De Los Bunkers a Vicentico
Pegado al escenario, El Abrazo es un carrete entre desconocidos que, obligados por el estrecho espacio, compartimos hombro con hombro, como viejos amigos, entre poleras de Calamaro y camisetas de Rosario Central e Independiente, alternadas por Juanitos caracterizados de Julio Martínez o Scorpion, una que otra bandera de Bolivia y lienzos de Cerati.
Mientras esquivamos dos grúas de cámaras a las que más tarde Charly saludará (“puta televisión”) y Beto Cuevas no parará de entregarles poses, cien metros más atrás (¡!) está la primera fila de la cancha general, con miles de asistentes mucho más apiñados y con la vista obligada a las pantallas que suplen la impresentable distancia con los dos escenarios principales, torre de iluminación mediante.
Fotos: Eleonora Aldea, Alejandró Jofré
Si bien adelante, salvo algunos incidentes en las cuerdas de Babasónicos, el sonido fue impecable durante toda la tarde, la lluvia y algunos imperfectos se tomaron los sets de Charly García y Andrés Calamaro. En cancha general, el sonido nunca estuvo a la altura de un festival bicentenario y binacional: algunas canciones ni siquiera se oyeron. Sin contar el acople de Los Jaivas que probablemente despertó a más de algún vecino de más de una comuna.
¿Lo mejor? Jorge González y Charly García. ¿Lo bueno? Luis Alberto Spinetta, Chancho en Piedra, Los Bunkers y Babasónicos. ¿WTF? Beto Cuevas, Fabiana Cantilo y la lluvia. ¿Lo bonito? Los shorts veraniegos de las chicas y los homenajes a Gustavo Cerati. Corre reviú.
Los Bunkers
Puntuales, los hermanos López entraron en escena cuando Mauricio Basualto marcaba el ritmo de “Pequeña serenata diurna” en hit-hat y bombo. El más joven de los hermanos Durán– quienes aparecen a continuación- sopla una letra gigante, inspirada muy lejos de Chile y Argentina, aunque muy actual en su discografía: “Vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre en esta tierra, en este instante“. Es esa la primera estrofa de todo el festival. Y corresponde al Silvio Rodríguez del Días y flores (75), de donde Los Bunkers extraen algunas canciones de Música libre (10), su disco inspirado en la “música obsoleta”- como dirá Mauricio Durán en conferencia- que los tiene de vuelta en Chile y donde homenajean al cantautor cubano con cóvers.
Enseguida, otro referente de peso: “La exiliada del sur“, original de Inti-Illimani para dar paso a la cosecha propia con “Miño” y “Ven aquí“. El bronceador se derretía por varias frentes. Hacía calor en la Elipse cuando la banda más joven de todo el festival (quizás el único motivo “razonable” para ubicarlos al comienzo) armó el primer coro masivo con su versión para “Quién fuera“- también de Música libre– y más de sus clásicos: “Nada nuevo bajo el sol“, “Llueve sobre la ciudad“, con un perdido-en-la-letra Adrián “Dárgelos” de invitado (“hemos compartido escenarios en diversas ocasiones en México y tenemos el gusto en común por los buenos discos de antaño”), y el sentido cierre a cargo de “No me hables de sufrir” para redondear media hora de música en el escenario derecho, el destinado a los nacionales.
Más tarde, en entrevista, Mauricio Durán nos contará que extrañó la presencia de “Manuel García y bandas nuevas como los Fother Muckers en el festival”. Pero claro, es una celebración de rock en español del calibre más representativo y popular (sin Divididos ni Las Pelotas ni La Renga ni Congreso), aunque curiosamente con un puñado de artistas fuera de sus bandas matrices, mostrando nuevas canciones que pocos o casi nadie conoce y/o sumados al cartel a último momento.
¿Qué puede hacer un músico con la cancha VIP, en un concierto que llama a la unidad- se llama El abrazo- y divide al público como clases sociales?
