Dookie y el punk de supermercado

por · Febrero de 2015

Antes de mutar en un pop tan producido y seguido por escolares blancos y emos, el punk fue un movimiento subterráneo y lleno de ideales. Dookie, el disco más comprado de Green Day, inauguró en 1994 una nueva lectura del género.

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Antes de mutar en un pop tan producido y seguido por escolares blancos y emos, el punk fue un movimiento subterráneo y lleno de ideales. Tres acordes, rabia cruda y nada comercial. Dookie, el disco más comprado de Green Day, inauguró en 1994 una nueva lectura del género.

Billie Joe Armstrong tenía diez años cuando su padre camionero murió de cáncer. Un poco antes, el menor de seis hermanos y también hijo de una camarera ya tomaba la guitarra mirando videos de Van Halen y AC/DC.

Así conoció al que sería su mejor amigo: Mike Dirnt, otro niño problema de Rodeo, California, que tampoco terminaría el colegio. «Era demasiado molesto e irritaba a la gente, pero yo pensaba que era gracioso y creo que trataba de hacerme reír todo el tiempo», recuerda el cantante y guitarrista en un especial de la banda filmado por VH1.

Los amigos tenían en común el sonido furioso del hardcore punk y comenzaron a usar su fracaso como estudiantes para escribir canciones. Así formaron su primera banda escolar, Sweet Children, en 1987. El germen de todo lo que vendría después.

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El Gilman

Antes de mutar en un pop tan producido y seguido por escolares blancos y emos, el punk noventero era un movimiento subterráneo.

Tenía los ideales de la cultura independiente y amateur de la primera oleada de punk setentero: bandas simples y crudas, tres acordes y pura actitud.

A fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90, en Berkeley había locales como The Gilman, donde solo se tocaba punk independiente. Bikini Kill, Bad Religion, Fugazi y Rancid eran algunas de las bandas que daban vueltas por esos espacios con una serie de reglas no escritas: nada de menciones racistas, homófobas o sexistas en los conciertos. Los transgresores eran sacados a patadas.

A los 17 años, y con el Gilman en la mira, BJA toma la decisión de irse de casa.

El plan era abandonar el colegio y dedicarse a la música. Así comienza a frecuentar edificios okupas en Berkeley y a hacer de su banda un estilo de vida. Fue en esos días, uno en particular, de mucha marihuana, que encontró el nombre definitivo para el grupo: Green Day.

Lawrence Livermore, uno de los dueños del Gilman, fue uno de los primeros en confiar en el trío que completaba el baterista Al Sobrante. Livermore tenía una pequeña etiqueta independiente por donde Green Day editó su debut 39/Smooth en 1990.

Ese mismo año, el baterista abandonó su sillín para entrar a la universidad. Así aparece Tré Cool, un punketa con experiencia en el circuito, que configura el trío que conocemos hasta hoy.

«Era maleducado, insultaba a las chicas, a los hombres y hasta a los animales, incluso a mí», dice BJA en lo de VH1. «También abusaba de las drogas, fumaba pitos y andaba casi siempre en ácido. ¡Nos hicimos amigos de inmediato!».

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En el camino

A comienzos de los ‘90, el cantante y guitarrista Billie Joe Armstrong, el baterista Tré Cool y el bajista y segunda voz Mike Dirnt se hicieron habituales del Gilman, y no tardaron en ampliar el territorio de la banda.

Para mayo de 1991, Green Day decide salir a probar suerte tocando por Estados Unidos en una van. Todo era muy a pulso y a riesgo de quedar tirados en el camino. Pagaban sus gastos vendiendo discos y poleras, sin aviones, promotores, managers, ni contratos discográficos, hoteles o buses cama, como ahora.

Después de los shows, generalmente dormían en la van o, a veces, en casas de amigos y seguidores.

«Una vez nos quedamos en Los Ángeles en una casa donde había una perra recién parida», recuerda Tré Cool. «Me instalé al lado de ella y pasé allí la noche con los cachorros. A la mañana siguiente, había un café horrible y odio el café sin leche. La casa no tenía nada. El refrigerador estaba vacío, así que miré a la mamá perra con sus grandes tetas perrunas y ordeñé un poco sobre el café», comenta el baterista retratado en esta foto:

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En 1992, a su regreso a Berkeley, con varios cafés y otras cosas en el cuerpo, grabaron Kerplunk, el primer anuncio de algo grande.

