Cómo sobreviví a Arjona

por · Mayo de 2012

Estuvimos en la última escala del tour Metamorfosis del guatemalteco. Su sexta parada en el Arena.

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Hace un par de meses se me ocurrió escribir cómo sería ir a un concierto de Ricardo Arjona. Qué hubiera escrito Neruda. Nos acreditamos, nos miraron feo y, para su sexto concierto seguido en el Arena, con temblor simultáneo en el sur, ya estábamos listos.

// Por: Isidora Cousiño V. • Fotos: Felipe Ojeda.

El show fue toda una experiencia. Sinceramente, no sé en qué estaba pensando. Estamos hablando de una gira llamada “Metamorfosis” y yo no presencié cualquier fecha, más bien, estuve en el último concierto: el sexto, ese que rompió el récord del guatemalteco en Santiago y que hasta le llevó reconocimiento por parte del Arena al cantante de “Mujeres”. ¿Colgará en algún lado su súper recuadro? ¿Se lo habrá llevado que sea? Podemos decir que estuvimos en fecha súper especial.

Aclarar que: jamás he sido miembro de un anti fanclub ni me he metido a foros destruyéndolo (¿qué tan perdedor puede ser eso?), pero no puedo negar que detesto sus canciones. En mi casa jamás se escuchó. Mis hermanas no tuvieron ni un solo cassette y mi mamá no mostró ni el más mínimo interés en él. Ahora, si hablamos de Luis Mi o Miguel Bosé, me sé todas las canciones y a mucha honra.

Claramente los hits uno los conoce, no por eso los cacha bien, pero Arjona ya es parte de la cultura popular que debería ser metida en una hoguera y arder hasta desaparecer de la faz de la Tierra. Pero en fin: vende y moja (ay) a todas las viejas around the world.

Tarde

20.00 horas, salgo de mi casa y se pone a llover. Llovió, no me importa si no fue toda la noche: no fue una llovizna, aunque podemos transar con que fue un leve aguacero que duró los exactos veinte minutos que demoré en caminar las quince cuadras que separan mi casa del metro. Con el taco que había no me quedó otra opción. Y vamos con el frío, pasada a pantis de polar, camiseta térmica, polerón, abrigo y un viento de guerra que, aún cuando las hojas de los árboles con suerte se movían, lo único que intentó dar vuelta fue el paraguas que por supuesto llevé a puro pasear.

Todo este correr, porque era a paso acelerado, fue para encontrarme con mi fotógrafo a quien llamo y… estaba en su casa. Echado. Me enojo con él, le digo que se levante de la cama, se excusa con que pensaba que habíamos abortado misión, lo mando a la punta del cerro. Me subo al metro y listo. Por lo menos ya estoy ahí, ¿llegará este otro mono? No lo sé, pero mi ira del momento no me deja pensar bien, así que entré en una nebulosa de puros pensamientos feos. Empecé a temer por los chillidos que habrían. ¿Qué pasaría si se pone igual que el concierto de Backstreet Boys? Donde fui de pura gana, por si las moscas. En esa ocasión ni siquiera alcancé a ver la cabellera rubia de mi amor de infancia, Nick Carter, por los saltos kilométricos de sus fans junto a mi necesidad de encorvarme, tapándome los oídos a causa de los decibeles que alcanzaban estas féminas de pulmones superdotados. Fue una experiencia horrible, de las peores en mi vida.

Sentí miedo. No sabía cómo sería esta noche para mí. ¿Qué pasa si me terminaba gustando Arjona? Si, una vez estando ahí, ¿me cautivaba y le daba una oportunidad? ¿Y si dejaba de ser “alguien que se dedica a odiar la música que no le gusta” y, por ende y como dijo a La Tercera, una idiota?

