La Big Rabia a dos voces

por · Noviembre de 2012

Presentando su disco Congo Zandor

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Luego del lanzamiento de su primer disco, Congo Zandor (2012), el dúo penquista sigue agitando su bandera: la del descaro y la honestidad musical. Aquí, con algo más de tiempo, repasan las primeras conclusiones.

// Fotos: Ignacio Orrego (fotorock.cl).

La Big Rabia tiene que ser el grupo nacional con mayor cantidad de adjetivos a su alrededor. Un dolor de cabeza para los periodistas que buscan reseñar su trabajo con algo de creatividad y frescura sin hacer hincapié, por enésima vez, en la “potencia”, “urgencia” y “actitud” del dúo penquista.

En el papel, para Sebastián Orellana (voz y guitarra) e Iván Molina (batería, ex Matorral y Emociones Clandestinas) las cosas son más fáciles: ellos creen que las presentaciones en vivo son la mejor carta de presentación de una banda, de cualquier banda. Eso cobra más sentido al escucharlos en directo, momento en que buscan maximizar sus recursos con una puesta en escena donde los trajes, las letras y la distorsión se llevan buen parte de la atención.

Hace poco lanzaron su primer LP, Congo Zandor, un registro con 11 tracks que debería estar entre los mejores del año. Sentados en las dependencias de Algo Records, Orellana y Molina comentan su deseo por grabar otros videos, tocar más seguido y, en lo posible, mostrar sus credenciales fuera del país. Por el momento ya están confirmados para la celebración de los 10 años del sello de los hermanos Gómez (15 de noviembre en el Subterráneo), además de un show acústico que darán en la Tienda Nacional. Por mientras, se toman una taza de té a la espera de la primera pregunta.

En relación al EP La Bestia (2011), ¿cómo se armó este disco?
Sebastián: Los temas de La Bestia los trabajé en mi casa y después, en la sala de ensayo, los apretamos junto al Iván. Pero en este disco el proceso fue un poco más experimental. Nos encerramos en la sala a improvisar, básicamente, canciones. Ahí salieron varias cosas. Además, Iván, pese a que no toca ningún instrumento, también compuso y me explicó la estética o el ritmo de algunas canciones. Si le gustaban, las seguíamos trabajando.

¿Fue un proceso más largo o agotador?
Iván: Lo que pasa es que teníamos la idea de grabar un disco este año y en el verano empezamos a crear cosas nuevas en este formato que decía Sebastián. Después Perrosky nos comentó que tenía poco tiempo para grabar y que la única oportunidad para hacerlo era una semana en mayo. No había otra opción. Nosotros estábamos relajados pensando que sería más adelante. Ahí dijimos: ¡tenemos que hacerla! En un principio queríamos tener muchas canciones o por lo menos tener muchas ideas para seleccionar, pero ahora había una fecha límite que nos obligó a apurar las cosas. Los dos confiamos en el criterio del otro y en la idea de producción que teníamos, nos complementamos bien en ese sentido. También hubo harto trabajo en estudio en cuanto a los arreglos. En general, funcionó bastante bien.

¿Pero tenían alguna idea fija, buscaban un sonido en particular?
Sebastián: Yo quería hacer un disco distinto a La Bestia, no quería quedar encasillado como una banda de rock and roll. La idea es hacer algo diferente en la medida de lo posible. Entre ambos trabajos empecé a involucrarme con otras cosas como el bolero, cuestión que siempre ha estado, pero que ahora fue más fuerte. También empecé a escuchar a Tom Waits, quien ocupa, tal vez inconscientememente, melodías que se relacionan al bolero. Eso me llamó la atención: cómo mezclar el rock and roll con el bolero. Una especie de evolución de Los Ángeles Negros o Sandro, llevado a algo más sucio. Esa era parte de la estética que quería plasmar en este disco y que se logró bastante bien en canciones como “Tus Ojos Negros”, que es mi favorita. Me gusta la onda que estamos agarrando.

Y el tema de los plazos, ¿les jugó a favor o en contra?
Iván: Siempre hemos quedado contentos con tener una sola oportunidad de hacer las cosas. Los dos discos los hemos grabado a cuatro pistas en cinta, algo que, en ese sentido, es súper concreto. En una pista va la batería, en otra la guitarra, en otra la voz y en la última todos los arreglos. Para grabar esta última parte los instrumentos tienen que estar bien nivelados, porque no hay rango para modificaciones, salvo grabar todo otra vez. Entonces es súper espontáneo el asunto y la parte de la mezcla es bien concreta: tienes que trabajar con algo acabado. Yo estoy muy conforme con eso, porque es mucho más relajado, el desafío es entretenido y uno no se marea con tantas pistas. También ayuda a que suene más crudo.

