Sobre la presentación de Cage the Elephant en Lollapalooza Chile 2017.
Pensar en Cage The Elephant es pensar en caos. Empujones, saltos, gritos, pelo en la cara. Calor, mucho calor. Hasta ahí todo bien. No se puede esperar menos, sobre todo en temas como “In One Ear” o “Come A Little Closer”. De hecho, es lo que sabes que vas a enfrentar cuando buscas estar lo más cerca posible del escenario. Cage The Elephant es una banda que llama a ese tipo de acción, en la que las canciones están hechas para saltar, para reaccionar, por lo que el remezón en el VTR Stage fue con todo. Sin embargo, se hizo que la hora completa de concierto se diera de esa forma. No porque todas las canciones fueran agitadas, sino porque un grupo de gente se dedicó a los mosh como si fuera su única y última oportunidad en la vida para hacerlo. Ocho, nueve, diez. Perder la cuenta fue fácil y, de ahí en adelante, escuchar a los hermanos Shultz y compañía, todo un desafío.
En esta tercera presentación en nuestro país –recordemos que la banda también estuvo en las ediciones de 2012 y 2014 de Lollapalooza Chile– Cage The Elephant se mostró más consolidada que nunca. Si bien, no sonaron del todo bien en su primera canción “Cry Baby”, lo que siguió después fue una lista de éxitos interpretados con fuerza y pasión. Su vocalista, Matt Schultz, se vio más emocionado que nunca. Como dijo alguna vez Ray Charles: la música es poderosa, la gente se ve afectada por ella. Lo que pareciera le ocurrió especialmente en “Too Late To Say Goodbay” de su último disco Tell Me I’m Pretty, del cual sonaron otros temas como “Trouble”, “Cold Cold Cold” y “Mess Around”, un trabajo que sin duda tiene una madurez particular y donde se nota la producción y calidad del líder de The Black Keys, Dan Auerbach.
Algo para destacar es el gran protagonismo de los hermanos Matt y Brad Shultz. Uno corre de manera desorbitante por el escenario, el otro golpea sus instrumentos. Cada cual derrocha energía a su manera y en la jornada del día sábado no fue la excepción. Como siempre Matt se sacó la polera, esta vez hacia el final de la presentación. También se sacó los zapatos y, con toda la naturalidad a la que estamos acostumbrados, se lanzó al público. Estuvo un rato acostado mientras los fanáticos le golpeteaban la cabeza y el guardia gigantón que lo protegía le tenía agarrado uno de los pies para que no se lo llevaran hacia el centro. Brad también hizo lo suyo. Bajó constantemente con su guitarra hacia el público. Tocó junto a ellos. También bailó sobre el escenario con una energía que solo era superada por la de su hermano, que se movía todo el tiempo de un lado a otro. Los Shultz representan esa energía que tiene Cage The Elephant, banda que nuevamente hizo de las suyas. Solo queda esperar que en su cuarta visita a nuestro país, nos deleiten con una presentación en solitario, sin festivales ni jóvenes adictos al mosh de por medio.