Ya me encontraba en el Parque O’Higgins. Me sentí de cinco años porque me bajó un mal genio más parecido a una pataleta que a otra cosa. Estaba enojada por estar ahí, enojada por saber que me estaba perdiendo otro concierto que sí estaba la zorra y, por sobre todo, lo estaba conmigo misma. ¿Por qué en algún minuto pensé que esto podría haber sido una experiencia entretenida? Además, enfurecida con mi maldito fotógrafo, quien brillaba por su ausencia. Oh, sorpresa, justo me llamó. Me avisa que hay solo una entrada por lo que no podrá ir. Listo, chao, gracias. Corté. Me coloqué entera contenta.

No existe proceso más jodido que el de recibir entradas de cortesía cuando no están a tu nombre. Tienes que presentar tu cédula de identidad, demostrar que no le estás robando a nadie y si no eres quien dices ser, fregaste. Obvio. ¿Y a nombre de quién estaba nuestro sobre con los tickets dorados? No al mío, claramente.

Mientras pensaba qué hacer, me puse en la fila más larga que encontré. Había una más corta pero elegí esta sólo para hacer más placentera la experiencia (…) le mandé un mensaje a este loco y le dije que me enviara un mail bien representativo y con su nombre para demostrar quién era, explicando que yo podía retirar las entradas sin rollos. Este condenado me manda una caca de mail en blanco donde el asunto decía: “entradas”. Me prometí pegarle en alguna parte muy sensible cuando lo viera.

Esperando en la fila me puse a analizar a la gente. Harta peloliso (dijo la Cousiño), harto pololo haciendo mérito, varias “señoras de las cuadro décadas” (sic) y, aunque tuve una discusión sobre esto: a menos que existiera harta mina con dos novios, HABÍA su buena cantidad de hombres. Celular en mano, por fin mi turno. Crucé los dedos para que sirviera de algo el mail barato que tenía de prueba, cuando me atendió el hombre más guapo que había visto esa noche. Generalmente habría intentado hacerme la linda, pero estaba tan desesperada que solo atiné a aferrarme a la reja que nos separaba y decirle: “POR FAVOR, LEE EL MAIL. ES CHARCHA, PERO ES REAL”. Lo triste fue que el bonito no tenía ni un poco de autoridad, así que llamó a una amable lola de cabellera larga que solo pudo decirme que paniko.cl no existía ni por si acaso en la lista.

Ah, no te preocupes, dije guardando la compostura con mi mejor sonrisa. Debió ser error nuestro (¡tuyo, Don fotos! ¡TUYO!). Gracias de todas maneras, ¡chao! Misión frustrada, pensé. El loco de las fotos me llama justo cuando lo iba chuchetear entero y, de repente, aparece una luz. En cámara lenta, en movimientos suaves y bellos, veo a la mujer de cabellera larga y al viento que como en un sueño me explicó que todo había sido un error, pidió perdón y entregó el sobre.

Las tenía. Tenía-las-dichosas-entradas. Don fotos apareció, nos encontramos sin resentimientos y entramos. Teníamos nada más ni nada menos que Platea Baja Diamante, así que mientras especulábamos qué tan bien veríamos, enfilamos para ser registrados. Mi encendedor siempre lo tengo escondido por allá arriba y no entiendo cómo no desarrollamos una técnica ni tampoco se nos pasó por la cabeza el tema de las cámaras.

Después de la ley SOPA, curiosamente se puso más complicado entrar con cámaras que sean profesionales a los conciertos masivos; sólo puede hacerlo una persona que tenga credencial. Es decir, si eres el fan número uno y de verdad mereces sacar esa buena foto, fregaste, como fregó mi anti amigo fotógrafo, a quien no le alcanzaron ni a tocar la mochila cuando le pillaron el lente, el cuerpo, la batería, el repuesto y el flash de una, porque le faltaba el trípode no más. Nos sentimos en peligro. Y quiero contarles algo: cuando dicen que los locos de seguridad son brígidos, es mentira: son trígidos.