El tema de la imagen, el mensaje y las letras. ¿Cómo lo manejan?
Sebastián: De cierta manera nos nace. Agarramos nuestros gustos musicales más fuertes y los complementamos con las pintas. El año pasado fui al Primavera Sound (España) a tocar con Fernando Milagros y pude ver a Grinderman, ¡fue la mejor tocata de mi vida! Encontré el show tan crudo, pero tan elegante. Me llamó la atención el batero con su terno rosado o el mismo Nick Cave que se tiraba al público. Era algo muy punky y muy visual. Escuchar también a la Blues Explosion fue una patá en la cabeza. Weón, hay que hacer algo así, una cuestión realmente cruda y con letras de desamor o crítica social. La idea, en definitiva, es hablar de cosas que te provoquen algo. Eso es La Big Rabia.

Pese a que trae buenas canciones, por momentos Congo Zandor parece un trabajo bien disperso. ¿Hay cosas que faltaron por cerrar?
Sebastián: Yo trato de evitar esos pensamientos. Lo importante es que el proceso de grabación fue muy bonito y yo me quedo con ese recuerdo. Creo que hay que jugársela. A mi me encanta como quedaron los temas. Soy re malo para escuchar el disco y pensar que podría haber quedado mejor. Me quedo con la fotografía de ese momento, una etapa bien bonita y fuerte.

Una de las principales diferencias con el trabajo anterior es la presencia del desgarro amoroso como temática de varias canciones…
Sebastián: Bueno, el desamor siempre ha estado ahí y por la misma mujer.

Iván: Jajaja

Sebastián: Es un tema que no he superado y está claro. Las letras son muy reales y a mi me gusta que sea así. (Repite: me gusta que sea así, entonando la canción de nombre similar).

Iván: Jajajajaja

Sebastián: En serio, me interesan los grupos que tienen una letra que te llegue y yo trato de trabajar en eso. Teniendo una banda que se llama La Big Rabia uno tiene que hablar de sensaciones parecidas y ha sido súper bueno porque al tocar estas canciones hay una experiencia liberadora de toda esa tensión. De hecho, las primeras presentaciones eran muy explosivas y yo terminaba pa la cagá, con la garganta echa mierda. Ahora en este disco todo está más contenido, aunque igual con hartas dosis de intensidad.

Antes de escuchar Congo Zandor, pensé que varias canciones se vendrían por el lado de la crítica social, pero no hay tanto de eso. ¿Sienten que pueden explotar ese camino?
Iván: No nos planteamos las cosas de las que tenemos que hablar. Más allá de la rabia, la idea es hacer algo muy bruto, visceral y con mucha energía instantánea. Y las cosas que pasaban el año pasado, como la agitación social, estaban muy presentes para nosotros. De hecho, el Seba participó en hartas protestas y después, tal vez, maduramos como banda al profundizar en otros temas. Pero todo esta ahí y lo más probable es que sigamos hablando de esas cosas, porque nos tocan y nos motivan. Si alguien se siente representado con eso, mejor.

Sebastián: Encuentro que hablar de esos temas hace el discurso más potente. Yo necesitaba crear una canción para todos estos políticos culiaos, pero, como dice Iván, fue para la ocasión. Igual es algo inevitable, el día que tenga ganas de escribir otra canción así no tendré ningún problema en hacerlo.

En el circuito de ustedes pocas agrupaciones se atreven a concretar ese descontento y en Chile, salvo con Los Prisioneros, no hay tantos ejemplos buenos…
Sebastián: Es una forma súper real de hacer las cosas. A Los Prisioneros les fue bien porque lo que hacían era algo muy bueno y tenían cojones, weones verdaderos. A mi me encantan los músicos y cuando escucho algo así trato de sacarle todo el rollo.

A propósito, cómo ven el tema de la escena rock y el supuesto «paraíso del pop» en nuestro país.
Sebastián: Esa fue una de las cosas que gatilló la creación de esta banda. Sentía que, al modo de Los Prisioneros o The Clash, hacía falta un grupo con letras fuertes y con un ritmo más rock and roll o bailable. Y para serte sincero no son muchos los grupos que me gustan de la escena pop o de otro género.

¿Hay alguno que te llame la atención?
Sebastián: Lo conversábamos antes de empezar a grabar, Tsunamis era una banda que me gustaba mucho. A los Perrosky los encuentro muy buenos músicos. No es por ser de Algo Records, pero cuando estaba en Concepción y los caché en Vía X dije qué onda estos weones. Fue muy bakán descubrirlos. También tengo que mencionar a Prójimo Bill, un amigo que tiene letras hermosas y la gente no lo conoce tanto. El otro es Cantareman de Conce, quien lanzó un disco hace muy poco y canta muy bien. Me gustan, además, porque son muy buenos letristas.

