Ai Weiwei: la memoria como resistencia

por · Julio de 2022

Las memorias de Ai Weiwei, 1000 años de alegrías y penas (Debate, 2022), son una forma de rechazo del artista chino a los esfuerzos del gobierno de su país por silenciarlo a él y a su padre poeta.

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Por Joan Gaylord. 
Traducción: Patricio Tapia
  

Entre las muchas razones para escribir unas memorias, el darse cuenta de que el gobierno podría decidir erradicar cualquier evidencia del trabajo de tu vida o incluso de tu vida podría ser la más extrema. Sin embargo, eso fue exactamente lo que motivó al artista nacido en China Ai Weiwei a escribir 1000 años de alegrías y penas.

La superestrella del mundo del arte ha construido una carrera borrando la línea entre el arte y el activismo. Si bien sus esculturas, videos e instalaciones de arte han aparecido en instituciones tan augustas como la Tate Modern y la Park Avenue Armory de Nueva York, él ha vivido principalmente en el exilio. Estas memorias entrelazan la historia de su vida con la de su padre, el célebre poeta chino Ai Qing, quien fue proscrito en la década de 1950 como parte de la Revolución Cultural china. Originalmente destinado a ser un relato preciso que Ai Weiwei podría pasarle a su propio hijo, el libro se erige como un registro tangible y una prueba de su resistencia a los esfuerzos del gobierno chino para “desaparecer” tanto a él mismo como a su padre. Simplemente nos convertimos en los beneficiarios de su tarea de documentar esta notable historia.

La infancia de Ai Weiwei estuvo marcada por la Revolución Cultural china. Aunque su padre se había unido al Partido Comunista chino en esa época e incluso contaba al presidente Mao Zedong entre sus amigos, la vida familiar de comodidad duró poco. En 1958, como parte del esfuerzo por silenciar a artistas e intelectuales, el gobierno exilió a Ai Qing y su familia, incluido Ai Weiwei, de un año, a la “pequeña Siberia”, donde Ai Qing fue sentenciado a años de trabajos forzados y privaciones. No fue hasta la muerte de Mao en 1976 que ellos pudieron regresar a Beijing.

Aunque el poeta recibió una disculpa del exministro de asuntos culturales, Ai Weiwei cuenta cómo el gesto sonó a hueco. Citando a su padre, él comparte el impacto que tuvo el exilio en la escritura del anciano: “No es fácil desenterrar recuerdos del fondo del mar. El agua salada los ha corroído y muchos han perdido su brillo original. Mucho tiempo estuve aislado del mundo”.

Tanto el padre como el hijo se esfuerzan por recuperar el tiempo perdido. El padre publicó y viajó mucho, experimentando una parte de la aclamación que le correspondía. El hijo, al darse cuenta de que el régimen de Mao “había moldeado o deformado” su infancia, jura abandonar China y encuentra su oportunidad con la normalización de las relaciones políticas del país con los Estados Unidos. En 1981, adquiere un pasaporte y una visa que le permiten estudiar en la ciudad de Nueva York.

Al recordar ese primer vuelo al aeropuerto internacional John F. Kennedy, escribe: “Desde ahí arriba, mirando la alucinante y bullente metrópolis, donde el tráfico fluía como hierro fundido, todas las enseñanzas de mi patria, las que con tanta seriedad me fueron impartidas durante tantos años, se desvanecieron como el humo”.

Su llegada marca el comienzo de una exitosa carrera mientras explora el trabajo de Andy Warhol y desarrolla amistades con personajes tan notables de la época como Allen Ginsberg. Ai Weiwei pasa de estudiante a artista practicante, sin miedo a decir la verdad. Explica: “Debido a que el arte revela la verdad que yace en lo profundo del corazón, tiene la capacidad de impartir un mensaje poderoso”.

El creciente éxito de Ai Weiwei trae consigo notoriedad internacional. Al elegir vivir casi en cualquier lugar salvo en China, se da cuenta en una visita a su tierra natal en 2011 de cómo sus propias experiencias de vida hacen eco de las de su padre. Ai Weiwei es detenido en secreto por acusaciones de evasión de impuestos. El gobierno lo encierra durante casi tres meses. En prisión, él se da cuenta de que su vida y su obra podrían ser destruidos y toda evidencia de su existencia podría ser borrada. Este volumen se erige como su desafío a esa posibilidad.

En el libro —que es, a la vez, tanto un recuento histórico como una obra de arte— Ai Weiwei entreteje la historia de su padre con la suya propia, intercalando la narración con reproducciones de los poemas de su padre, sus propios dibujos y fotografías e instantáneas familiares.

A través de recuerdos y flashbacks, comparte las experiencias de su familia en el exilio, los años pasados en un refugio de tierra tosca soportando hambre y privaciones. Fue la única vida que conoció de niño. Como adulto, llegó a apreciar cómo las circunstancias impactaron la expresión creativa de su padre.

1000 años de alegrías y penas es un testimonio de ese espíritu creativo. Una biografía fascinante que documenta la historia de la China moderna en la que el hijo de un disidente podría crecer para servir de asesor para el gobierno chino en el estadio “nido de pájaro” construido para los Juegos Olímpicos de 2008. Y aunque la obra icónica atrajo la atención del mundo hacia Beijing, Ai Weiwei continúa viviendo en el extranjero para garantizar su propia libertad artística.

Lo que comenzó como un recuento de dos vidas emerge como una refinada prueba de la invencibilidad de la verdad y la creatividad.

Artículo aparecido en la revista “Christian Science Monitor” 30-12-2021.

Ai Weiwei: la memoria como resistencia

Sobre el autor:

PANIKO.cl (@paniko)

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