Víctor Jara, Estación Mapocho y ahora en Lollapalooza
Hace exactamente 10 años vino Deftones por primera vez a Chile. Una década chucha-de-tu-madre-como-pasa-el-tiempo.
Hace un poco más de un mes me tatué el pony blanco en el brazo, so riesgo de que sacado de su contexto rockero súper macho es un dibujo que bien podría parecer súper gay. Onda en la cárcel me traería problemas serios. Pero pico. El punto no es hablar de mí y de mis ahueonados tatuajes (salvo ese) sino dejar en evidencia de que si existe un culeado con autoridad para celebrar que Deftones venga otra vez, soy yo. ¿Estamos?
No podía creer lo que estaba viendo pero más me costaba creer la lluvia de pollos sobre Chino Moreno. Una locura absoluta
El primer show, en el Víctor Jara, a estas alturas de la vida lo recuerdo difuso y con borrones, como un sueño. Me acuerdo de haber partido (venido) a Santiago en un bus (micro) desde Viña con todos mis putos amigos. Más excitados que un pedófilo viendo uno de esos concursos de belleza de niñitas chicas. Chupando y fumando pitos y tomando codetol tan irresponsablemente como sólo se puede ser a los 17. Obviamente llegamos un poco echos pico y todo el mundo estaba más o menos en la misma. Las puertas las abrieron temprano y se llenó a cagar. Recuerdo el calor pegajoso y pesado y asfixiante del teatro.
Una canción de Portishead en repeat sonando toda la puta tarde. 2X y Rekiem abriendo. Y de ahí Deftones y yo encaramandome en una especie de platea a ver el show pegado. Como un bicho en el parabrisas. No podía creer lo que estaba viendo pero más me costaba creer la lluvia de pollos sobre Chino Moreno que hasta se fumó lo que al parecer era un paragua que le tiraron desde el respetable. Una locura absoluta.
2007 y la segunda venida. Acá ya estaba más grandecito y en esa época trabajaba en la Zona (q.e.p.d.). Me tocó – a quién si no, perras? – la misión de entrevistar a Chi Cheng. 10 minutos, un phoner desde Venezuela, creo. Esa era la instrucción. No sé si he estado más nervioso antes de una entrevista que esa vez. Terminamos conversando casi una hora, recuerdo la cara de Vadim no cachando de qué chuchas hablaba tanto. Y adivinen qué: Chi Cheng me invitó a huevear con él al hotel cuando llegaran. Así nomás.
Yo, saco de hueas que soy, no le creí. Pero le conté a mi amigo y colega Alvarito Farias, quien – piérdete una- sí fue a instalarse afuera del hotel junto al en ese entonces desconocido, hoy famoso escritor, Antonio Díaz. Usaron mi nombre el par de frescos de raja y resulta que Chi había dejado dicho que le avisaran si llegaba y estuvieron toda la tarde mojando las patitas en la piscina y echando la talla con MI AMIGO Chi Cheng. Falla épica. El concierto de todas formas obviamente estuvo a toda zorra, pese a que fue en la impresentable- como diría mi compadre Guille Scott- Estación Mapocho. La tallita de la suplantación de identidad eso sí hasta el día de hoy no logro perdonárselas. Perdonármelo. Sobre todo luego del horrible accidente que Chi sufrió justo un año después de esa entrevista y que hasta el día de hoy lo tiene postrado en cama en estado semi comatoso. Una mierda. Una mierda triste.
2011 y está confirmado que se cumple una hueá que ni en los sueños más descabellados uno por allá en el 98 se podría haber imaginado. Ver a Deftones tres putas veces en esta condenada vida y en este condenado país. Me emociono más de sólo pensar en los miles de hijos-de-la-gran-chingada que van a estar igual de felices que yo cuando se enteren. ¡Allá nos vemos culiaos!