Antes que el desierto sepa estás muerto

por · Enero de 2011

Habla el autor de “Rescate/Historia de los 33” (Editorial Debate), Andrew Chernin

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Una aclaración: no es al azar el nombre que encabeza este artículo. No es al azar porque el título tentativo de “Rescate/Historia de los 33”, el libro que el periodista Andrew Chernin acaba de lanzar sobre los mineros, en algún momento fue “Antes que el desierto sepa estás muerto”. Y no es menor porque -al final- el libro de Chernin es sobre una historia árida. No la de los 33 mineros, sino la de Mario Gómez, el más interesante de ese grupo. Ese hombre de 63 años quien en una aventura marítima de tintes novelescos, terminó como polizón en un barco en las costas brasileñas y quien -en uno de los mejores capítulos del libro- perdió tres dedos en una explosión y ante todo reaccionó con calma.

Y para narrar todo esto, vale aclarar, Chernin no le teme a una primera persona (que da cercanía al relato) y se distancia del periodismo que sobrevalora el dato duro. Del periodismo periodístico. Ya saben: esta es una historia que todo vimos en la televisión, que todos revisamos en los diarios y que muchos twittearon al respecto. Pero que sólo en las páginas de “Rescate/Historia de los 33” será posible conectar con el grupo de mineros encerrados en las profundidades de un desierto que casi los daba por muertos

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Andrew Chernin

Dicho y hecho, algunos datos: Andrew Chernin (26) es periodista de la revista Qué Pasa. Dice, medio en broma, medio en serio, que es periodista de desastres. Estuvo en los saqueos post/terremoto, en Punta Arenas, entre otros lugares. Le gusta emborracharse en el bar California y practica tenis. De hecho, esto último es lo que estaba haciendo cuando su jefe de la Qué Pasa lo llamó para que se fuera a cubrir el tema de los mineros. “El domingo 8 de agosto del año pasado yo estaba jugando tenis, contra un viejo de bigotes, y recibiendo la paliza de mi vida. Me llevé un triple 6-0 al camarín y, encabronado, revisé mi celular: tenía cinco llamadas perdidas de Enrique Mujica, que todavía era mi jefe y el director de Qué Pasa. Lo llamo y me cuenta que el tema de los mineros ha subido, que se viene una tragedia, y que, por eso, tenía que comprar un pasaje a Copiapó. Manejé como un imbécil angustiado hasta mi casa y compré el último vuelo Lan que quedaba. Llegué a la mina, escribí probablemente la mejor crónica que he escrito para la revista y, dos semanas después, mi teléfono de la revista sonó”, dice.

¿Era la editorial?
—Sí. Y en ese minuto yo estaba trabajando en el tercer tema sobre los mineros en igual número de semanas y ya me estaba lateando. Pero claro, si suena el teléfono, te dicen que te llaman de Random House Mondadori, y te preguntan si te gustaría escribir un libro para ellos, es difícil decir que no.

¿Cómo lo hiciste para reportear? Me imagino que, pese a que tenías información por haber ido a la mina, te faltaba información para el libro…

—Todo lo que tuvo que ver con la mina y el campamento lo reporteé, primero, por la revista. Así que esa parte la tenía más bien cubierta. Lo que sí, iba tomando notas de todos los detalles que no podría publicar en la revista. Como que había una periodista alemana, a la que le decían Michelle Bachelet, que, se comentaba, en menos de un mes ya se había acostado con dos o tres tipos. Todo el folclore y el exceso que por pautas no podía entrar en mis crónicas para Qué Pasa, entró aquí.

¿Y en qué momento tomas a Mario Gómez como el hilo de la crónica?
—Ya después del rescate contacté a Mario Gómez a través de su hija, Romina, acordamos los términos y viajé de nuevo a Copiapó para hacer la entrevista. Para terminar el libro tuvo que pedir un mes libre, sin goce de sueldo, y me encerré en el comedor de mí casa. En un principio pensé que podía terminar lo suficientemente rápido como para que estuviera en las librerías para Navidad. Pero al rato me di cuenta que era imposible. Escribir un libro, entendí, requería de otro músculo. Y en ese minuto yo no lo tenía.

La editorial ha vendido tu libro como de “periodismo narrativo”. ¿Qué te parece ese género?