Pese a que Green Day estaba en un sello independiente y sin distribución, vendieron 70 mil copias. ¿Por qué? Según los críticos de la época, la explicación tiene nombre: Nirvana. En 1991 los de Kurt Cobain vendieron millones de copias de su disco Nevermind y los sellos multinacionales comenzaron a buscar a los sucesores de este fenómeno, sin importar si eran grunge o no.

BJA lo recuerda así: «En ese momento no solo estábamos en un sello independiente, sino que estábamos en contra de las grandes compañías comerciales. Para nosotros todo era mierda pop. O sea, nunca había visto MTV ni nunca había escuchado la radio».

Las multinacionales comenzaron a llamarlos a reuniones en sus edificios corporativos de Los Ángeles, pero en un principio la banda lo tomó como una broma. «Al menos nos estaban dando comidas gratis e incluso un tipo nos llevó a Disneyland… pobre bastardo», recuerda el cantante, pero entonces el trío comenzó a cuestionarse si debían seguir siendo chicos o pasarse a las grandes ligas en lo comercial, traicionando los valores del círculo punk donde se estaban fogueando.

«Para mí no se trataba de dinero, sino de ver qué tan lejos podíamos llegar», dice BJA, más de dos décadas después.

Venderse, arrendarse

En 1993, Reprise Records (un ala de Warner Music Group) envía a Rob Cavallo, un ex músico conocedor de la escena punk, para ofrecer un contrato al trío.

«La música era muy fresca, divertida, rápida y tenía influencias del punk con el que crecí», admitía Cavallo a la prensa de la época. Esta vez, Green Day sí estaba dispuesto al menos a escuchar.

«No me gusta decir ‘qué hubiera pasado si hubiera hecho esto’», defiende BJA. «Estaba muy curioso, sentía que teníamos potencial, pero no sabía si era potencial para fallar o para ser la banda más grande del mundo. Solo sabía que teníamos un potencial y empecé a creer en eso».

Cavallo, futuro productor de bandas como Goo Goo Dolls, My Chemical Romance y Paramore, comentaba la buena relación con la banda en sus entrevistas: «Nuestros lugares de referencia son los mismos, las cosas que nos importan, los sonidos de las guitarras, el sonido de la batería, es como si habláramos el mismo idioma».

En abril de 1993, y gracias a la cercanía que establecieron con el productor, Green Day firmó con Reprise Records.

Rápidamente, la noticia se expandió como una plaga por Berkeley. En adelante, el punk ortodoxo les cerró las puertas y nunca más pudieron tocar en lugares como el Gilman. El contrato les significó su paso a las grandes ligas, pero también que fueran expulsados del underground y que los llamaran vendidos.

En una entrevista de 2002, BJA recuerda el episodio con nostalgia: «Hemos actuado en Reading y Woodstock, pero para mí el Gilman será siempre el lugar más importante donde he tocado».

Era 1993. Green Day promediaba los 21 años y varios colores de pelo. Y entre la mala onda de sus pares y la mirada atenta de los medios ya daban sus primeros pasos en la primera línea del rocanrol: contratos, distribución internacional y un presupuesto de US$ 100 mil para grabar un disco, más de diez veces lo que gastaron en Kerplunk. La diferencia se puede oír en “Welcome to paradise”, el tercer tema de Kerplunk, más primitivo y elemental que la versión que hicieron después.

Dookie, el trabajo que los sacó del subterráneo de Berkeley, fue grabado en septiembre de 1993, en los estudios Fantasy de la ciudad, bajo algunas condiciones impuestas por la banda: un espacio bien equipado y al que fuera accesible llegar en bicicleta desde sus casas.

La grabación duró menos de 3 semanas. BJA, por ejemplo, grabó todas las voces en dos días, con solo una o dos tomas. Las jornadas eran extensas y en gran medida porque el trío definía el sonido que los haría reconocibles. «Para mí, ir al estudio todos los días fue como ir a la universidad», dijo Dirnt, bajista de la banda, a Rolling Stone.

