Abel Pintos: «Me gusta la música más allá de los géneros»

por · Agosto de 2014

Esta noche debuta en solitario el argentino que rompió cualquier molde del artista folclórico tradicional.

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Como a Spinetta, le dicen “El Flaco” y representa una cruza entre distintos mundos, porque si hay una palabra que pueda definir a Abel Pintos, probablemente esa sería: versatilidad. Y es que a sus 30 años, el argentino se ha posicionado como una de las voces más poderosas del folklore contemporáneo trasandino, justamente por su evolución y su capacidad de reinvención. Pero además, si pudiéramos romper desde ya esa regla de una sola palabra, probablemente, podríamos añadirle otra: desprejuicio. Porque desde sus tempranos inicios —a la edad de 13 años, de la mano de León Gieco, cuando produjo su debut Para cantar he nacido—, Pintos ha roto cualquier molde del artista folclórico tradicional, paseándose libremente por el pop, el rock, la bachata, la balada, la bailanta, la murga, de los charangos a las secuencias, del amarre de las zampoñas al pedal de distorsión de la guitarra, y de cuanto estilo o sonoridad le sirvan en la idea de articular un folk global.

Ahora, Abel, está sentado en un sofá de un conocido hotel de la capital. Es su primera visita a nuestro país y esta es la última conversación que realizará dentro de una serie de entrevistas, a horas de presentarse en el Teatro Caupolicán, este 7 de agosto. Abel está tranquilo, esa misma tranquilidad que ha marcado gran parte de su carrera.

AP (Nora Lezano)
Abel, cuéntame sobre esta primera experiencia de hacer un show en Santiago.

—Es un sueño cumplido porque es la primera vez que vengo a dar un concierto, porque ya pasaron 10 años de lo del festival de Viña, y la vez anterior que estuve haciendo promoción, me sorprendió mucho lo fresco que estaba ese recuerdo, me sorprendió lo presente que tienen la canción, y me sorprendió mucho también la cantidad de gente que me transmitía estar esperándome. Entiendo que hoy en día y desde hace algunos años juegan un rol muy importante las redes sociales y todo Internet en general, pero, bueno, no deja de sorprenderme porque este disco, Abel, es el primero en editarse acá, y que previo al disco ya hubiese un conocimiento nutrido de mi carrera me llena de expectativas, quiero salir a tocar ya porque es el momento de la verdad, así lo considero yo.

Sabemos que te iniciaste en esto desde muy niño, que fuiste apadrinado por grandes de la música, que tienes nueve discos y que desde hace algunos, ya menos adolescente, empezaste a componer tus propias canciones, ¿cómo ha sido esa evolución?

—Mi carrera fue cambiando a medida que me fui transformando yo, como ser humano, por las distintas etapas por las que atravesamos todos pero que yo lo hice a través de la música como herramienta. Cuando somos niños, somos pura influencia y yo era pura influencia y cuando somos niños respetamos a nuestros mayores, entonces yo respetaba a mis mayores dentro de la música, versionando sus obras, respetando su género, luego fui un adolescente y cuando todos somos adolescentes no sabemos lo que queremos pero lo queremos ya, como decía Luca Prodan, y me pasó lo mismo en la música, y empecé a escribir mis canciones y dejé jugar a los géneros musicales, otras músicas en mi música, pero que también me influenciaron, como el rock y el pop que desde chico estuvieron muy presentes además del folclore, en mi casa, y bueno, todo lo que me ha ido pasando en la vida lo he ido canalizando en la música. El disco anterior, Sueño Dorado, fue un disco de balance, y ya para este cumplí 30 años, así que estoy buscando más la solidez que el experimento, entonces tengo fe en que mi música va a seguir creciendo conforme a cómo vaya creciendo yo.

A mí me gusta la música más allá de los géneros.

Justamente por eso, a pesar de venir del mundo del folclore, has tenido el reconocimiento de artistas de variados géneros, desde León Gieco, hasta Andrés Giménez o Pedro Aznar. ¿Qué te genera ese recibimiento?

—Me pone muy contento porque así es como yo concibo la música, a mí me gusta la música más allá de los géneros, entonces ser bien recibido en distintos géneros me gusta. Además, a todos los artistas que mencionás llegué como público primero y yo compro discos, voy a ver todos los conciertos y sigo a las bandas, y el tiempo me ha dado la posibilidad de conocerlos, de hacerme amigos, y hasta de trabajar con ellos, me emociona que me consideren y que respeten mi visión de la música.

Leí en alguna entrevista que eras un ser dedicado plenamente a la música, que eras poco de ir a fiestas o de vivir de manera, quizás, más común. ¿De dónde saca, entonces, su inspiración alguien que está todo el día trabajando?

