La escritura de Constanza Gutiérrez: “El personaje que no ve bien la realidad siempre sirve para hacer chistes”

por · Octubre de 2021

Hace unos meses, la escritora publicó su cuarto libro de cuentos, Pelusa Baby, que reúne 19 cómicos y reflexivos relatos. En diálogo con Paniko, habla del lado oscuro de la vida laboral, sobre qué es ser escritora, algo de amor y, por supuesto, humor. “Me cuesta mucho ser solemne”, asegura.

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Puede ser fácil equivocarse, y al menos en el primer cuento de Pelusa Baby, “La colonia tolstoiana”, confundir a la narradora con la escritora. Es que hay varios detalles en común: ambas se llaman Constanza, estudiaron Literatura y sobreviven en base a pegas que pueden ser tan variadas como esporádicas… pero, sobre todo, las dos escriben.

En esa primera breve historia, en un inicio, la protagonista “no estaba contenta” con la monótona rutina laboral que llevaba. Aunque de pronto, llega una especie de iluminación, que se convierte para ella en una suerte de camino a seguir en la vida, para hacer lo que le gusta: escribir.

Sin embargo, su autora de 31 años, Constanza Gutiérrez, que ha publicado libros como Incompetentes (2014) y Terriers (2017), parte con una advertencia:

—Lo primero que me gustaría decir es que no porque yo escriba un cuento sobre algo, eso significa que yo, autora, vaya a aplicar esas ideas a mi vida. Podría ser incluso que hable de ellas irónicamente. 

El lector juzgará.

O haces lo que quieres hacer ahora o no lo harás nunca“, le aconsejan a la protagonista en el cuento, que busque una especie de libertad, de independencia laboral.

Pelusa baby

Ahora, sobre eso, la escritora de la vida real reflexiona con Paniko, por vía escrita, sobre la vida laboral:

—Creo que tener patrones es difícil y que en general las empresas que nos contratan no piensan en nosotros como humanos, sino como un medio para hacer más plata, y que esa situación es muy complicada para cualquier persona, tan complicada como la de no tener patrones fijos e ir buscando distintas pegas cada semana, y mantener la disciplina sin que nadie te esté chicoteando. Como las dos cosas iban a ser difíciles, elegí la segunda, porque, a cambio de incertidumbre, queda tiempo libre. Me funciona. Logro vivir sin molestar a mis familiares y amigos para que me presten plata, al menos.

Si bien lo único peor que tener trabajo es no tenerlo, yo no estaba contenta”, dice la narradora en ese cuento. ¿Cuánto de autobiográfico hay en la frase?

—Es algo que pienso: es fome trabajar, pero siempre que estoy haciendo algo tedioso pienso que sería mucho peor no tener ni siquiera esa cosa tediosa que hacer, y no poder pagar el arriendo ni la luz ni un pan con huevo y un café.

—Puede ser una frase que resuene a nivel generacional.

—Creo que podría resonarle a cualquier persona, de cualquier edad. Son pocas las personas que pueden trabajar en algo que les guste. Yo he podido, es una conjunción de suertes que he tenido: tener un talento, haber nacido en una familia que me permitió desarrollarlo, que mis papás hayan podido mandarme a la universidad, que haya gente que se ha interesado por mi trabajo. Pero incluso con toda esa suerte, todas esas suertes, a menudo tengo que hacer labores que no me gustan solo por la plata, porque nadie está exento, ni la mujer con más suerte del mundo. Y ahí pienso esas cosas.

¿Cuáles labores no te gustan?

—Siempre hago trabajos distintos, a veces algunos incluyen rellenar formularios, eso no me gusta nada.

Constanza Gutiérrez

Los sueños

Fue en 1990 cuando Constanza Gutiérrez nació en Castro, en la isla grande de Chiloé, pasando una buena parte del tiempo leyendo, viendo tele, mirando el mar. Su infancia transcurrió ahí y su adolescencia en Temuco, ciudad en la que a sus compañeros les hacía gracia su acento chilote.

Por ese entonces, ella ya escribía desde los siete años. Después se vino a Santiago y estudió Literatura. Hoy, con la pandemia, está de vuelta en tierras temucanas.

En aquel entonces, cuando llegó a la capital, su sueño era publicar un libro, aunque ese es un anhelo que hace rato cumplió.

—¿Y ahora cuál es el sueño?

—Nunca más tener que negociar mi paga con nadie.

Hace unos meses, en abril, publicó Pelusa baby, su segundo libro de cuentos que reúne 19 relatos cortitos, en los que hay risas, escenas casi fantásticas, ambientes enrarecidos y, claro, también, preguntas, reflexiones y profundidad.

En los cuentos “Mi abuelo el fugitivo”, “Mi tío Cacho” y “La colonia tolstoiana”, el lector se encuentra con protagonistas que deciden darle un gran giro a sus vidas, la “tuercen”, como dice uno de los narradores.

—En tu caso, ¿cuáles han sido esos giros, las decisiones claves de tu vida?

—Supongo que como para la mayoría de las personas que han podido entrar a la universidad, la de elegir una carrera que estudiar fue una decisión clave. Elegir estudiar Literatura fue clave porque ahora trabajo en eso, le dedico mi día a los libros. Si hubiera elegido otra cosa, le dedicaría mis días a esa otra cosa.

¿Y alguna vez pensaste estudiar otra cosa?