21.30. El show comienza y nosotros seguíamos peleándola para poder entrar, pero no. No había caso. Teníamos que dejarles o el lente o el cuerpo o la batería. Duh-uh, la opción era la batería, así que mi cabro llamó a un amigo de la producción y se la pasó. ¡Pregunta rápida! ¿Cómo hacer enojar a un guardia? Pasando arriba de él y creyendo que arreglárselas con otra persona es la solución. Tuvimos que volver a pedir la batería y pasársela a ellos, muertos de miedo jurando que la iban a perder. “Oye, si nosotros les estamos haciendo un favor acá”, nos decían. Con el así tremendo fierro ya les queríamos pegar.

En todo eso nos alcanzamos a perder solo el primer tema del show. Lamenté no haber visto la entrada, pero ahí estaba. Después de cinco conciertos sold out de Ricardo Arjona este era el último de su pasada por Santiago de Chile.

Si el norte fuera el sur sería la misma porquería

Cuando entré y me senté se me noqueó el cerebro. Primero porque por fin lo había logrado, con sus dificultades y en tiempo récord, pero además porque estaba frente a un escenario que pretendía ser una casa de dos pisos con escaleras, living, piezas, camas, todos los detalles impecables. Había dos pilares a los costados: en el derecho estaba el baterista y en el izquierdo el encargado de la percusión latina. Esa fue la primera de todas las caras del escenario, porque después giraba y se convertía en un pub, luego en un circo y así, en varios más lugares comunes arjonísticos. Era la mansa producción.

Primera observación: no cachaba que Arjona se rodeaba de tantos violines. Digamos, si lo sentamos y le cerramos el pico, tiene una gran banda sumándole teclados, un cello, guitarras, baterías, etc. Eso me pareció bien. Me pareció llamativo no haberme dado cuenta de eso antes. No haberme dado cuenta que, bueno, Arjona tiene una banda y que la ocupa.

Entre canciones le daba por poetizar unos monólogos medios del terror, que empezaban en nada, divagaban en cualquier cosa de lo humano y lo divino, pero al final-final se tiraba una frase que era una pista de la canción que se venía. Era divertido, porque con Don fotos teníamos chatos a nuestros vecinos de todo lo que nos cambiábamos de sillas y conversábamos (lo que es pecado mortal en un concierto, lo sabemos y es que nos aburríamos tanto. En serio), pero luego les poníamos atención porque se motivaban e intentaban achuntarle a cuál sería la próxima. Hey, ACERTABAN. Y luego cantaban. Porque todos cantaban. De repente yo me sonaba con mi gran confort, pero, para mi desgracia, nadie lloraba. Cada maldita canción, cada parte, todo el Arena se la sabía.

El Movistar estaba casi lleno, lo único que faltó por repletarse fue la cancha general, lo que está bien porque ya era el sexto concierto consecutivo y ya… basta, ¡por favor! Este Arena resonaba con las voces de los fans y era tanto el vozarrón colectivo que él perfectamente se podría haber ido y el concierto seguía. Eso sí, quiero decir que Arjona es una persona egoísta. ¿Qué más le gusta al fan que lo dejen cantar? Es como si uno le estuviera dando en el gusto al artista. “Mira todo lo que te quiero, me la sé y te la canto, ¡me la sé entera!”, pero cuando él dirigía el micrófono hacia el público o los incentivaba a tomar el mando, se los quitaba de una. Como los diez segundos que le dio a la señora de casi sesenta décadas que invitó al escenario. Yo creo que ella imaginó un bailoteo, algo medio abrazado, pero ni cerca. Se subió, la llevó a una silla, se sentó al lado, dijo la última frase de la canción y estamos, para abajo. Donde sí se las jugó fue cuando le arrebató el celular a una fan-de-primera-fila que lo sostenía en el aire porque un familiar estaba escuchando la canción y él le empezó a conversar. Tela, poh. ¿Qué tan la zorra puede ser hablar por celular con tu ídolo y que además se te ponga a cantar después por el teléfono? Cuático.

