Costanera Suicide Center

por · Mayo de 2014

¿Es el Costanera Center la versión chilena del bosque Aokigahara japonés o el puente Golden Gate de San Francisco?

Publicidad

¿Es el Costanera Center la versión chilena del bosque Aokigahara japonés o el puente Golden Gate de San Francisco?

I

El año 2006 escribí para la que-en-paz-descanse Zona de Contacto un reportaje titulado “La tierra en que vivimos” (quería ponerle… “en la que sobrevivimos” pero quedó así).

La tesis era la siguiente: «La depresión está aumentando en todo el planeta: según la OMS, el 2020 será la segunda causa de muerte prematura. Ninguna enfermedad, ni siquiera el cáncer, ha aumentado de esta demencial manera».

Esa vez, además de especialistas y depresivos, conversamos con Sebastian Ignacio, el primer suicide boy chileno. Que no es que tuviera tatuajes y saliera semi empelota sensualmente fumando pitos (bueno ahora hace a veces eso pero sin tatuajes y no solo fumando sino que jalando así que es harto más hardcore).

Sea como sea, en ese entonces hablaba, o escribía más bien, en su fotolog, uno de los más visitados del mundo en su minuto, sin vergüenza, con total honestidad, sobre sentimientos oscuros. Sobre autodestrucción. Sobre pena totalizadora. Sobre sentirse tan solo y tan mal al punto de querer matarse.

Antes de sacar el odio de adentro hacia afuera.

Antes de hacerse famoso por retratar y subir a un blog fotos de mujeres subidas de peso diciendo que le daban asco. Cosa que le valió el regreso a la (in)fam(i)a, una especie de demanda del Sernam, y una sacada de chucha en el metrotren de Viña. Antes de inmolarse socialmente al reconocerse pinochetista, clasista, racista, y admirador de Hitler. Antes de exponer pornográficamente sus problemas y/o romance con la anorexia. Su narcisismo. Antes de mostrar orgullosamente su ludopatía. Antes de compartir al mundo sus borracheras, sus idas y venidas de la heterosexualidad a la homosexualidad, evidenciando quizá una no-tan-futurista crisis de los 30.

Antes de ser un exitoso estilista en un mall de Viña.

Antes de ser los antivalores en persona.

Antes de ser el puto Anticristo.

Antes de todo eso, Sebastián Ignacio era conocido como «Mente Enferma». Era como un Marilyn Manson/Brian Molko chileno y hasta sacó un disco. Entonces me había contado que había sido diagnosticado con personalidad limítrofe, condición que lo llevaba patológicamente a buscar aprobación y cariño. Esta era su mirada sobre el por qué Chile estaba tan deprimido:

«Lo que pasa es que el mundo cambió tan rápido que dejó a toda una generación adelantada y a la deriva, con los padres detrás, no entendiendo nada. Eso nos hace sentir solos y deprimidos. Sin ganas de nada más que buscar comunicar por Internet».

siiiaaab

II

Hace poco, el 2012, el Ministerio de Salud dio a conocer un escalofriante estudio realizado por la PUC. En la investigación titulada “Situación de salud del adolescente en Chile”, nuestro país aparecía como el segundo del mundo con mayor porcentaje de suicidio adolescente.

En ese momento se le preguntó al siempre atinado y bañado en dinero ministro Jaime Mañalich, qué se estaba haciendo al respecto, a lo que contestó muy honesto: «Casi nada».

En junio de ese año, el Costanera Center fue inaugurado con tres años de retraso.

«La vida en familia se hace cuando miles y miles de personas van a los centros comerciales», dijo en su momento Horst Paulmann, su dueño. «A endeudarse. O a mirar hueás que nunca podrán comprar y/o mirar a cuicos que sí pueden», obvió decir. Porque era demasiado obvio y un empresario así no se hace así de rico derrochando ni siquiera palabras obvias.

«Es una torre linda para Chile. En doscientos años más yo no voy a estar, pero la torre estará ahí. ¿Usted cree que un loco más va a hacer una así, para recibir tantas críticas? Nunca más nadie va a hacerlo, esta va a ser la única y va a estar siempre ahí, dominando el cielo», recitó a El Mercurio uno de los mejores amigos de Pinochet.

III x 6 = 666 (en una matemática lateral)

¿Es el Costanera Center la versión chilena del bosque de Aokigahara (bosque del suicidio japonés) o el puente Golden Gate de San Francisco?

1. 21 de septiembre de 2012. El cuerpo desmembrado de Sebastián Arriagada Silva, 30 años, trabajador del mall, fue encontrado en la fosa de un ascensor en desuso. Eran las 17:00 PM. No hay certeza de si fue suicidio. Hay certeza de que por motivos de pega no tenía nada que estar haciendo ahí. Desapareció a las 11:00 AM y lo encontraron a las 17:00 PM.

2. 11 de junio de 2013. Un hombre de mediana edad. Su identidad quedó en la nebulosa. Se subió arriba de uno de los ascensores de la pasarela. Luego de fumar un cigarro que pidió un carabinero que intentaba persuadirlo, se bajó.

