Los sobrevivientes de la Generación X llegaron como una versión acelerada de la primera etapa de The Smashing Pumpkins. Sin la electrónica de Adore (98) encima- sí sus canciones- y con harto de Zeitgeist (07) salpicando. La banda de Billy Corgan aterrizó rabiosamente eléctrica, con el ex Zwan como único miembro de la formación original, […]
Los sobrevivientes de la Generación X llegaron como una versión acelerada de la primera etapa de The Smashing Pumpkins. Sin la electrónica de Adore (98) encima- sí sus canciones- y con harto de Zeitgeist (07) salpicando. La banda de Billy Corgan aterrizó rabiosamente eléctrica, con el ex Zwan como único miembro de la formación original, en un Arena Santiago prendido, participativo, pero partido por la mitad.
* Fotos: Sebastián Jiménez Moya.
My love is winter. Dos apuntes al comienzo: Pocas veces he visto el Arena Santiago partido por la mitad para disimular la poca venta de entradas. Está bien, la banda que vino es la tercera o cuarta versión de The Smashing Pumpkins, pero, vamos: ¡Ahí adelante está Billy Corgan! Y segundo: ¿Quién demonios puso ahí a La Mala Senda, como teloneros?
Song for a son. A pocos días de que Corgan acusara a Pavement de “haber matado el sueño alternativo”, llegó rodeado de una banda tan joven que bien podrían ser sus nietos. Sobre todo el veinteañero Mike Byrne que cerró con un gong el primer tema editado físicamente del Teargarden by Kaleidyscope (10).
Bullet with butterfly wings. El momento de echarse al bolsillo a los más de 4 mil asistentes, con una versión acelerada a cargo de la guapa bajista Nicole Fiorentino para este clásico. Lo mismo, pero distinto. Y con la voz de siempre.
Tarantula. Uno de los altos de Zeitgeist (07) fabricado para sacudirse y cabecear la batería. Con Jeff Schroeder sacándole agudos a las seis cuerdas.
Eye. En esta versión de The Smashing Pumpkins, canciones de alma electrónica como esta se cubren de velocidad y mucha electricidad; hasta alcanzar el trance sobre el cierre que da paso a otro coro general: Today.
Astral planes. Corgan toca encorvado y con la mirada pegada al mástil de una Gibson o Fender, dependiendo de la altura del show. Con un traje algo místico, de mangas anchas y algunos símbolos, envía de nuevo a despegarse del suelo. Ava adore. Stand inside your love. Las canciones son las mismas, pero la manera de interpretarlas no.
El balance parece bien establecido- un par de clásicos y una más nueva, repita hasta el final- cuando llega otra cumbre del penúltimo disco de la banda, registrado originalmente con Jimmy Chamberlin en el sillín: United states. Con un extenso solo de batería sobre el final.
Siguió Spangled, para bajar los decibeles y terminar anestesiando con To sheila. ¡Traigan más Fluoxetina!
Y de vuelta a la fórmula: Cherub rock. Zero (¡de las más esperadas!). Shame. Y otra vez una nueva: Freak. Antes de cerrar la primera parte con una impecable versión de Tonight, tonight. Y nuevamente al pequeño escenario con A stitch in time, cuando Corgan en la intimidad de una acústica despacha Disarm. Gossamer y el inminente cierre. Heavy metal machine.
Imagino que el Arena Santiago habría estado lleno si Corgan se dedicara exclusivamente al revival de sus canciones lanzadas en los 90s. Quizás un Nacional, un Club Hípico, dos seguidos, no lo sé. Ni tampoco es el caso. Y está bien. En vivo queda mecha para rato. Que siga escribiendo no más. Pero, claro: no discos tan por debajo de sus registros, como el mediocre Teargarden by Kaleidyscope.