Deja las canciones, hora de tu testamento

por · Febrero de 2012

Rock, muerte, locura y amor: revisamos la autobiografía de Mark Everett de Eels.

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No hay sexo ni drogas. En Cosas que los nietos deberían saber, la autobiografía del músico estadounidense Mark Everett, todos mueren, salvo él. Lejos del tono fúnebre, su historia tiene suficiente electricidad e ironía. Aquí repasamos los detalles.

Si tu nombre no es Ray Charles ni tu vida es la de Keith Richards puede que en un arranque de fortuna consigas algo de éxito con tus memorias. Sin embargo, si tu banda no logró más de un hit rotando en las radios, entonces imagina tu libro en la sección de descuentos y saldos. Mark Oliver Everett podría sugerir lo contrario. El músico norteamericano y frontman de la banda Eels publicó una urgente autobiografía con apenas 47 años y una carrera que, a los tumbos, lo mantiene como un artista relativamente conocido en la industria musical. Sus seguidores, en todo caso, son de temer: Elliot Smith, PJ Harvey, Patti Smith, Aimee Mann y Pete Townshend, por nombrar algunos.

Con un estilo coloquial, cercano y sarcástico, Everett reconstruye su historia con lo que tiene, y ha tenido más a la mano, es decir, su familia y la música. Aspectos que terminan cruzándose al punto de convivir trágicamente, de principio a fin. “No soy un tipo famoso, de los que usualmente escriben libros sobre sus vidas, pero he pasado por algunas situaciones extremas y decidí que es hora de contarlas”, anota. Cosas que los nietos deberían saber (Ediciones Puntocero) trata de eso, del relato espontáneo y emotivo de un personaje al que las tragedias lo han rondado desde la madrugada. Sin caer en el sentimentalismo ni en la terapia de autoayuda, su testimonio, en poco más de 200 páginas, parece el de un amigo que lo ha pasado mal y que busca la forma de superarlo. La única diferencia a otras tantas historias es que la banda sonora, como buen cliché, la compuso con anterioridad.

En principio, la de Everett parece una familia bien establecida. Más aún: el patriarca del clan es el reconocido físico cuántico Hugh Everett III, creador de la teoría de los universos paralelos. Este trabajo, y en particular este descubrimiento, cobra más sentido al momento de comprobar que padre e hijo tienen una relación -por decirlo menos- distante. El compositor reconoce que el día en que intentó reanimarlo, tras un fulminante infarto, fue la primera vez que tuvieron contacto físico.

Lástima, ya era tarde.

En el plano musical, los discos de Neil Young se encargaron de avivar su gusto por las melodías. Su única hermana los escuchaba con devoción en su pieza, mientras Mark no era otra cosa que un niño introvertido, inseguro y con serios problemas para sociabilizar en el colegio. Por esta razón, su fallido paso por la universidad no entregó ninguna postal rescatable, salvo las jornadas de autostop para regresar a casa y utilizar el grabador de dos pistas que tenía su madre.

Para efectos de este libro, uno nunca terminará por contar demasiado. A excepción de algunas anécdotas, todo el resto está en las biografías, canciones y diálogos que tienen a Everett de protagonista. No hay forma, aunque se intente, de reproducir con éxito su diario de vida. Como en una buena canción, el mérito se queda necesariamente con su autor original.

A la fecha, descontando sus primeros trabajos en solitario, Eels ha firmado 9 discos de estudio (Souljacker, a mi juicio, el mejor), otros 6 en directo y un último de rarezas. Para lograrlo, Everett cambió su natal Virginia por Los Ángeles. Allí la pasó mal, obvio, hasta que algún productor se interesó en sus grabaciones. Luego vino el tira y afloja con las compañías, la incertidumbre por los contratos, las primeras giras, las extravagantes novias, el aplauso del público, los halagos de la prensa, la decepción del público, los premios y una larga lista de postales. En una presentación en Lollapalooza, por ejemplo, recibieron todo tipo de insultos por cambiar una y otra vez el formato de sus canciones. Desde la primera fila se escuchaba insistentemente un grito: “¡Yo sé que eres Batman!”, “¡¡Yo sé que eres Batman!!”. Al levantar la mirada, Everett se encontró con Perry Farrell, quien seguía el show con entusiasmo, mientras estrangulaba el cuello de una botella de vino. “Esto se está poniendo extraño”, pensó el compositor.

Con su familia las cosas no avanzaban mucho mejor. Cuando rasguñaba la consolidación musical, y el cantante se codeaba con sus ídolos como el mismo Neil Young, Tom Waits o Elton John, sus cercanos seguían cayendo: primero fue el suicido de su hermana y, después, el cáncer de su madre. De aquí en adelante, el músico comienza a profundizar en su verdadera biografía, en los detalles que hacen impredecible su experiencia. El resto, aunque atractivas, eran solo imágenes montadas para el tráiler.

Pese a que no es un lector muy instruido, y que continúa con las referencias del colegio, ha reconocido, como Salinger y Carver, Everett demoró dos años en darle forma a su autobiografía. “Escribir no fue nada placentero”, señaló en cada una de las entrevistas de promoción. Y éstas no han sido pocas, porque el texto se vendió bien en Estados Unidos y España. A mediados del año pasado, esta obra llegó a nuestro país sin ninguna parafernalia. Hoy, con algo de paciencia, se puede encontrar en más de una librería. Es cierto. Poco conocen a Eels y menos a Everett y su historia, pues nunca ha sido una figura.

Sin ir más lejos, en el célebre programa de Jools Holland de la BBC le tocó compartir escenario con distintas bandas y solistas. En una actuación muy reposada y teatral, Everett no dejaba de fumar su habano en pantalla hasta que uno de los productores le pidió que lo apagara porque molestaba a uno de los invitados, el nuevo niño prodigio del soul, John Legend. “Comportamiento de diva”, respondió en voz baja. Por respeto, el músico norteamericano lo apagaba y volvía a encender cada vez que tenía que interpretar una canción. Al final del show se le acercó Van Morrison, que también estaba en el estudio y que efectivamente es una leyenda, para preguntarle si era tabaco cubano.

Deja las canciones, hora de tu testamento

Sobre el autor:

Fernando Cea

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