Comentario del libro sobre el Encuentro de teatro porteño independiente
Nada nuevo: hacer cultura, en cualquiera de sus ramas, cuesta demasiado. Tiene más relación con la constancia y la testarudez de aquellos que no renuncian a este propósito que con la calidad de un oficio o la tranquilidad de estar aportando ideas, alegría y riqueza a una población determinada, apoyados por un rubro, un espacio, y público expectante y consumidor que permita hacer de esto un trabajo digno que se prolongue en el tiempo.
En este sentido, resulta llamativo el caso de una ciudad como Valparaíso, bañada no sólo por su mar, sino también por un imaginario cultural impuesto por el gobierno de turno (imprimiéndole epítetos como “capital cultural” de Chile), siendo que en realidad las condiciones en las que sus ciudadanos pueden acceder a la cultura, así como practicar algún ejercicio artístico, son más bien precarias o inexistentes.
Frente a este tema, “De Boca en Boca, historias y reflexiones en torno al Encuentro de Teatro Porteño Independiente”, se convierte en una especie de guía para entender la práctica cultural en una provincia pobre, desde la independencia, desde el abandono de las instituciones.
El libro, a cargo del periodista Felipe Montalva y la socióloga Carla Lizama, es un compilado de testimonios y reflexiones en torno a los 9 años que lleva realizándose el Encuentro de Teatro Porteño Independiente (ETPI), a cargo de gente de teatro y de la cultura, a organizadores e invitados, de esta actividad que realiza la compañía Teatro La Peste, cerrando con una extensa entrevista a sus actores, y con un cúmulo de imágenes de lo que han sido estas experiencias.
Queda claro que no estamos hablando de un teatro bonito, que se exponga en salas acondicionadas y por actores de teleseries, a la manera céntrica capitalina. Acá el teatro es concebido como una instancia de conexión social, con las clases más populares del país. Abundan en las páginas del libro la idea de hacer funciones económicas, de amplio acceso, representaciones que dialoguen con el espectador, un teatro en servicio de la comunidad, no excluyente, no de elite: “cargar con la historia del teatro en la ciudad; tener conciencia de ser un sujeto histórico, (…) del lugar en que se habita, de la realidad que te circula”, como dice la actriz Denisse Duarte en su texto.
Vale especificar: teatro independiente. Una categoría no azarosa, que no sólo responde al abandono y a la falta de espacios, sino también a una dinámica, a una forma de expresión y visión de la cultura. A un teatro punk (como si Brecht no fuera lo suficientemente punk). A un teatro social, crítico y contingente.
“El Encuentro se hace con o sin FONDART”, dicen los de La Peste en la entrevista, y la frase es decidora. La compañía que organiza la actividad -queda de manifiesto en el libro- se enfrenta a esta, que es una de las áreas de las precariedades de la zona: el tener que someterse a concursos, así como el tener que ver cómo las salas de teatro aparecen y desaparecen, el entregar ya no arte, sino un servicio a un sector de la población al que la cultura le fue arrebatada. Evidenciando, nuevamente, el tema de la garra, de las ganas y de la constancia en la labor artística.
Una de las grandes quejas se ve en el texto de Ximena Flores: la falta de un público es por la falta de incentivos que entregan en las escuelas y liceso, en sus palabras: “financiar más a los pobres es una acción loable, necesaria para equilibrar, de alguna manera, las deficiencias de la educación”. O como lo hace Patricia Artés al hablar de “emergencia política teatral” al referirse al ETPI.
Es casi un relato paralelo del libro: “De Boca en Boca”, en medio de los testimonios, algunos bien analíticos y otros más centrados en el “yo esto… yo esto otro” sobre el Encuentro, en realidad funciona denunciando las condiciones precarias en que se realiza la labor teatral, y hace admirable la tarea no solo de Teatro La Peste, sino de todas las compañías que mantienen activo el espíritu más combativo de este arte.
