Álex & Daniel: ahora sí

por · Mayo de 2013

Del gusto por los arreglos musicales de Álex Anwandter al trabajo en las letras de Gepe, revisamos el lanzamiento en vivo de su proyecto en conjunto Álex & Daniel.

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Solo tras el teclado, Daniel parece agradecer algo. El sonido, entrecortado, no le deja revelar más que el nombre de su próxima canción. Su único amigo allí es el humo, que comienza a arroparlo con más fuerza en razón del avance de cada verso. No requiere más. Ni las luces, ni la parafernalia, ni a Álex, ni siquiera —ahora— su guitarra. Basta con: «La vista dominas/ rodeada se ve/ suspendes la vida/ me quedo sin ver».

Basta con “Victoria Roma”.

Pero este es Gepe y no Daniel. Y sí, necesita de más. Necesita de todo lo anterior, para seguir experimentando.

Ahora está Álex Anwandter en el escenario. Solo, con su guitarra, su camisa brillante y sus pantalones negros. Hace segundos fingió un quiebre definitivo con su compañero Daniel —Gepe— y ahora canta “Gran Santiago”, canción que cierra el álbum del mismo nombre que Teleradio Donoso lanzó en 2007. «Me levanté de mi sofá algo inseguro pensando en respirar el gas de horno», canta el también Odisea y el momento adquiere una intimidad irreproducible y su voz parece venir de otro lugar y otra época.

35 minutos antes el hielo seco se expande por el escenario. Abundante e innecesario, reflejando el azul, amarillo, verde y rojo de las luces que cambian al ritmo de “Mundo real”, canción que da inicio al debut homónimo de Álex & Daniel.

En el escenario Anwandter es la representación de una soledad que solo se puede desfigurar a través del baile o hacia el alcohol o la ketamina. Una nostalgia crónica hacia algo desconocido. Es el dramatismo de una estrella pop tan efímera como consolidada. Va desde la hiperkinesia calculada (“Casa latina”) hasta, en segundos, la coqueta indiferencia (“Miña”).

En la otra mitad del espacio, Daniel no lo esconde: le gusta(ría) hacer de Daddy Yankee. La duda está en por qué piensa que no lo ha logrado. Quizás porque todavía no llega a cambiar todos sus instrumentos por un dj con un macbook. O porque no se sube a cantar con jockey, para esconder una sopaipilla.

Quién sabe.

Pero aunque el sanmiguelino no lo crea, solo le falta el reggaetón. El espectáculo está. No solo sigue el ritmo con los pies. No solo baila. Perrea, juega con el micrófono y llega hasta abajo. Proyecta el placer en su cara y en sus movimientos. Hace lo quiere, y con una naturalidad envidiable. Esa envidia de los que lo han tratado de vendido.

Se desdobla una, dos y hasta tres veces. Como la evolución que ha mostrado en cada uno de sus trabajos, desde 5×5 (2005) hasta GP (2012): los últimos espasmos folk mezclados con electropop de “12 Minerales” y “Por la ventana” del Audiovisión (2010), o la consolidación del sonido andino de “En la naturaleza (4, 3, 2, 1, 0)”, siempre enfatizado en lo colectivo: «En este tipo de música canta un montón de hueones, eso me gusta».

Si no te hace bailar, no sirve. Ahora, Álex se pasea inquieto por el escenario en esa búsqueda, se tira al suelo como si se estuviese encendiendo por dentro.

Va decidido y rabioso y rápido y frágil a que este sea el último baile de su vida y, a ratos, parece ser una buena forma de morir. Con el escenario en llamas de telón. Luego se confunde entre el público y canta cara a cara con un rubio que está al borde del desmayo y le toca el culo tres veces, con más desparpajo que elegancia. Sacude una y otra vez el cuerpo, a ratos se queda quieto y las luces profundizan el dramatismo de sus canciones.

Se escucha “Amar en el campo” y Álex & Daniel se pierden en el público, que los absorbe y diluye sus voces en un coro que sabe la letra de memoria. Y luego todo se acaba. Queda el escenario vacío, los fans a la espera de un encore imposible y no hay más que silencio.

Y esta vez no explotó ninguna mesa de sonido.

Álex & Daniel: ahora sí

Sobre el autor:

Javier Correa y Bastián García

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