Sobre Braulio Arenas, el poeta feminista descontextualizado en el tiempo, y su poemario Una mansión absolutamente espejo deambula insomne por una mansión absolutamente imagen.
Esta historia es antigua, tiene por lo menos diecinueve años. En plena adolescencia mi ego gigante pensó que podría escribir poesía. Un compañero de curso, fanático de las bibliotecas, comenzó a regalarme poemas de grandes autores, algunos muy antiguos, como Petrarca —a propósito es que llevo el mismo nombre que su musa inspiradora— y algunos muy modernos para la época, como Óscar Hahn, y clásicos como Breton o Prévert. Era un gran amigo. Las entregas eran en papel tamaño carta, escritas a máquina y corcheteadas en caso de tener más de una página.
Un día cualquiera, seguro llovía porque fue en Osorno y en Osorno casi siempre llueve, me entregó como una hostia un extracto de un poema de Braulio Arenas. Me enamoré de él, mi amigo, y de Braulio y su forma de escribir y de querer a las mujeres.
Cinco o seis años después, en una feria del libro usado en la Universidad de La Frontera, en Temuco, habiendo olvidado ya mis ganas de ser poeta, y, como muchos, yéndome por el camino fácil del periodismo, vendían un libro de Arenas: Visiones del país de las maravillas. Ahí comprendí que la protagonista de este poema es Alicia, la misma de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y una de las obsesiones de Braulio, junto con el ajedrez y el surrealismo.
Arenas siempre escribe de Alicia, una Alicia para cada una de nosotras. Una Alicia siempre vigente, en cada mujer y en cada época, una Alicia que hoy marcha por el aborto, por el derecho a decidir sobre su cuerpo y por la educación gratuita, mientras sueña con relojes, sombreros y ese gato al que le habla en su casa:
Tú corres a la alquería vestida de princesa
Y frecuentas los palacios vestida de pastora
Y concurres al sueño con tu atavío de hada
Y emerges del océano como una verídica
Sirena…
…Tú la que te yergues como una esfinge,
sustentada por tu propio misterio.
Ante tamaña revelación, me puse a buscar el libro que contenía el poema: Una mansión absolutamente espejo deambula insomne por una mansión absolutamente imagen. Fue en vano por mucho tiempo, pero entremedio me topaba con otros libros de Arenas y conocía detalles de su vida.
La búsqueda terminó el año pasado, cuando visitando y llamando a librerías especializadas en ediciones agotadas, lo encontré. Lo fui a buscar a una casona que albergaba tantos libros que parecía que podría explotar en cualquier momento, ahí por calle Santa Isabel con Seminario. Fue muy lindo todo, muy surrealista, muy Braulio Arenas.
Volví a casa y a diecinueve años atrás y a más de 900 kilómetros de distancia: terminé de leer mi poema preferido, y lloré, obvio. Lloré porque es precioso y lloré porque el arte hace eso en uno: te remece un poco adentro, te despierta y te hace creer que todo se arregla con «la ley de gravitación universal de las mujeres», como escribió Braulio, un feminista descontextualizado en el tiempo.
Este texto no está disponible completo en Internet, así que acá les dejo un regalo copiado íntegro y fidedigno del original:
IX
Tú la que destacas como el arco iris en la
Mezcolanza de los colores,
Tú la que te yergues como una esfinge
Sustentada por tu propio misterio
(ahora el relámpago muerde los flecos de
la nube
y grita para tratar de mantenerse en la luz
y corre ansioso olfateando el cielo de la noche
y su propia velocidad engendra la lentitud de los
barómetros
y se lanza ciego sobre el vidrio de la ventana
para mantener su genealogía de relámpago),
Tú corres a la alquería vestida de princesa
Y frecuentas los palacios vestida de pastora
Y concurres al sueño con tu atavío de hada
Y emerges del océano como una verídica
sirena.
Un relámpago de madrinas se asoma a la ventana
Con un guiño de amistad para el niño dormido
Y para la mariposa de cera que ilumina su sueño.
Y si en la primera línea apareció radiante el
mediodía,
en esta línea debe resplandecer unas fragata
así como más adelante debe equilibrarse en
otra línea el conejo de Alicia
consultando su reloj.
Mientras tanto los reyes del ajedrez juegan al
Ajedrez:
Juega el rey blanco con las piezas negras
Y juega el rey negro con las piezas blancas,
Y cuando ganan, pierden:
pierden su tiempo, que en ajedrez es como
perder la vida.
Tiempo perdido, paraíso perdido,
Que en este poema es como perder la infancia.
Y ahora bien,
tú, fragata, recorre los mares instintivos,
no importa que el mascarón de proa se vuelva
contra ti y sople contra ti su propio vértigo,
su propia tempestad.
¡Fragata, fragata, que el mar te transfigure!
¡que el relámpago te muestre la dicha de tu
rostro
y que tu rostro muestre al relámpago su pelaje
de armiño!
Fragata que vas de la isla Tormentos de adiós
Hasta la isla Juntos en cuerpo y alma.
El mascarón de proa nada ha dicho en una y
Otra isla.
Como la esfinge, él sólo propone enigmas a todos
Los viajeros
(enigmas tan complicados que su solución
únicamente se encontrará en el próximo
naufragio).
Y tú trazas con tu compás el arco iris lúcido
De una isla a otra isla,
Y tú desciendes –al mismo tiempo que tu
sueño- y tu vida desciende
regida por la ley de gravitación universal de
los amores.
Tú desciendes, y el arco iris se curva, regido
Por la ley de gravitación universal de los colores.
Tú danzas en plena realidad como el barco
danza en plena tempestad.
el conejo de Alicia se cala las gafas y pronto
serán las doce de la noche,
pero tu ríes y danzas porque sabes que la
realidad no te despojará de tu traje de
princesa,
así como el amor no te ha despojado de tu
traje de pastora.
Todas las páginas de todos los cuentos infantiles
susurran en tu cuerpo,
y tú desciendes a la vida, lentamente, como las
alas de una estrella regida por la ley de
gravitación universal de las mujeres,
tú te mantienes en el amor como la tempestad
se mantiene en el relámpago:
en la noche fragmentaria y equívoca.
Una mansión absolutamente espejo deambula insomne por una mansión absolutamente imagen
Braulio Arenas
Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1978
98 p. — Ref. $10.000