Más zorrista que bielsista

por · Marzo de 2014

El Zorro Álamos era conservador pero también era Zorro. Chile, por suerte, ya no está para perder por poco, pero tampoco para ganar por mucho.

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Luis Álamos (Chañaral, 1923), el Zorro, fue uno de los entrenadores de fútbol más influyentes y exitosos de nuestra historia. Lo paradójico —o lo paradigmático, según se le mire— es que también fue uno de los más conservadores.

Dirigiendo a la U, a fines de los cincuenta, logró formar al Ballet Azul. Con ellos salió campeón en 1959, 62, 64 y 65, al mismo tiempo que asistía a Fernando Riera como entrenador de la selección. Consiguió clasificar a Chile al mundial de 1966 y, dirigiendo a Colo Colo, consiguió el campeonato en 1972 y llegó a la final de la Libertadores al año siguiente.

alamos«Lo más revelador del Zorro», cuenta Luis Urrutia O’Nell, Chomsky, «es la charla técnica que da en el segundo partido con Independiente, en la final de la Libertadores. Colo Colo había empatado en Avellaneda, y el Estadio Nacional estaba lleno, ochenta mil personas. Fue una charla muy cautelosa. Lo que más les reiteró a los jugadores fue “tenemos otra oportunidad, no podemos perder este partido, porque si perdemos acá vamos a causar un daño generacional al fútbol chileno”. Y todos los jugadores sienten que en ese partido debieron haber arriesgado más».

El mismo entrenador llevó a la selección a un siguiente mundial: Alemania 74. Chile contaba con una excelente generación. Elías Figueroa sería elegido ese año como el mejor jugador de América. Alberto Quintano era figura en el Cruz Azul y Carlos Reinoso en el América. Chamaco Valdés y Carlos Caszely, junto al Negro Ahumada y el Pollo Véliz, eran ídolos en Colo Colo, al igual que el Chino Arias en la Unión. Un equipo que, por sí mismo, provocaba justificadas expectativas.

Pero el debut fue con los locales, la Alemania Federal, y el Zorro Álamos, aparte de moderado, estaba enfermo de diabetes. Cuenta Chomsky: «Chile ese día jugó con dos volantes de contención: Juan Rodríguez y el Loco Páez. Ahí estaba demás Rodríguez. En ese puesto el Zorro tendría que haber arriesgado más».

Todos le echan la culpa al golazo de Paul Breitner, pero esa tarde berlinesa la selección no tuvo mucho más que hacer. Un pelotazo a Ahumada que el delantero no consigue dirigir al arco y un centro rasante que el mismo Negro no logra conectar fueron las únicas llegadas. Nada más. Con dos líneas de cuatro y los laterales bien retrasados, si el 0-1 resultó ser un digno marcador fue gracias a Elías, la figura de Chile con más de veinticinco intervenciones defensivas.

Acostumbrados a perder, los diarios, al otro día, titularon cosas como «Chile se superó» o «Satisfacción de los chilenos».

El contraste puede ser escalofriante. Recién llegado a Stuttgart, proveniente de Turín, Arturo Vidal (San Joaquín, 1987) dijo, muy suelto de cuerpo: «Jugar con Alemania ayudará para que otras selecciones nos tengan miedo». Sus ojos juntos, casi turnios, apenas pestañearon.

Chile y sus jugadores quieren salir a ganar, incluso sin recaudos. Sampaoli no sugiere lo contrario. Estos discursos envalentonan y en su repetición consiguen ser convincentes, a veces superando sus propias intenciones. ¿Chile quiere? ¡Muy bien! ¿Chile puede? Es probable. ¿Chile lo logrará? Ah, bueno…

Lo peligroso de las expectativas es que luego hay que cumplirlas. La selección tiene los jugadores, el trabajo y los resultados como para generar tamaña esperanza, pero no debería alimentarla con palabras fáciles para portadas de tabloides. Lo que la gente quiere escuchar casi siempre vuelve en contra, como un escupo lanzado en velocidad.

Alemania ya no es la de siempre. Su juego clásico —ordenado, físico y calculador— habría beneficiado al Chile actual, dinámico y de mucha presión. Pero el equipo de Löw juega a lo que se juega hoy, y lo hace con los mejores: su base es el Bayern de Guardiola, el equipo con la mayor posesión, el mejor promedio de gol y la valla menos batida de Europa. E invicto aún en la Bundesliga.

Seguramente, Chile verá poco la pelota. Si intenta presionar arriba, con intensidad, quedará sin aire en los últimos veinte minutos. A menos que, como ante Inglaterra, un gol tempranero le dé otro ritmo al partido. La ausencia de Mena le entregará mucho espacio a Lahm para subir, y si Valdivia no es titular, Kroos tendrá más espacio para dirigir el juego.

El Zorro Álamos era conservador pero también era Zorro. Chile, por suerte, ya no está para perder por poco, pero tampoco para ganar por mucho. Para que las palabras de Vidal cobren sentido, Sampaoli no sólo debe promover el riesgo y la intensidad sino —y sobre todo— la inteligencia y la concentración. Ser, en los detalles, más zorrista que bielsista.

“Hay que dejar de hablar y demostrar las cosas en el campo”, dijo Alexis después de Vidal, quizá ya contagiado de la sabiduría de sus compañeros en el Barcelona, sabiendo que mucha cháchara se les puede ir de las manos. Sólo Mourinho gana partidos hablando. Para los demás sólo queda jugar.

Más zorrista que bielsista

Sobre el autor:

Cristóbal Bley es periodista y editor de paniko.cl.

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