Rescate/La historia de los 33

—Me parece la raja cuando está bien hecho. Cuando tiene huevos y personajes urgentes. Cuando está firmado por personas como Leila Guerriero, Caparrós, Tom Junod, Jon Lee Anderson y varios otros más, que me da lata seguir nombrando, porque me revienta las bolas el name-droping. Más que el periodismo narrativo, que tiene ese tufo a exceso de datos y poca historia, o a personajes de cartón sin sangre y sin miedos, me gusta más hablar de no ficción.

¿Y qué te parece el periodismo acá?
—El periodismo, en Chile al menos, está más obsesionado con saber cuántos kilómetros trotan todas las mañanas los personajes del mundo del poder, con manejar todos los detalles sobre las reuniones que sostienen con sus amigos, que de contar cuáles son los miedos que tuvieron que esconder los que hoy mandan, y el ADN que se encuentra en los instintos más bajos del chileno promedio. En corto: mucho texto que podría acompañar las fotos de la Vida Social, pero poca reflexión sobre la endogamia que cubre a este país.

¿Te inspiraste en algún libro o escritor para escribir tu libro?

—Hay cosas de Melville y Hemingway. Hay un tono muy gringo que, imagino, es bastante obvio para el que lea mi libro. Pero, y esto me parece más interesante, robé mucho del cine. Antes de escribir los capítulos sobre Mario Gómez, vi muchas veces “No country for old men”. Yo quería que Gómez pareciera primo-hermano de Ed Tom Bell, el comisario que interpreta Tommy Lee Jones. ¿Por qué? Porque comparten rasgos como que se trata de dos viejos duros que se parten porque, forzosamente, tienen que entrar a un mundo violento y oscuro que no entienden, y para el que no estaban preparados. Ojalá haya funcionado.

No quiero ser recordado como el periodista que una vez escribió un libro sobre los mineros

En un momento el libro se llamó “Antes que el desierto lo sepa estás muerto”. ¿Por qué ese título?

—El desierto de Atacama es duro no sólo por lo desolado, el calor, o el frío. Es duro porque te obliga a llevar una vida, como la del minero, donde la muerte te va dando pequeños mordiscos. Mario Gómez perdió a su padre, sus pulmones, y tres dedos por los ritmos del desierto. Los mineros, cuando bajan a una mina, saben que los están llenando de cenizas y que, tarde o temprano, eso lo va a matar. Pero nadie alega. Porque hacer eso paga bien y porque todos saben que esto es sin llorar. El tema es que Atacama es un país muy distinto que Santiago. Por eso todos los medios se maravillaron contando las épicas y tragedias diarias de la vida en Copiapó. Sólo que tarde o temprano iban a tener que irse y la ciudad iba a quedar dispuesta a lo de siempre. Que la muerte y el polvo poco a poco se la fueran comiendo.

¿Quién debería filmar la película de los mineros?

—Los hermanos Coen o Clint Eastwood.

¿Y por qué ellos?
—Porque manejan bien las historias de tipos duros, que ya dejaron de ser pendejos, y que no son muy ruidosos, que son llevados al límite en escenarios difíciles pero que ofrecen buena narrativa, como el desierto. La película sobre los mineros no necesitaría de fuegos artificiales o de canciones tristes tocadas por violines. Ese espectáculo obvio por lo inmediato ya lo tuvo. La película tendría que dar distancia, reflexión y sobriedad. Por eso, un pendejo bueno para filmar videoclips no serviría.

¿Y en qué proyectos andas ahora?
—Ahora estoy promocionando mi libro. Pero ya estoy conversando cosas con la editorial. Me interesa Golborne como personaje, pero también seguir alguna historia urgente que no tenga mucho que ver con la contingencia y la pauta de los diarios. De una cosa estoy seguro: no quiero ser recordado como el periodista que una vez escribió un libro sobre los mineros.

* CONCURSO: sorteamos un ejemplar de “Rescate/Historia de los 33” de Andrew Chernin (Editorial Debate). Para participar, responde la siguiente pregunta: ¿Qué director debería hacer la película de los mineros? Y deja tu nombre y correo-e.

Antes que el desierto sepa estás muerto

Sobre el autor:

Antonio Díaz Oliva Escritor, periodista y traductor chileno. Autor de la novela La soga de los muertos y de los libros de cuentos La experiencia formativa (2016) y La experiencia deformativa (2020). Editó la antología Estados Hispanos de América: nueva narrativa latinoamericana made in USA. Actualmente vive en Chicago.

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