Black Swan: El ballet del engaño

por · Febrero de 2011

Revisamos la premiada Cisne negro de Darren Aronofsky con Natalie Portman

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Black Swan, una de las películas más comentadas del último tiempo, todavía sigue generando reacciones. Sobre todo como una de las cintas que más suena con nominaciones en los premios Óscar. Acá recibe un dardo. El debate continúa.

Nina Sayers según Natalie Portman

Paranoia, locura, competividad, perfección, talento, el bien y el mal. Black Swan se mueve en todos esos registros que provocan tensión e interés en el espectador, pero utilizando armas demasiado efectistas, evidenciando una truculencia en clave ópera que deja una sensación de impostura a lo largo de toda la película.

Bastante se ha escrito de esta cinta y en general, ha sido alabada por la crítica y probablemente se siga ganando nominaciones y premios. Pero lamentablemente, los premios tienden a considerar una obra sólo como buena, que funciona, que genera aplausos, pero hay cosas bajo la superficie, que a la larga, al menos para mi, son mucho más importantes que si algo es bueno o malo.

El tema de una compañía de ballet que realiza “El lago de los cisnes” y los problemas “con el bien y el mal” de la encargada de protagonizar la obra, suena como un anhelo de validación frente a cierta critica, a cierto público, que creen que con poner un violín de fondo durante toda la película, esta se transforma inmediatamente en alta cultura o algo digno de respeto.

Black Swan en ningún caso es una mala película. Es engañosa, falsa, pretenciosa, que no es lo mismo

Si todo se midiera por premios, por rating, por butacas perdidas, estamos mal. No todo son números. No todo es técnica. Black Swan en ningún caso es una mala película. Es engañosa, falsa, pretenciosa, que no es lo mismo.

Dentro de ese inmenso abanico de cintas que buscan meter el dedo en la boca a través de cierta onda, están American Beauty o Dancing in the dark y sin ir más lejos, Requiem for a dream, del mismo Darren Aronofsky. Obras que están demasiado pensadas y los actores parecen maquetas. O títeres manejados para realizar un plan, pero dentro de ellos no hay vida, lo que confirma la idea que en el cine los peores errores son morales y no técnicos.

Sin embargo, con El luchador (The Wrestler, 08), se nota que Aronofsky se oculta más y siente más y se la juega por el personaje que interpreta Mickey Rourke como si también sintiera los golpes.

Pero con Natalie Portman interpretando a Nina Sayers (quien realmente se luce) el director hace que su personaje esté lleno de artificio. Se supone que Nina es una especie de cenicienta, demasiado buena e ingenua para un mundo tan competitivo como el ballet, pero desde el comienzo se la muestra como una joven dañada, que se daña y daña al resto en forma sutil, casi oculta (insisto, la sutileza sólo es en un comienzo), todo para generar cierta lástima, pero no empatía. Y ahí quedan claros los vicios del director, eso de apelar a una emoción poco consistente y facilista, que nunca son necesarios.

Porque Aranofsky en Black Swan no dirige, manipula. Y eso se nota. El tipo tiene talento, pero lo utiliza sólo como un ejercicio de lucimiento personal y no para ponerlo en función de los personajes o la historia.

Uno nunca pierde en interés con lo que pasa y eso es un mérito indudable, pero todo lo que salía en pantalla generaba incomodidad, desconfianza. Y en una película, está claro, no basta con que se muestre algo de sangre para que tenga corazón. Y Black Swan no lo tiene.

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Black Swan: El ballet del engaño

Sobre el autor:

Marcelo Poblete

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