6 cosas que nadie les advierte a las chicas vírgenes
Aún cuando varias amigas se arrepienten de haberse acostado por primera vez muy chicas, creo que se trata de un tema personal. Mientras te sientas preparada, llámese madurez psicológica y física, adiós al resto y bienvenido el sexo.
Claramente hay cosas que no hay que apañar: nunca te acuestes con alguien solo porque te sientes presionada, si no te sientes cómoda o por cualquier “no” que se te venga a la cabeza.
Esta nota trata sobre todo lo que a nadie se le ocurrió explicarte una vez que decidiste tirarte a la piscina.
1. Puede que no tengas un orgasmo
Tranquila, no eres frígida. Algunas afortunadas se van altiro. Les tocai el hombro y se vuelan como meteoritos explotando en la atmósfera mientras retuercen los pies, pero no. No eres frígida. Si no te masturbas o simplemente no conoces bien tu cuerpo, puede que pase un tiempo (un par de buenas tiradas) para que llegue ese rico y sabroso momento™ donde se te contraigan hasta las muñecas.
2. Si vas a tener sexo con una anaconda, usa lubricante
Si estás viviendo el proceso de la(s) primera(s) vez(ces) con un especimen importante, usa lubricante a menos que quieras pasar 45 minutos en solo lograr la penetración, mordiéndote los labios hasta que sangren porque simplemente la cuestión no cabe.
Ayúdate un poco, mujer. Y se entiende, porque cuando no te hay acostado nunca, o poco, ni cachai los extras que podrían facilitar la vida y —seamos sinceros— los extremos nunca son buenos. Así que llama a la farmacia más cercana y di que tienes una emergencia.
3. Todo es gravedad
Nunca olvidarás la primera vez que lo hagas sin condón, palabra de mujer. Simplemente te levantarás de la cama y sentirás que algo comienza a salir y tendrás que apretar piernas mientras corres al baño, o ensucias su polera favorita en venganza. Luego te sentarás en el WC y el semen saldrá. Y tú ahí esperando hasta que sientas que te puedes parar. A algunas le pasa hasta el día siguiente, así que se recomienda™ andar con un protector diario en el bolso.
4. Lo que él come influye en el sabor del sexo oral
¿Cómo? ¿en serio? ¿cómo puede ser eso factible? Te creo que si comes porotos te desinfles fétidamente de tanto peo, pero ¿en el semen? ¿Eso quiere decir que si como betarragas mi vagina tendrá el mismo sabor? Que me lleve el diablo, así que baja tu cabeza no más, pero tranquilo que yo también lo haré.
Cuando me fui dando cuenta que todos los días cambiaba el sabor de su lubricación natural (porque el tema de hoy no es eyaculación), tuve que hacer una encuesta con mis amigas más entendidas con el tema y me confirmaron que así es. ¿Qué se puede hacer? ¿Ponerlos a dieta especial? Nada. Solo evitar que coman algo que… eh, no te guste.
5. Una vez que conoces el sexo te queda gustando
Cuando eres virgen, no tienes la necesidad de acostarte con nadie. No conoces la droga, no se te acumula el kino, la vida es algo tan tranquilo. Luego vas, te pegai un polvo y lo echaste todo a perder. O quizás no. Conociste la gloria, pero una vez que te cortan el agua empiezas a sudar hasta cuando ves a dos perros culiando. Por lo que te digo pequeña virginal: prepárate. Lo resentirás, nadie te lo dijo. Pero bien dice la ley: el hombre cuando puede, la mujer cuando quiere.
6. El peo vaginal
No es tu culpa. En serio, no te sientas mal. De hecho, no hay a quién culpar porque no podríamos saber bien si es el tamaño de tu vagina o el de su pene, probablemente (muy, pero muy seguramente) fue la posición en la que estaban y jamás va a sonar como un peo anal.
Tampoco olerá como uno, así que no tienes por qué avergonzarte. Si él se ríe por la buena onda, tú te ríes con él. Si él se ríe porque es un imbécil que no sabe qué fue eso, se lo tiras en la cara. Fácil y simple de sacar.
Bonus Track: si el peo suena como cuando le soplas la guata a un bebé, sorry, no te puedo ayudar.