El cuarteto texano fue parte del cartel de la primera versión otoñal del festival Fauna en el que tocaron diez de sus mejores composiciones en una hora y media de show.
El martes, cuatro días antes del Festival Fauna Otoño, un amigo me dijo: “soñé que estábamos viendo a This Will Destroy You y que en medio de una canción yo trataba de decirte algo. Pero no podía porque estaba llorando; lloraba por la emoción”. Exactamente un mes antes de la presentación del cuarteto estadounidense ese mismo amigo compraba su entrada para asegurar su presencia en el Espacio Riesco donde, además de una de sus bandas favoritas, iban tocar los compatriotas de Trementina, el trío indie Beach Fossils, los suecos The Radio Dept., y los veteranos –pero inagotables- Slowdive.
Aunque la idea de cantar “Allison” y “When the Sun Hits” como quinceañeras de los años noventa era emocionante, toda la ansiedad y expectativas estaban puestas en el show de las 18.15 horas: la idea era perder parcialmente la audición y ser aniquilados con el rugir de This Will Destroy You, algo que se presagiaba como una experiencia espiritual cuasi religiosa.
Tras aguantar una espera de casi seis horas de pie (dos horas antes de la apertura y casi cuatro en la primera fila frente al escenario) llegó el momento de la verdad. Las luces se apagaron y el público dio un alarido de alegría. De a uno, los miembros de la banda se acomodaron en el espacioso escenario mientras el resplandor violeta de la pantalla trasera titulaba: AHORA VIENE – THIS WILL DESTROY YOU. Mi amigo con sus ojos perdidos en la Fender Jaguar de Christopher King mientras este aseguraba la afinación de su arma de destrucción masiva. Todo en silencio hasta que comenzó a sonar “The mighty Rio Grande”. ¿Podrían imaginar los miembros de la banda que lo que para ellos es la quinta canción de su disco homónimo, para nosotros era el inicio de un viaje sin retorno?
Un breve viaje por la historia
Cuando se habla de post-rock uno puede pensar en una diversidad de bandas tan amplia que abraza desde los veteranos de Mogwai y Sigur Rós, hasta conjuntos más jóvenes como This Patch of Sky o los nacionales de La Ciencia Simple (quienes abrieron la presentación de Tortoise en el Teatro Nescafé de las Artes el año pasado y dentro de poco representarán a nuestro país en el Dunk!Festival, el “carnaval” más importante de este género celebrado en Bélgica).
This Will Destroy You nace entre los unos y los otros, en un periodo de transición a mediados de la primera década del 2000 cuando el post-rock como género –si es posible llamarle así- comienza a consolidarse con un sonido más definido. La experimentación que hizo tan famosos a Godspeed You! Black Emperor o a los antes mencionados Tortoise se deja de lado por la limpieza y la luminosidad de Explosions in the Sky y Mono. El post-rock, como música instrumental, se vuelve una fórmula de éxito relativamente segura.
Es en ese contexto en el que This Will Destroy lanzó su primer –y quizás más famoso- EP, Young Mountain (2006), una bellísima carta de presentación de seis temas que los puso en el mapa y les permitió difundir con gran éxito su primer long play al año siguiente, el disco homónimo del cual se desprende la canción que abrió su presentación el sábado, utilizado además en la cinta Moneyball (2011), de Bennett Miller.
Sin embargo, no fue hasta el 2011 que el cuarteto texano se alejó de todos los estereotipos de música brillante e “inofensiva” con el lanzamiento de su segundo LP, Tunnel Blanket, un álbum que, en palabras de ellos, se acerca más al doomgaze y que, en palabras de uno de mis amigos, suena “como un puñetazo de Dios en la cara”. Y así también sonó su debut en nuestro país.
El puñetazo de Dios
El último disco de This Will Destroy You salió hace tres año y se tituló Another Languaje. Logra traer al juego los elementos más melódicos de sus entregas anteriores y acoplarlas de manera perfecta a la densidad de sus armonías destructivas. El sábado, luego de cautivar al público con “Rio Grande”, el segundo track de su setlist continuó la labor iniciada once minutos antes. “Dustism”, que también es la segunda canción del Another Languaje, dura un poco más de seis minutos y se divide esencialmente en dos partes: la primera mitad se centra en armar un paisaje sonoro lento, melodioso y muy dulce para desembocar en una segunda mitad que, pese a ser pesada, no pierde su esencia acogedora.
El show continuó con “Burial on the presidio banks”, la cortina de cierre para su disco homónimo, y sirvió para intimar con el público antes de la estruendosa “War Prayer”, uno de los puntos álgidos de la presentación en la cual demostraron las influencias del noise en su música.
Ya a esta altura fue posible percatarse de una de las fallas del show y que acompañó no sólo al cuarteto texano, sino que a todos los grupos que pasaron por el escenario del House of Vans: mala ecualización. Cuando uno se aventura a presenciar un show de This Will Destroy You sabe que sus oídos serán llevados al límite de los decibeles a los que es sano exponerse. En realidad, es casi seguro de que esos límites serán sobrepasados… pero está en manos de los técnicos y sonidistas hacer de la experiencia lo más tolerable –y segura- posible. En el caso del Fauna Otoño, cada show presenció, a su manera, estas dificultades técnicas. Hasta los experimentados Slowdive fueron víctimas de la inestabilidad ecualizadora al inicio de su presentación cuando la vocalista Rachel Goswell reclamaba a través de señas que no tenía suficiente retorno, detalle que la llevó a desafinar en gran parte de su presentación.
