Antes de que el tiempo se acabe

por · Junio de 2015

La cineasta Maite Alberdi enhebra prodigiosa las agujas de un grupo de abuelas, en base a sus recuerdos, análisis y conjeturas sobre sus respectivas vidas, construyendo en La once un poderoso tejido vivo de emociones.

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la once alberdi

Durante sesenta años, un grupo de octogenarias —todas amigas desde el colegio— se reúne una vez al mes para ponerse al día en el acontecer personal y social. Son señoras católicas, con peinados de peluquería, chaquetas de tweed y suéteres de algodón, de hablar pausado, que manejan una sabiduría en torno a la resignación y humildad, de juicios equilibrados y risas cargadas hacia la picardía, así como también poseedoras de miedos heredados por la religión y la cultura de su clase, y de comentarios —con la distancia que da el tiempo— de enternecedora ignorancia y de un conservadurismo pueril.

El espectador influenciado por el prejuicio podrá creer que La once se trata del registro audiovisual de un grupo de ancianas fascistonas y de visiones pesimistas, pero nada más alejado de la realidad. Se trata de las encarnaciones de las abuelas de todos, en mayor y menor frecuencia, reconocibles en sus puntos de vista y apreciaciones. Estas mujeres son las últimas glorias de una generación en vías de extinción, donde no hay espacio para el arribismo, ni las agresiones gratuitas o la banalidad. Es cierto que lo que se aprecia es el retrato de una burguesía, pero es el tratamiento de la obra el que obliga a dejar de lado cualquier tipo de imaginario clasista.

Es la tradición oral lo que las mantiene vigentes, el sacro ejercicio de juntarse a tomar incontables tazas de té y de disfrutar de las tentadoras bandejas de pasteles lo que les devuelve el alma al cuerpo. Es en esa inocente neurosis de la repetición, en la que todos nos movemos, donde este grupo espera con dignidad a la muerte, porque con el correr de los años en los que transcurren estas onces, no todas las amigas llegan a la reunión.

Posiblemente es fuera de cuadro cuando se desarrollan los momentos más poderosos de este documental: imaginar a estas amigas en su preparación para salir al encuentro acordado, eligiendo en sus casas cómo irán vestidas, de qué temas conversarán, a quién recordarán, o qué anécdota nueva saldrá al ruedo y qué canción entonarán.

Esto no significa que La once quede al debe: se trata de posibilidades que Alberdi insinúa pero que potencian desde la ausencia al documental, un gran tramado de texturas mentales y materiales físicos que componen este patchwork que se entrega como una posta a los descendientes y espectadores, en el que se busca no perder el hábito de esa frase tan manida aunque cada vez más utópica de «conversar mirándose de frente».

Porque hacer un trabajo de estas características en los cómodos tiempos de twitter y whatsapp es un manifiesto, un acta de dos postulados: reencontrarse antes de que el tiempo se acabe y preservar el diálogo por sobre todas las cosas.

Antes de que el tiempo se acabe

Sobre el autor:

Fernando Delgado es comunicador audiovisual y guionista de series y teleseries en TVN, MEGA y CHV.

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