—De estar atento a todo lo que le pasa en la vida, porque nos pasan muchas más cosas en la vida de las que le prestamos atención, desde las cosas más positivas hasta las menos positivas, les doy el mismo espacio, soy un ser muy pasional y vivo todo con esa pasión. Eso me da mucho material, porque todo lo que a nivel emocional sucede, a nivel musical se procesa, ¿viste? Es lo que me pasa desde la creatividad. No necesito irme muy lejos para ver el mundo entero y saber qué quiero de él, porque a donde vaya voy a ver el mundo desde mi propia óptica.

Las canciones, ¿las buscas o te llegan?

—Me llegan, porque no soy sistemático para componer y escribo cuando una serie de emociones ya se procesaron y piden pista. Es como cuando llorás de emoción, viste que te viene y salen un montón de cosas. Con esa misma intensidad, las canciones me toman quince o veinte minutos escribirlas, después, como me gusta producir, me toma un poco más de tiempo de desarrollo, pero la esencia nace de un brote.

¿Te acuerdas del Festival de Viña?

—Sí, por supuesto.

Estuviste en el Festival, con una canción de Víctor Heredia, “Bailando con tu sombra”, y ganaste todos los galardones, mejor intérprete y mejor canción en la categoría folclórica. Ese festival es muy criticado, porque las canciones que ganan, desde hace algunos años, no generan nada después. No es tu caso y lograste ensamblar un hit en la memoria colectiva, rompiendo una maldición. ¿Tienes conciencia de eso?

—No tenía conciencia de eso hasta que vine en mayo, diez años después. Que todo eso estuviera tan fresco me sorprendió gratamente. No sabía que había calado hondo la canción de Víctor, no entiendo por qué se dio, pero se dio.

Te sientes cercano a Víctor Heredia, en cuanto a lo diverso, imagino.

—Sí, de hecho Victor Heredia, con León Gieco, y Mercedes Soza son parte de mi escuela en esta cuestión de amar la música como más como expresión que como género.

Son transgenéricos…

—Sí, de todas maneras. Además, estos artistas me acobijaron y me legaron su experiencia y mucho conocimiento y eso es invaluable.

También has confesado tu admiración por Daniel Toro, un cantautor cuyo nombre no es tan conocido por acá, al menos, pero por ejemplo, me he dado cuenta que mi mamá conoce sus canciones sin saber que son de su autoría.

—Daniel Toro es un visionario. Es de esas personas que son más comprendidas con el paso del tiempo que en su momento. Él siendo muy jovencito escribió grandes canciones que hoy son clásicos del folclore. De hecho logró algo maravilloso, Daniel Toro en su época, a sus veinte años, hacía un folclore que no era considerado tradicionalista, y sin embargo hoy, cincuenta años después, él es considerado una figura tradicional, eso me parece fenomenal, porque es trascender y dejar una huella en la historia. Sucede que es un autor enorme y que ha sido versionado en todo el mundo, por eso de repente tu madre conoce canciones de él sin saber que son de él, pasa mucho con muchos autores argentinos eso, ¿viste? Paz Martínez es un baladista que tuvo mucha gloria artística pero se dedicó más a componer después, entonces su cara no es tan conocida pero sus canciones son cantadas por muchos en todo el mundo.

Sobre Daniel Toro, con tanto cariño lo tributas, que la canción “Zamba para olvidar” la haces tuya, de alguna forma, muy personal y emotiva.

—Por las curiosas vueltas de la vida, porque esa fue la primera canción que yo escuché en folclore, cantada con mi papá, la cantábamos a dúo, entonces cantarla hoy me significa mucho, pero me significa mucho más a dúo: la canté con Andrés Giménez, la canté con Pedro Aznar (en su último disco, el registro en vivo Mil noches y un instante), la canté con mi hermano, con Facundo Toro, el hijo de Daniel, y la canté alguna vez también con él, con Daniel, en un asado, en un contexto de intimidad, entonces cuando la canto con alguien más, de inmediato me veo de niño cantando con mi padre, que gracias a dios aún vive, pero me transporta a eso. Fue la primera canción que escuché en folclore y es también una canción con la que la gente me identifica.

Logro la consagración en el Festival de Cosquín, que es muy importante, por lo menos para un músico argentino, gracias a “El antigal”.

También cantas “El Antigal”, del mismo Daniel Toro, en una versión bien poco tradicional pero que del mismo modo vuelves muy tuya, ¿cómo nace esa versión?

—Esa canción es un ejemplo de lo que te decía antes, cuando se compuso era rarísima, porque fue una de las primeras canciones escritas para conjunto vocal de cinco voces, por eso es difícil cantarla solo, porque tiene un registro muy amplio.