—Tienes razón en ese punto, lo que podemos hacer es entrar en conversaciones con la gente de producción, pero es difícil que te pesquen. Lo que buscan son las lucas. Igual nosotros lo hemos vivido yendo a conciertos, pero es difícil de solucionar desde la posición del músico. Al menos nosotros cuando producimos nuestros eventos no existen ese tipo de divisiones.
Gustavo Cordera
Muy bien ubicado como primer número del escenario izquierdo y enfundado de rojo, Gustavo Cordera se centró en su más reciente disco solista: La caravana mágica (10). De ese trabajo emuló el mismo comienzo con el doblete “No es que sea viejo” y el hit “La bomba loca“, para rescatar un tema de su ex banda Bersuit: “El baile de la gambeta“. Fue un show de canciones totalmente desconocidas por este lado de la cordillera, pero que sirvieron para mover los pies bajo el calor penetrante de la tarde, a punta de cumbia electrónica y murga.
“Asalto de cumbia“, también de su etapa solista, y “Sencillamente” de Bersuit, cerraron sus acotados 25 minutos de show marcados por los bailes contorneados y los shorts de sus generosas coristas. “No al proyecto en Pascua Lama, no a la ley antiterrorista contra los pueblos originarios de esta tierra”, se despidió el pelado Cordera.
Lucybell
Casi sin integrantes originales, lo más reciente de esta banda ha demostrado potencia desde la precariedad de un power trío, en abierta contradicción al sonido enriquecido y narcótico de los primeros Lucybell. En ese contraste extremo no ha surgido una fórmula atractiva, o al menos cercana a la discografía más meritoria del grupo, que en vivo sigue mezclando canciones antiguas (“Caballos de histeria“, “Cuando respiro en tu boca“) con temas de hace casi una década (“Mil caminos“, “Sálvame la vida“), pasando por otros más nuevos donde pesa la batería de Cote Foncea (“Fe“, “A perderse“), hasta la radial “Ave fénix“.
Fabiana Cantilo + Javiera Parra + Denisse Malebrán + Nicole
En Chile nunca sonaron Los Twist; el nombre de Cantilo es relacionado como la corista de Charly García o la pareja de Fito Páez o la voz de “Mi enfermedad” (original de Andrés Calamaro). ¿Entonces? En la última visita de Páez en agosto de este año, Cantilo presentó algunas canciones acompañada de una guitarra de palo con una fría recepción. Ahora, en El Abrazo, se despachó un tema de su disco solista Hija del rigor (07), “Una tregua“, antes de presentar a Denisse Malebrán, Nicole y Javiera Parra.
Ésta última se presentó de entrada: “Sacando la cara por el rock femenino en este mundo de hombres” para tocar en vivo “Agua“, con sus tres colegas en el coro y Los Imposibles como banda de soporte más el ex Casanova, Rodrigo Otero, en guitarra.
La misma dinámica para Denisse Malebrán, que dedicó una de Saiko “a todas las mujeres que han parido música acá en Chile y en Argentina, en el nombre de Mercedes Sosa y la Violeta Parra“: “Lo que mereces“, haciendo gala de su privilegiado registro para dar paso a una que se robó todas las miradas: Nicole. Con una de las carreras solistas más sólidas y un generoso vestido, tocó la eléctrica “Hoy“, que compuso y arregló junto a Los Bunkers en su etapa posterior a Apt. (06). Faltaron más canciones de las representantes chilenas. El breve bloque de 25 minutos finalmente cerró con las cuatro cantando (y desvirtuando el argumento de Javiera Parra) “Buscando un símbolo de paz” de Charly García.
Babasónicos
Unas tímidas nubes ensombrecían la Elipse, empujadas por un viento frío, cuando apareció Babasónicos. Un número casi habitual por estos lados (vienen casi todos los años a tocar a Chile), hoy en pleno proceso de internacionalización (este año tocaron en Coachella). Lo que de alguna manera les jugó a favor con la fanaticada que coreó el tracklist completo: “Microdancing“, “Cuello rojo” y “El colmo“, con “Dárgelos” jugando de un lado a otro con el pie de micrófono. A ratos, el sonido no acompañó: el bajo de “Carca” sonó saturadísimo y las dos guitarras a veces enmudecían. “¿Y qué?” pareció ser la respuesta, antes de que “Dárgelos” acordara con el tecladista “Uma-T” tocar “Putita” a pedido del público, para cerrar un show marcado por las fallas de sonido, con las coreadas “Pendejo“, “Carismático” pegada con “Yegua” e “Irresponsables“.
