno parecía exitosa.
// Fotos: Daniel Olivares.