Qué pena mi vida

por · Octubre de 2010

Qué pena mi vida

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No sólo tengo una caña de aquellas gracias a la fiesta de lanzamiento de Qué pena tu vida. También amanecí sin mi auto, después de que lo robaran mientras veía la avant premier de la película de Nicolás López. Sí, la “infumable” Qué pena tu vida (según LUN). Y para más remate, la historia se me quedó en la cabeza.

Hace tiempo que no iba al estreno de una película. Menos una nacional. Pero este caso era distinto. Los personajes de Qué pena tu vida son gente como yo, en mi ciudad y como a mi me gusta verla: Una ciudad viva, llena de cosas por hacer y mundos por descubrir.

La función empezó de golpe, no hubo publicidad, aparte del evidente placement. De un segundo a otro tuve que dejar mi teléfono de lado, parar de twittear y concentrarme en la pantalla. Igual apenas pude, me apliqué bien rápido y terminé el twit que le contaba a mi humilde manada de followers que estaba en un estreno y que eso me convertía en alguien especial y único, diferente y exclusivo. Ok, al menos para los que se mueven en la red. Si claro…

Los textos de López me sorprendieron al punto de emocionarme. No es mentira. Seguro que si estuviese en una parada más sensible de mi vida, estaría derramando alguna lágrima. Es que saben, hay que recordar que Nicolás no sólo se da el trabajo de dirigir la película, también escribe los guiones. Saca palabras y las transforma en una realidad que vemos en la pantalla de cine. Les juro, hay una gran chance de llenar sus ojos de lágrimas con esta película, y no sólo por la risa.

Su fotografía a mi gusto es arriesgada, pero me da la sensación de que el problema a los ojos de Nicolás le impide lograr algo mejor. También puede ser que la cámara no lo haya acompañado, pero para qué vamos a andar con cosas, su fotografía nunca ha sido de críticas positivas. Es algo que tiene que trabajar, pienso. Sin intención de ser despectivo al criticar sus ojos, así como asumo su trabajo al criticar o reírse de gordos y enfermos de síndrome de Down.

La forma en que integró los mensajes de texto y twiteos dentro de la película fue sencillamente extraordinaria. Un formato muy arriesgado pero que le dio un toque especial a la cinta. Insisto, podría haber sido un #fail de proporciones. Pero demuestra su intención de probar cosas nuevas.

La historia no es muy predecible, aunque hay dos o tres momentos en la película que te permiten imaginar y hasta aventurar un final. Navega por todas las emociones que puede tener un joven que está pasando por el paradigma digital. Aunque a ratos me faltó más relevancia de Facebook en la historia, se lo perdono, por la forma en que presenta la plataforma social que domina nuestras vidas. A pantalla completa y sin miedos, nos pone en los ojos de Ariel, manipulando su perfil igual a como lo haríamos nosotros en su lugar.

No voy a hacer spoiler. Para eso agarren un par de lucas y vayan al cine. Sí les diré que se pueden preparar para una buena chorrera de chistes de esos que te sigues riendo uno o dos minutos después. Es genial como López trabaja ese humor, y estoy seguro que ahí esta su fuerte. En las emociones a largo plazo. Qué ganas de ver a Nicolás hacer una película seria, algún día, de seguro, saldremos llorando con sus malditos textos. Eso, si logra darle más peso a su fotografía.

Salimos de la sala y en lo personal iba con todas las ganas de emborracharme a más no poder. De tomarme todo el whisky posible y darlo todo en la pista. Tenía hasta preparada la inauguración de la temporada de piscinas-quita-caña para el día siguiente. Pero a algún par de subnormales se les ocurrió robarme el auto. Entero: Llegué y no había nada donde lo había dejado. Fuimos donde los pacos, dejamos la constancia. Y como no podíamos faltar, nos fuimos a la fiesta de la película. Donde igual entregué lo mejor de mí, me tomé todos los whiskys que pude, jotié sin vergüenza, puse cara de importante, me codié con los famosillos y me fumé ese cigarro que me indica que estoy borracho. Pero siempre con esa extraña sensación que te regalan los que te roban.

Llegué a mi casa gracias a un par de amigos. Apagué tele sobre mi cama y desperté a las 6 de la mañana, cagado de frió y con un par de twits que no recuerdo haber escrito. Y aquí estoy… escribiendo para gente que lee en Internet. Y ya sé lo que deben estar pensando (y con justa razón): @fvillarroel, #quepenatuvida.

Qué pena mi vida

Sobre el autor:

Felipe Villarroel

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