Pese a los detalles, el show continuó con el esplendor de “Threads”, otra de las cartas extraídas desde su primer LP con la que dejaron clara la fórmula de su show: una pieza dulce y acogedora para abrazar a un público que quizás siempre se sintió reacio a la posibilidad de verlos en vivo; y luego una pieza estremecedora, violenta y densa con la que le recordaban a ese mismo público que ese abrazo cálido y amoroso se podía transformar en un fuego abrasador. Y eso sucedió cuando “Threads” concluyó y las primeras notas de “Communal Blood” cayeron entre el público hipnotizado. Miré a mi lado y la gente cerraba los ojos mientras esa balada desoladora se paseaba por los escasos centímetros que separaban a la paciente audiencia. En el escenario, el baterista Jesse Kees percutía con sus mazos un cymbal ride de 28” mientras que a su derecha el guitarrista armónico, Jeremy Galindo, con su colección de pedales armaba lo que sería un paisaje casi espacial de sonidos estridentes y oscuros. “Communal Blood” posee el sello del doomgaze que This Will Destroy You alega poseer.
Y así como la calma viene antes de la tormenta, también viene después. “New Topia” fue la séptima pista de su presentación. Aunque también posee una conclusión estridente, su sonido se caracteriza por una melodía nostálgica pero optimista que cruza toda la canción y que es tan bella como para sanar las heridas dejadas por “Communal Blood”. Luego del minuto que se toma la canción para introducir a sus oyentes, el riff marcado por Christopher King y el teclado ambiental que esporádicamente toca el bajista Andrew Stevens, preparan el terreno para un viaje psicodélico de casi tres minutos en los cuales los ojos del público –incluyendo los de quien les habla- se llenaron de lágrimas de gozo. La música, en ese momento, se volvió la más fuerte de las catástrofes y, a la vez, la más hermosa.
La verdad es que en el caso del debut de This WIll Destroy You en Chile es difícil encontrar un solo punto álgido pues, de las diez canciones que tocaron, nueve alcanzaron la perfección, incluyendo el tema de apertura de su “Tunnel Blanket”. Tal como “Communal Blood”, la canción titulada “Little Smoke”, es nada más ni nada menos que una oda al caos de doce minutos de duración con un clímax que se extiende por más de la mitad de su presentación. Lo más sorprendente de presenciarla en vivo –y en primera fila- es al momento en que Christopher King suelta su guitarra, cae de rodillas frente a sus pedales, toma un micrófono y comienza a gritar desgarradoramente mientras sus dedos se pasean por las perillas de sus loopers, delays, reverbs y distorsiones. En un estado casi de catarsis, el instrumentista –y ahora también “screamer”- genera la sensación de estar siendo prisionero de la opresión claustrofóbica que enmarca a la poderosa canción. La mirada llena da pavor de un público alucinado por el show se transforma en un apabullante estruendo de palmas y chiflidos cuando King lanza con rabia el micrófono y Smoke concluye con la misma calma con la que inicia. El teclado abre la puerta para la penúltima canción.
Sí, de las diez canciones, el punto más débil fue precisamente la número nueve: “They move on tracks of never-ending lights” que es también la penúltima canción del disco homónimo y que consiste en un arpegio de guitarra repetitivo acompañado por una pista de batería electrónica y sonidos ambientales que preparan al público para abandonar la hipnosis a la que ha sido sometido durante todo el tiempo de la presentación. El problema, sin embargo, se presentó casi al final del tema cuando uno de los cables de Galindo comenzó a fallar lo que provocó la saturación del sonido que, al menos en esta canción, debe ser extremadamente sutil.
Tras el impase, Galindo se acerca al micrófono y se despide del público anunciando su última canción: “this is called Quiet”.
El público enloquece.
Dos de mis amigos presentes entre el público empezaron una banda hace poco menos de diez años atrás luego de escuchar “Young Mountain”. Aquél disco les introdujo el entusiasmo de iniciar un proyecto con latas influencias de This Will Destroy You. Quiet es el tema que abre el EP con unos acordes de teclado y una suave guitarra con retardo que va generando la armonía de la canción y construyendo ese colchón de plumas sobre el cual uno puede, casi literalmente, recostarse y hundirse en la calma. “Quiet” puede ser traducido como “tranquilo”, “silencioso” o “privado”, en el estricto sentido que da la intimidad. Es una canción perfecta para terminar un show potente, agresivo, en el marco de un festival que estuvo lejos de ser perfecto como tal, pero cuyos invitados menos “populares” lograron generar un espacio cálido y acogedor luego de castigar a su audiencia con el estruendoso poder del post-rock.
We’ll be back
Concluido el show, Jeremy Galindo y Christopher King estuvieron disponibles para sacarse fotos con los fans y firmar autógrafos en un pequeño pasillo cerrado justo al lado de los baños. Entre las gratitudes recíprocas de “gracias por venir al show/gracias por venir a mi país”, revelaron su interés por volver a Chile el próximo año y promocionar un nuevo disco que saldría durante el 2018. “Tenemos intenciones de volver a Sudamérica y visitar Argentina, Brasil, Colombia y Chile, por supuesto”, señaló King quien además expresó que llevaban mucho tiempo esperando poder estar aquí y que le parecía asombroso poder compartir escenario con Slowdive.