Esas fueron mis grandes observaciones, ¿el resto? Me aburrí. El show fue eterno y creo que pasé por lo menos unos cuarenta minutos sentada en la misma posición, sin moverme, con la mirada fija y desenfocada en la inmensa pantalla LED ubicada sobre la escenografía, que de repente apañaba y otras veces se ponía digna de canal reguetonero. Lejos lo más interesante que viví esa noche fue que la Onemi tuiteó que hubo sismos en Antofagasta y en la Región de los Lagos, al tiempo que Arjona asumía su “responsabilidad” de los temblores en Chile sin saber que estaban pasando unos cuantos más en ese mismo momento.

Con daños a terceros

1- Fue un colapso mental feo. Ya dije que nunca he cachado sus letras más que las recontra conocidas y esas las veo medias difusas no más, así que en mi estado catatónico comenzó una canción que decía algo así (estos son los pedazos que escuché): “ella es mi novia desde que me acuerdo, amor del bueno desde que la vi / yo ya tenía un espacio en mi cuaderno para pintar su nombre, presumí / mi novia se está poniendo vieja / sabrás que te hablo solo a ti MAMÁ”. En ese minuto prácticamente me senté bien en mi silla para saber si había entendido bien, porque cuando llegué a mi casa busqué la letra en google y entendí todo, pero NADIE en su sano juicio trata de “su novia” a su propia mamá.

2- Quise ser profesional, de verdad lo intenté. Ya estando ahí tenía que vivir la experiencia, así que intenté sumarme a la masa que cantaba, pero como no me sabía ninguna intenté mi truco donde me subo a la última sílaba y me la paso en “aaaah”, “ouhhh”, “eeeeh”. Pero no resultó, me cansé altiro. ESTABA TAN ABURRIDA. El show llevaba una hora y media, y recién habían hecho el “gracias Santiago”, su bajada del escenario duró solo cincuenta segundos. No hubo break, mi cerebro explotaba. Así que me volví a sentar quieta, absolutamente inmóvil cuando me doy cuenta que nuestras posiciones estaban frente a frente, kilométricamente frente a frente y no sé qué me bajó que por cuatro segundos, sentí que me estaba cantando a mí. Escalofríos, piernas de jalea, retorcijón en la guata, quiero a mi mamá. “¿QUÉ FUE ESO?”

3- Mi estado de letargo ya era preocupante, pero no tanto como mi situación. Hubo un momento donde comencé a pensar en mis propias situaciones amorosas –por favor, eran puras canciones de amor– y… me identifiqué con una canción de Riqui. No emitiré más comentarios.

Somos libres. Don fotos ya se había paseado por todo el lugar y hasta había propuesto que nos fuéramos antes, pero yo tenía que vivir la experiencia completa. Se acabó el show y salimos hechos un peo. Qué manera de haber gente feliz. Afuera compraban poleras, cintillos, corbatas, llaveros, pero una compra compulsiva, esas ansias de llevarse todos los recuerdos posibles de un concierto que quizás les cambió la vida.

Y los entiendo, también cambió la mía, aunque creo que no de la misma manera.

“Vida”
“Lo Que Está Bien Está Mal”
“Animal Nocturno”
“Hay Amores”
“Desnuda”
“El Amor”
“Acompañame A Estar Solo”
“Mi Novia Se Me Está Poniendo Vieja”
“Dime Que No”
“Cómo Duele”
“Señora De Las Cuatro Décadas”
“Fuiste Tú”
“Reconciliación”
“Tarde”
“Te Conozco”
“Si El Norte Fuera El Sur”
“El Problema”
“Minutos”
“Mujeres”

Cómo sobreviví a Arjona

Sobre el autor:

Isidora Cousiño (@icousino) es voz de Rock&Pop y alimenta el blog Little Fury Things

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