3. 2 de octubre de 2013. Lorena Pérez Queulo, 34 años, muere de forma instantánea tras lanzarse desde el cuarto piso. Un par de horas antes había sufrido la muerte de su hijo de cuatro años producto de leucemia. 18:00 PM

4. 30 de abril de 2014. Una mujer de iniciales M.S.V. se lanzó desde el cuarto piso y pese a los esfuerzos por reanimarla murió en el lugar. Tenía 47 años. Fue a las 12:41 AM

5. 3 de mayo de 2014. Erasmo Antonio Henríquez Pontillo, 26 años. Luego de dos horas parado arriba de la cornisa del piso 27 de uno de los edificios del costanera, se precipitó. Eran las 14:50 PM

6. Miércoles 7 de mayo de 2014. Un hombre de identidad desconocida se subió a un macetero del cuarto piso y amenazó con lanzarse. Fue rescatado por transeúntes y guardias de seguridad. Hora no especificada.

Costanera3

IV

¿Por qué el caso de Erasmo nos impactó tanto?

El sábado 3 de mayo almorzaba cerca del diario donde trabajo. Era un turno rutinario tirado a lento. Masticaba, tratando sin éxito de ahogar en carbohidratos la caña etílica y alcaloide. En eso le llega al editor un mensaje a su celular. Me miró. Tragó. Alguien se tiró del CC. Tragué. Tomé el resto de Sprite. ¿Voy? Pregunté. Anda, dijo.

Tirité.

Me ha tocado ver prácticamente todas las formas de muerte y drama que puedas nombrar. Sé, he aprendido, a tomar distancia. Sin embargo, el suicidio me provoca un dolor insostenible. Lacerante. Me llena de sombras y fantasmas.
Pero la pega es pega.

Y si trabajas buscando una jeringa en un basural no puedes esperar no picarte e infectarte.

Llegué unos minutos después de que Erasmo se precipitara. Hablé con enfermeras, guardias, trabajadores del mall, pacos, bomberos. Todos vieron sus últimas dos horas de vida. Discutiendo con las señoras peruanas que hacen el aseo en el edificio, que trataban de hacerlo entrar en razón. Pero ya no había razón en la cual entrar. No me consta, pero una me dijo que había dejado una carta a su polola. Dato que me desencajó. Un carabinero me dijo que el policía que intentó persuadirlo solo alcanzó a dialogar tres minutos con él. «Dijo estar contra el sistema capitalista. Estaba envuelto en un lienzo que decía “PAZ Y AMOR” y un signo de la paz». Nunca lo conocí. Pero espero que se haya ido envuelto de verdad en paz y amor.

Volví al diario a redactar la crónica pálido. ¿Miraste el cuerpo? Preguntó mi editor. Sí. ¿Viste videos? ¿Fotos? Preguntó. Sí. Y sí, contesté. No debiste hacerlo, me dijo. No me digas, pensé.

Como todos saben, el lugar estaba lleno de personas mirando el cuerpo tapado de Erasmo como quien se queda mirando el afiche de una película por estrenarse. Mirando la muerte. Para donde todos vamos, finalmente. Coming soon. Puede ser en veinte años o en la noche.

Un montón de gente, además, sacó fotos, grabó, el antes, el vuelo, el estruendo, y el trágico aterrizaje. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué es casi inevitable?

En twitter, me imagino que en facebook también, quedó la zorra.

Para la nota del diario consulté a un psicólogo, Nicolás Díaz: ¿por qué lo hacemos? Para el diario tuve que reducir lo que me dijo a una mini cuña.

Acá va un poco más desarrollado:

1. Existen individuos que buscan generar placer viendo el sufrimiento de otros.

2. Existe un deseo de conocer hasta qué punto el ser humano es capaz de ir en contra de las leyes de la vida. Un porcentaje no menor de personas se acerca a estas experiencias de alto impacto emocional, debido a que entran en unas especie de “shock” al no entender cómo lo natural, que es el instinto de supervivencia, se enfrenta a un estado de irracionalidad absoluta.

3. Se busca experimentar la idea de la muerte desde una posición de seguridad. Es lo más cercano que se puede estar a morir, pero sin morir.

Según lo que entendí es como ver porno. Ves gente teniendo sexo, te sientes excitado, de alguna manera como si fueras tú quien estuviera teniendo sexo, pero no.

De lo que nadie habló. O se habló muy poco. Es que Erasmo, independiente, ajeno a su enajenación, se mató en el epicentro del consumismo. Quizá dio su vida para que paremos por un segundo a cuestionarnos si es «vida familiar» ir a darle nuestra plata a uno de los personajes más siniestros de Chile.

O quizá solo estaba deprimido.

Desde su cuenta de Twitter, Sebastián Ignacio posteó:

«Si yo me suicidara, desde el otro mundo disfrutaría saber que alguien grabó el momento y más aún si muchos hablan de lo que hice».

Después posteó (no hizo) una versión del chocante video remixada con El Exorcista. Antes de las puteadas, dijo:

«Si el suicida del Costanera C3nter hubiese querido “privacidad” y “respeto” se hubiese matado en secreto. ¡Tan delicados que son!».

«Nadie que quiera evitar “los videos” y no busque que se hable de él se mata en un mall. Me carga la gente delicada y moralista al peo».

Costanera Suicide Center

Sobre el autor:

Luc Gajardo (@luco)

Comentarios