Leo Medel, director de cine y de teatro, está hace varios años, junto a su productora Merced, en una búsqueda permanente y casi terca de las nuevas relaciones entre obra y espectador.
Leo Medel, director de cine y de teatro, está hace varios años, junto a su productora Merced, en una búsqueda permanente y casi terca de las nuevas relaciones entre obra y espectador. Primero fue una película con 36 mil maneras distintas de verla, luego obras de teatro para una sola persona, ahora una danza performática que emula a un café con piernas.
Hay una sala oscura, con luces de neón, una barra, tres asientos y dos mujeres, de pie junto a la pared. Están vestidas de “señoritas”, bien maquilladas y ropa brillante, tal cual los café del centro. Una prende la cafetera y pregunta qué se van a servir, la otra apenas levanta la mirada. El olor es rico, el aire está liviano. Una pantalla enorme dice Sobajeo, Refregada, Muestreo. La primera señorita hace el café y pregunta por la opción que se quiere elegir. Aprieta un botón, la pantalla va a negro, la música empieza. La segunda señorita avanza dos pasos, se ubica al medio y abre sus piernas como si fuera lo último que hará en este mundo.
El mismo Medel, en primera persona, justifica su experimento.
«Este es un proyecto que tiene como dos años y medio. Primero se empezó a transformar en una obra de danza, que después fue una obra instalada al interior de la productora. Y una vez instalada, queda en ese espacio extraño de si es una instalación, una obra de danza, una performance. Pero la obra justamente es eso: el cruce de todo, una obra de estética relacional. Súper clásica, penca y obvia, pero estética relacional. Para esa dimensión del arte es una pieza pop, cualquiera lo podría haber hecho.
La relación con la Daniela Chaigneaux, la bailarina, fue bien particular porque resultó casi inmediata. No hubo casting. A una ayudante de danza le di ciertas referencias de lo que andaba buscando y me dio el nombre de una persona. No me pude contactar con ella, pero en su facebook encontré a la Daniela. La contacté, nos juntamos esa misma tarde y quedamos ahí mismo en que lo íbamos a hacer. Lo primero que le pedí es que no tuviese cuerpo de bailarina, que no son muy sensuales, así con músculos muy desarrollados o muy delgada. Le expliqué que quería hacer una danza performance, donde una bailarina actuaba y trabajaba tal como lo hace una niña de un café con piernas.
Trabajamos muy duro en cuanto a la forma en que ella respiraba, para articular una sensación de entrega completa, para ver a la stripper dando vuelta completa en el caño como si fuera la última vez en su vida. Parece que cada una de las pasadas fuera así, pero no es tan así: es menos que eso. Proyectar la excitación y efectivamente sentirla y retenerla. Eso fue el centro, lo que significó más pega para mí.
Lo que más me llama la atención es develar el dispositivo del café con piernas como parte integrada del folclor cotidiano de Santiago. Tienen esta dimensión oscura y cavernosa, y por esa misma condición no se habla de él. Tú no vas por el mundo diciendo que estuviste en uno. Es como hacer caca: todos saben que uno hace, pero no se habla demasiado al respecto. A menos que estís entre hombres, o en confianza, porque hasta entre hombres pero sin mucha confianza uno tampoco lo dice. Es súper extraño, igual, porque está lleno de cafés con piernas, entonces evidentemente el público que lo consume existe.
Lo que intenté fue replicar lo más fielmente posible la sensación más profunda por la que alguien va a un café con piernas. No es solamente la búsqueda del sexo, de la carne. También hay algo con la soledad masculina, con bajar a la caverna, meterte al útero, cubrirte de alguna weá para morirte un poco y nacer de nuevo. Esa condición tiene el café: te entierras vivo y sales de nuevo, y siempre al salir es esa sensación de no ver, como de hay demasiada luz acá fuera.
En el café nuestro pasa algo así. Los hombres salen descubiertos, tengo la sensación. Como que afuera ponen cara de me cacharon. Y eso es porque en algún punto de la obra hay algo que también pasa en los café con piernas de verdad, que no es estrictamente lo sexual. Tiene que ver con la instancia, la luz, la bajada, la música.
Una pregunta que nos hicimos fue: ¿Queremos imitar a un café que está en el centro? ¿Queremos hacerlo ultra diseñado? ¿Virtualizarlo? Al final fue: si nuestra productora está en el barrio Lastarria, hagamos un café con piernas del barrio Lastarria. Por eso la Daniela usa zapatillas, las sillas tienen diseño. Pero está vinculado al centro, no es distante de los cafés de Morandé. Está todo más producido y un poquito más limpio, más estilizado, más cerca del MAC. Pero tampoco tan cerca.
Lo más extraño para mí, del público que asistió, fueron las parejas que llegaron juntas. Generalmente, salía de la performance un hombre más tímido y una mina diciendo qué linda ella, qué bacán la mina, qué bonito todo. Como una mujer sorprendida por haber descubierto esa dimensión del varón, o habiéndola conocido y contenta de hacerlo público. Tuvimos una polola que se salió en medio de la obra, con un espacio emocional fuerte, y él se quedó dentro. No sabemos qué pasó con eso. Tuvimos un usuario que salió muy caliente y muy afectado. Salió a fumar y estaba al borde de las lágrimas. Ese fue nuestro triunfo, él era nuestro público objetivo. Estar al borde de las lágrimas es algo que tiene que ver con esa búsqueda de la soledad masculina.
Hay algo también oracular en la mina del café con piernas. Yo creo que uno va a preguntarle algo. Los hombres van cuando tienen problemas, y salen pensando en algo. Lo bacán es que a la salida, en la productora, se ha dado una instancia muy entretenida, menos grave que en la realidad. Es como sí weón, sí voy, qué. Como que se le quita el peso dramático, el melodrama que normalmente rodea a los café con piernas. Todo el mundo tiene derecho a enterrarse, a ser tocado, a poner el counter en cero. El problema es el atado que como sociedad tenemos con respecto a eso. Lo bueno de acá es que afuera, al salir, nadie te está mirando, diciendo ah, fuiste a un café con piernas».