—Antes de entrar a estudiar Literatura pensé durante años en Periodismo, pero después no quise. Eso sí, las veía como carreras hermanas, veía Periodismo como otra manera de mantenerme escribiendo.

¿Qué crees que habría pasado?

—No tengo idea, ¿¡cómo saber algo así!?

Constanza Gutiérrez

La vida pop

Muchos de estos cuentos no escatiman en referencias pop, como lo es la saga de Harry Potter o la canción de Shakira para el Mundial de Sudáfrica 2010, “Waka waka”. 

Pero, sobre todo, hay un relato que derechamente juega con dos ilustres personajes de la farándula chilena, que son Raquel Argandoña y Kel Calderón, quien en el cuento “La vida era un festival” acaba de terminar un pololeo.

¿Hay algún personaje “pop” sobre el que te gustaría escribir más adelante?

—La verdad es que no lo he pensado, esas cosas se me van ocurriendo en el momento.

¿Y existe alguna figura farandulera que te sea interesante?

—Mmm… no se me ocurre nadie, pero si es que puedo mencionar a uno de los “verdugos” y no a la gente de la que se cuentan las historias, me cae bien Víctor Gutiérrez, que ahora es el director de La Red: desenmascaró a Michael Jackson, también recuerdo que una vez embargaron a Parived después de que él hizo pública una deuda que tenía con un examigo hacía años.

En julio, Constanza conversó con la escritora Camila Gutiérrez, quien sobre su trabajo le preguntó: “¿Cuáles son los temas en que siempre estás insistiendo?”. La autora de Pelusa Baby sin dudar le respondió: “El amor, estoy como desde los siete años escribiendo sobre el amor”.

Ahora, la pregunta es:

—¿Qué has aprendido escribiendo del amor?

—Escribiendo no mucho.

Y si es poco lo que se puede aprender del amor escribiendo, ¿qué preguntas te han surgido sobre ese tema?

—O sea, no sé realmente si se pueda aprender poco o mucho escribiendo, es solo que no se me ocurre ahora algo que haya aprendido sobre el amor escribiendo.

En Pelusa Baby, hay dos cuentos que tienen a dos personajes masculinos algo singulares. En “Copiando a Gógol”, todo arranca con un hombre treintón que es mantenido por su madre y que, sin previo aviso, se le cae el pene. En el segundo, “Jenny sin señal”, la protagonista conoce a un atractivo chiquillo y, sin importar que sus amigas no la acompañen, va con él a un fiesta en la que aparece un ligue seguro… pero, sin aviso, este “galán” se empieza a comportar de forma extraña.

En la ya mencionada conversación, Camila Gutierrez calificó a este tipo de personajes como unos “weas”, aunque “distintos tipos de weas”.

 Ahora, ¿qué te interesa de estos personajes masculinos?

 —Que son graciosos porque el mundo les dice una cosa y se empecinan en pensar otra. El personaje que no ve bien la realidad siempre sirve para hacer chistes, me parece. 

Constanza Gutiérrez

La risa

“Me esforcé por el humor, con que fuera gracioso”, dijo Constaza a Culto sobre Pelusa Baby. En otra entrevista con The Clinic, comentó que “siempre fui una payasa”, y que incluso era la “que hacía los chistes en el colegio”.

¿Y siempre ha estado esa búsqueda al escribir?

—Me cuesta mucho ser solemne, creo que a todo podría sacarse algo que nos haga sonreír y, naturalmente, mis cuentos son así.

De los cuatro libros que ella ha publicado, dos son de cuentos y uno es una novela breve que, en su esencia, partió como un relato breve.

¿Qué te interesa del género corto?

—Diría que no es que me preocupen particularmente los géneros, lo que pasa es que soy impaciente y me gustan las narraciones sin digresiones. Pero eso no significa que no me gusten los novelones tampoco. Los libros tienen la gracia de que uno los puede tomar y dejar cuando quiere. Pero, por ejemplo, cuando todavía se podía ir al cine siempre terminaba sufriendo con las películas de ahora, que duran como tres horas.

Luego, llega el tema que —de manera cliché— se podría llamar “de qué hablamos cuando hablamos de ser escritora”. En más de una entrevista Constanza se ha hecho más o menos esa pregunta.

“Pensé en que tenía que sacar otro libro, porque soy escritora, si no saco otro libro, dejo de ser escritora”, comentó en una ocasión, mientras que en otra mencionó: “Si no escribo, el acto mismo, no soy escritora. Y después, para la sociedad, claro, no soy escritora, porque la sociedad te valora como tal en la medida en la que lo estés vendiendo”.

 Es un cuestionamiento que has mencionado más de una vez, ¿cuándo se es escritora?

—Diría que escritora es cualquiera que escribe, pero la sociedad solo te considera escritora si logras vender lo escrito. Me ha pasado que me preguntan qué hago y digo que escritora y me preguntan de vuelta: “ya, pero…¿has escrito libros? ¿los han publicado?”. Yo me he sentido escritora toda mi vida, aunque siempre supe que, para que el resto lo supiera, para poder decir que ese era mi lugar en el mundo, tenía que publicar. No es que yo piense que las cosas tengan que ser así, simplemente veo que son así.

¿Se puede dejar de ser escritora?

Y supongo que se deja de ser escritora cuando te dedicas a otra cosa y no a escribir.

Así de simple.

La escritura de Constanza Gutiérrez: “El personaje que no ve bien la realidad siempre sirve para hacer chistes”

Sobre el autor:

Guido Macari

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