Chancho en Piedra
Qué pedazo de grupo es Chancho en Piedra en vivo. Sobre el escenario que sea, se adaptan y cumplen con rock de estadio. Como a finales de los 90s, aparecieron disfrazados de espermios y armaron un interminable medley con “Edén“, “Eligiendo una reina“, “Almacén“, “Mi equilibrio espiritual“, “Guach perry“, “Volantín” y “Pregonero“. Preciso para el evento: Mezclando clásicos de su discografía más temprana con cumbres de sus mediocres últimos trabajos. Para nadie es un secreto que de Marca chancho (00) en adelante esta banda no ha logrado sacar un disco a la altura de Peor es mascar lauchas (95), La dieta del lagarto (97) ni mucho menos de Ríndanse terrícolas (98). A pesar de uno que otro sencillo, el resultado es dispar. Y aparentemente (en vivo, viendo su setlist) eso lo saben.
Pablo Ilabaca inició el primer homenaje a Cerati con las notas de “Cuando pase el temblor” en la intro de “Da la claridad a nuestro sol“, que siguió pegada de “Locura espacial” y “DiscoJapi“. Mientras Eduardo Ibeas saltaba de lado a lado en las versiones de “Ella quiere” y la coreada “Historias de amor y condón“, uno de los puntos altos de su show.
Ya sobre el final, con todos los Juanitos en alto, el mismo “Lalo” inició un sahumerio colectivo para terminar bien el año: “Hablamos de chilean way, pero si hiciéramos bien las cosas, no pasaría lo que nos pasa”, dijo antes de invitar al escenario a Quilapayún para despacharse “Cantata de Santa María de Iquique“.
León Gieco
El año pasado se inició el experimento del disco Un León D-mente (09), donde León Gieco repasa sus clásicos en formato de rock pesado con la banda D-mente (coincidieron en vivo el año pasado en Cosquín Rock). Así llegaron a abrir la presentación de Metallica en Argentina este año y en ese mismo formato aterrizaron en El Abrazo. “El fantasma de Canterville“, “Hombres de hierro“, “En el país de la libertad” y “La mamá de Jimmy” sonaron crudas, fueron la novedad del evento.
Un par de canciones antes, León Gieco apareció en solitario, anunciando que en plena dictadura compuso una “canción de paz en tiempos de guerra”, de “cuando estuvimos a punto de irnos a la guerra por el canal Beagle”. Se trataba de “Sólo le pido a Dios“, con la que abrió su repertorio, que siguió en compañía del mega-productor argentino Gustavo Santaolalla para tocar “Mañana camprestre” y el cierre, con los D-mente detrás y pidiendo pogo (“abran un espacio para hacer mosh pit”, dijo el guitarrista), de “Pensar en nada“. Realmente una grata sorpresa.
Joe Vasconcellos
Presentado por León Gieco, Joe partió de inmediato con la percusión de “Mágico“, que vino pegada con “Las seis“, una canción tan anquilosada en las fiestas populares de Año nuevo y septiembre que provoca reacciones encontradas, aunque es todo un mérito hacer de la fusión un género carnavalesco y popular. Vasconcellos recordó que era el “cumpleaños de Gardel” y llamó a un invitado que no aparecía en las papeletas: Bahiano, el ex líder de Los Pericos, para el tema “Duerme negrito“. Y sigue la fiesta: “Sed de gol“, el cóver de los cariocas Paralamas, “Alagados“, y el imperio de la timbaleta y el bombo de “Huellas” e “Hijo del sol luminoso“, que recordó a una de las grandes bandas ausentes.