Y más encima la haces a cappella.

—Claro, la hice a cappella, y habla del antigal, que es un cementerio indio, de las cenizas de un indio latinoamericano vivo todavía, en todo, que tan vapuleado fue y tan inmortal al mismo tiempo, es una canción muy conmovedora. La versión a cappella le aporta una cuestión visceral, creo yo, que le viene bien y me honra que mucha gente crea que es una canción mía y quiere decir que la sienten como mía, pero no, es de Daniel Toro y de un poema de Ariel Petrocelli, un autor salteño enorme, y la música también es de Lito Nieva, que los tres formaban parte de un conjunto que se llamaba Los Nombradores, que en su momento rompieron todos los moldes del folclore de una época

Cantas esa versión en conciertos, ¿cómo es defenderse solo con tu voz frente a las multitudes?

—Bueno, de hecho, en el año 2008, yo logro la consagración en el Festival de Cosquín, que es muy importante, por lo menos para un músico argentino, gracias a esa canción. Yo estaba haciendo mi lista de temas y se me ocurrió cantarla a cappella porque es algo que yo hacía en mi casa, mientras ordenaba. Allí nació esa versión, porque antes yo la cantaba con mi hermano en la guitarra, pero a partir de ahí empecé a cantarla a cappella siempre y se genera algo muy especial, un silencio. La he cantado frente a 50.000 personas en Argentina en festivales, imagínate que ahí la gente está en clima de jolgorio y que no vuele ni una mosca mientras hago la canción, genera unos minutos de tensión artística, que después de todo es una linda tensión.

Vienes a Chile en un año que los medios argentinos han identificado como tu consagración, una serie de Luna Parks repletos, la masividad, los discos. ¿Qué hay con eso?

—Sí, bueno, mirá, desde Revolución, que es un disco que se editó en 2010, a esta parte, mi popularidad empezó a crecer, porque creo que en los años previos, como que nos veníamos conociendo con el público, el público venía conociendo mis diversas etapas, pero a partir de ahí fue de forma más uniforme, porque yo también empecé a ser más uniforme en mi vida, mi relación con el público fue creciendo. Sueño Dorado cometió un suceso a nivel discográfico, y luego vino Abel con la atención del público acaparada, no tiene ni un año de editado y ya parece un disco viejo por todo lo que ha pasado con él, todo lo de los Luna Park, ya tenemos un Estadio Único de La Plata agotado, esta oportunidad de venir a Chile, una gira de cuatro o cinco conciertos en España, es todo crecimiento y sugiere y necesita aprendizaje y eso es lo que me gusta en la vida

Los mismos medios han dicho que no es gratuito, que has cosechado este éxito después de años andando en una van, de provincia en provincia, tocando cada fin de semana.

—Sí, porque tiene que ver con establecer una relación con el público, y no solo el gusto, porque el gusto va variando con el paso del tiempo, algunas cosas se sostienen, pero muchas cambian, entonces establecer una relación con el público a partir de solamente el gusto, porque le gustó una canción o un disco, es delicado, fino. Yo siempre quise establecer lazos con el público, que sepan cómo pienso, cómo soy, cómo me expreso para que después descubrir que mi música es una expresión genuina de eso. Entonces cuando nos gusta algo porque lo conocemos, es más difícil dejar de elegirlo, entonces va a ser más difícil dejar de elegirnos con el público. En el caso de la música, es a través de los conciertos en vivo, no hay otra manera. Agradezco mucho a los medios de comunicación, porque abren una puerta muy grande, pero luego mi trabajo es pasar por esa puerta y entrar al trabajo constante de la comunicación, del mirarnos a la cara y de compartir la música

Sobre el concierto en Santiago, te enfrentarás a una nueva audiencia, ¿qué podemos esperar de ese show?

—Va a haber mucho público que me conoce de hace diez años atrás y que me han seguido por internet, pero también va a haber mucho público que me conoce desde que mis canciones empezaron a sonar en la radio hace un mes, entonces voy a tocar canciones de mi disco nuevo, pero también de toda mi carrera, para ponernos al día, para contarles a los nuevos auditores de dónde vengo, y a los que me vienen escuchando hace años, mostrarles cómo soy en vivo. Será una hora cuarenta para ponernos al día. Después más adelante ya podremos hacer conciertos más temáticamente.

Abel Pintos
Jueves 7 de agosto — 21 horas
Teatro Caupolicán

Abel Pintos: «Me gusta la música más allá de los géneros»

Sobre el autor:

Daniel Hidalgo (@dan_hidalgo). Publicó los libros Barrio Miseria 221 (2009) y Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011).

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