¿A qué sonaban entonces? A una banda de actitud punk y melodías pop. Una mezcla cruda de los patrones setenteros de Buzzcocks y The Undertones más el hardcore melódico ochentero de Bad Religion y Nofx. Un pop acelerado y en vivo divertido.

Las letras hablaban de desamor (“She”, “Sassafras roots”, “Chump”), pero también de paranoia (“Basket case”). Aunque fue el primer sencillo de Dookie, “Longview”, un tema guiado por una línea de bajo que Dirnt compuso en ácido, el que captura la esencia del disco:

El video muestra una de las últimas imágenes de los tres Green Day antes del reconocimiento internacional, cuando le escribían al hastío y la apatía generacional. «Estoy tan aburrido que me estoy quedando ciego y huelo como la mierda», canta BJA en esa canción.

La portada de Dookie, dibujada por Richie Bucher, mezcla edificios y personajes de Berkeley con Elvis y algunos animales lanzando excrementos a la gente, como hace referencia el título del disco. «Cuando nos íbamos de gira en esa época, solo comíamos basura y a veces alimentos en descomposición. Así que en algún momento nos daba cagadera», explica Tré Cool en lo de VH1.

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Bienvenido al paraíso

Con Dookie en las calles el 1 de febrero de 1994, el resultado fue rotundo. Alta rotación en los medios, ventas millonarias y una gira de 164 conciertos, solo en 1994, por todo el Primer mundo.

Despeinaron Lollapalooza y BJA cantó desnudo en el Madison Square Garden. Pero fue en Woodstock donde escribieron parte elemental de su historia entre disturbios, pogo y una guerra de barro entre la banda y el público, que terminó con gente arriba del escenario y un caos total. Fue tanto el descontrol que Dirnt fue agredido por un guardia del escenario y perdió un par de dientes.

Dookie, por si todo lo anterior no bastara, sirvió para que muchos grupos contemporáneos a Green Day (The Offspring y su también mediático Smash o Rancid ) e incluso previos a ellos (NOFX o Bad Religion), recibieran atención y alcanzaran un éxito inesperado. «Ese mismo año conseguimos nuestro primer disco de oro», comenta en el reportaje Brett Gurewitz, uno de los fundadores de Bad Religion junto al incombustible Greg Graffin. «Dookie provocó una explosión total de todo lo relacionado con el punk rock», explica el músico.

Cuando vinieron por última vez a Santiago, en 2010, dispararon poleras, se vistieron de mujer y subieron gente a cantar y tocar con ellos en el Bicentenario de La Florida, donde regalaron más de treinta canciones en vivo a miles de personas. «Green Day no es punk. No sé si hay punk hoy», dijo hace poco Pete Shelley, líder de los Buzzocks. «Tocar para miles no tiene que ver con el punk. El hazlo tú mismo tuvo que ver con que nadie se fijaba en ti porque el punk no era algo que pudieran convertir en una moda y porque no estábamos de acuerdo con una industria manejada por carroñeros. La industria hoy vende las sobras de un pasado que no le pertenece, como hacen con el punk. Si hasta los Jonas Brothers usan una estética que viene del punk».

Un año después del suceso de Dookie, Green Day se convirtió en el nuevo pop estadounidense. Un sonido que más tarde influenciará enormemente a Blink-182, Paramore y My Chemical Romance, otras postas del sonido melódico y acelerado del trío.

Ese 1995, acorralados por el rechazo de sus pares e incómodos por su nivel de estrellato, la banda lanzó Insomniac, tal vez el disco con las canciones más pesadas y furiosas de toda su carrera. Pero fue en Nimrod, publicado en 1997, que Green Day alcanzó la transversalidad y un espacio entre los referentes culturales norteamericanos gracias a “Good riddance (time of your life)”, una balada con arreglos de violines, escrita en los días de Dookie, que terminó sonando en el final de la serie Seinfeld, partidos de béisbol y graduaciones.

Dookie y el punk de supermercado

Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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