Luis Alberto Spinetta
Presentado por el locutor de la Futuro “Pirincho” Cárcamo, “El flaco” apareció sentado durante todo el set de canciones, acompañado de una banda muy joven, con su hija Vera Spinetta a un costado, como corista durante un par de canciones. Su registro está impecable y se defiende al frente de una Pensa Custom. Abajo, “Milonga blues” y “Durazno sangrando” mantuvieron un silencio respetuoso entre el público. Se notaba que muy pocos conocían su extensa discografía.
“Esta va dedicada a uno que debió estar aquí: Gustavito Cerati” y desenfundó “Té para tres” de Soda Stereo, que siguió con “8 de octubre” y “La luz te fue“. Las corresponsales argentinas estaban incontenibles alrededor. “Si vas a chupar, no tomés” advirtió mesiánico antes de mostrar una de sus últimas composiciones: “Tu vuelo al fin“, con un cierre para agrietar hasta al más insensible: “Seguir viviendo sin tu amor“. Para no olvidar.
Beto Cuevas
Fastidiado por los 25 minutos que le otorgó la producción para su show en solitario, en conferencia de prensa se desquitó: “Este es un evento organizado por chilenos. ¿Entonces por qué cuatro o cinco artistas argentinos tienen 40 minutos para tocar y sólo un artista chileno (Los Jaivas) tiene la misma cantidad de tiempo?”. Lo cierto es que su proyecto solista no alcanza la altura ni el espesor de La Ley.
Entre algunas pifias y un dominio escénico total del cantante, siempre pendiente de los flashes y las cámaras que cubrían el evento, trotando a lo largo de los dos escenarios; Beto Cuevas arrancó con temas de su reciente trabajo solista: “Miedo escénico“, “Vuelvo“, “Are you sorry” y “Háblame“, con una recepción tibia. Quizás demasiado para su privilegiada ubicación en el cartel. Prácticamente nadie conocía las letras de sus canciones. Hasta que hizo uso del repertorio de La Ley, con “Tejedores de ilusión“, “Aquí” pegada a “Delirando” y un cierre acompañado- esta vez si- por todo el público en “El duelo“.
Es peligroso cuando las carreras solistas se enhebran mediáticamente a la par de bandas matrices. Cuevas solista es un monstruo como frontman pero todavía está lejos y desvirtuado de esas cumbres de La Ley de “Día cero” o “Fuera de mi“. “Olvídense de Beto Cuevas, pero por qué Los Tres no tienen 40 minutos. Nosotros mismos nos chaqueteamos, cuando deberíamos sentirnos la raja”, se defendió en entrevista.
Fito Páez
El Rodolfo Páez de hoy genera anticuerpos. Da lo mismo que se haya hecho esperar. Es que cuando lo pasaba mal y hablaba de su vida y no tenía letras con moraleja, era un gigante que remecía laberintos interiores y fibras ocultas. Por eso se siente extraño en vivo al mezclar temas como “Folis Verghet” (tengo la duda: ¿no se referirá al Folies Bergère franchute?) y “Tiempo al tiempo” (ambos de sus discos casi en piloto automático), con “Circo beat” (donde todo este año ha venido reemplazando el verso con Gena Rowlands por Fabiana Cantilo), “El diablo de tu corazón” y “Ciudad de pobres corazones“, un tema que sonó muy fuerte con un aplicado solo de guitarra.
Si quiere sonar actual, podría haber metido algo del impecable Naturaleza sangre (03).
Fabiana Cantilo sale a bailar cuando suena “A rodar mi vida” y Fito le dedica un verso: “quiero salir- contigo- /quiero vivir -sin ti-“. Sobre el final, “Dar es dar” y “Mariposa tecknicolor” cierran la primera de las presentaciones que registran 40 minutos. “Ahora viene mi grupo favorito de Latinoamérica: Los Tres“, presentó el argentino.
Los Tres
Antecedidos de un sentido video que incluía el clip que Gustavo Cerati colgó en la red, posterior al terremoto de febrero, “desde aquí en Buenos Aires les digo cuenten conmigo para lo que sea”; junto con una serie de imágenes que mostraban el hashtag de Twitter #fuerzacerati, con “Zoom” de fondo, en distintas locaciones del evento; el fantasma del ex Soda Stereo cayó encima como nunca.