Sigamos por esas tierras. La etiqueta del rock penquista, por lo menos mediáticamente, parece que sigue funcionando con la bandas. ¿Se sienten emparentados con esa especie de tradición musical?
Iván: No sé si con la tradición, pero el otro día lo trataba de analizar a partir del caso de los Philipina Bitch, que es lo último que conozco de allá y que me ha gustado harto y quizás hay algo por estar lejos de Santiago. Tal vez se relaciona con una suerte de honestidad mayor a la hora de hacer música. Creo que los músicos de Conce, y los de provincia en general, que perseveran por largo tiempo, tienen que hacer el doble o triple esfuerzo. Eso si es bien dirigido te lleva a hacer cosas más honestas, llegan de mejor manera y se puede lograr proyectos más interesantes. Si hay algo de ser provinciano, yo creo que va por ese lado: uno se siente un poco afuerino y eso te da otra perspectiva.

Un par de preguntas para terminar. Si tuvieran que entrar mañana a grabar el próximo disco ¿cómo sonaría?
Iván: Yo tengo ganas que se más blusero y volver a esa cosa de comentario social. Es algo que quiero que pase, porque son cosas que nos motivan.

Sus presentaciones desparraman harta energía. Me imagino que, a la fecha, tienen varias anécdotas…
Sebastián: Sí, me acuerdo que una vez que tocamos en Conce, me fueron a ver unos amigos y uno de ellos había estado celebrando un cumpleaños desde el mediodía. Estaban tomando whisky y llegó muy curado. Antes de subir al escenario, me empezó a cantar “El Bonita”, el tema que más le gusta. Nosotros la tocamos en tercer lugar y se la dediqué. La cuestión es que se subió y la cantamos a dúo. Cuando terminamos, después de los aplausos, va pa adelante del escenario y se pega un mortal para atrás. Alguna vez lo hizo con Philipina y le había resultado, porque es bueno pa esas weas. Pero esta vez estaba tan curado que cayó de cara y se quebró la ñata y la rótula. Todos quedaron sorprendidos y yo no cachaba qué hacer. Por suerte lo agarraron mis amigos y se lo llevaron al baño, le sacaron su polera con sangre y le pusieron otra de La Big Rabia. Siguió vacilando toda la tocata y después se lo llevaron al hospital. Le pusieron yeso por cinco meses, quedó pa la cagá. Fue impresionante.

Iván: El otro día también me acuerdo que el Seba vomitó en el escenario.

Sebastián: Jaajaja, sí weón. Lo que pasa es que antes de la tocata comí comida mexicana: chilaquiles. Me llegó un plato muy raro con una sopa con zapallo, carne, crema, porotos negros y nachos. Yo soy bueno pa comer, pero no me pude terminar esa weá. Y la tocata estuvo intensa, muy brutal, transpirando como loco, y en el último tema (“Cuando el sol cae sobre los cerros”) dije ya, ¡aquí hay que darlo todo! Cuando dejo de cantar, pienso «conchatumadre, me voy a desmayar, me voy a desmayar weón». Me doy vuelta y vomito al lado del Iván. Después sigo cantando como si nada y nos bajamos del escenario cagados de la risa. Llego al camarín y le cuento a la banda que venía después de nosotros: vomité. Y me dijeron pero cómo, estaban enchuchados. Al rato aparece el batero de ellos y me dice: ¡weón me dejaste pa la cagá mi ventilador, no puedo prender la wea, mira como están los botones! Yo le dije, pero relájate weón y después, con el terno puesto, empecé a limpiarlo. El local antes tenía una alfombra sobre el escenario, ahora la sacaron para que puedas vomitar tranquilo.

Para cerrar con la misma elegancia y aprovechando que lo mencionas. Me parece que “Cuando el sol cae sobre los cerros” está entre sus mejores canciones, ¿están de acuerdo?
Sebastián: Sí, yo creo que es una canción muy potente que refleja a La Big Rabia. Creo que fue una de las primeras que hicimos.

Iván: No me acuerdo bien, pero a mi también me gusta mucho.

Sebastián: Es muy bakán tocarla. Me gusta esa parte cuando digo «lo mejor es bailar», yo me siento a toda raja en ese cambio y a la gente le gusta mucho. Es que te entrega mucha energía. Fue raro, porque la parte rápida la inventé hace tiempo, pero nunca la había ocupado. Después en Conce hice otra parte pa otra canción y ahí la empecé a trabajar, como un puzzle. Se la mostré al Iván y le gustó caleta. Después se armó en la sala de ensayo. Es una canción muy importante para nosotros.

La Big Rabia a dos voces

Sobre el autor:

Fernando Cea

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