Casi sin pausa y sin el característico Lap steel Fender que usa Ángel Parra en escenarios más chicos, “Hojas de té” abrió el repertorio de Los Tres con Parra y Álvaro Henríquez con dos sendas Gretsch colgadas al hombro, para seguir con “La torre de Babel” y la nueva “Shusha“. La banda que cierran Roberto Lindl y Manuel Basualto pudo arriesgarse con temas nuevos (y buenos) como “Hoy me hice la mañana“, o desclasificar el cancionero menos tocado en vivo por la banda en mega festivales: “De hacerse se va a hacer“, “Flores secas“, “Feria verdadera“.
No fue el caso y el Rickenbacker de “Titae” sonó con el setlist estándar de esta banda: “Amor violento“, “La vida que yo he pasado” y “Quién es la que viene allí“. Habría sido todo tan monótono de no ser por una ayudita del clima. Para “He barrido el sol” y “Déjate caer“- con el discurso final de Allende proyectado en las pantallas- llegó la lluvia y entumeció los ánimos en el Parque O’Higgins, aunque Henríquez hizo una buena jugada para cerrar con “El pueblo unido” de Quilapayún, con Ismael Oddó– hijo del fallecido Guillermo Oddó– de invitado. “El pueblo unido, jamás será vencido” se escuchaba bajo el inesperado aguacero.
Charly García
Por lejos el más esperado. Por ahí dicen que le perdonamos todos los errores y le celebramos casi todo. A todos esos hay que recordarles que Charly García se defiende solo y con sus discos. Es cosa de agarrar uno y escucharlo completo. Listo. “Demoliendo hoteles“, pese a la pifia del audio que no dejó escuchar su voz hasta la mitad de la canción, el coro era imparable. La banda que incluye a tres chilenos sonó calcada a los discos y la lluvia y la noche ya instalada le agregó un ingrediente épico a su presentación.
A simple vista Charly está más gordo. Los equipos mojándose y varios desperfectos técnicos (“sonidista, te voy a matar”) hicieron temer lo peor: Algunos murmullos inentendibles, el piano que no se oía. Suena “Cerca de la revolución“. A punta de salir al frente del escenario y volver al sillín del piano, se metió el público al bolsillo con su personalidad explosiva. “Puta televisión” espantó a la cámara que lo apuntaba desde una grúa.
En “Yendo de la cama al living” presentó a su banda y todo era éxtasis. “El Negro” Carlos García López está a cargo de la guitarra líder, con Hilda Lizarazu en coros y Fabián vön Quintiero “en la electrónica”.
Todo se descontrola con “Rap de hormigas“. ¡Gracias “Palito” Ortega! Está más vivo que en ninguna de sus últimas presentaciones en Chile, cuando desenfunda “Nos siguen pegando abajo (pecado mortal)” del Clics modernos (83), con la característica batería a cargo de Tonio Silva Peña, y los otros compatriotas: Kiuge Hayashida (guitarra) y Carlos González (bajo). Pasada la mitad del tema dejan de sonar algunos equipos y Charly García se emputece con la gente de sonido, aleja a los roadies cuando se acercan y aplica botiquín de primeros auxilios: “Canción para mi muerte” a puro teclado y voz, hasta que se integran el resto de instrumentos con la situación más que controlada.
Estamos todos empapados pero poco importa. Es un trance. “Yo no quiero volverme tan loco” y de nuevo a saltar con “Fanky” y “No toquen“. Charly lanza el micrófono a un costado del escenario, visiblemente molesto por el sonido, se pone de pie para saltar y levantar el puño cuando suena “No voy en tren“. Si este fuera un partido entre selecciones y Charly delantero de la albiceleste, nos vuelan el… marcador.
“Rezo por vos” y la acelerada “No me dejan salir” terminan uno de los mejores sets, sino el más recordado de todo El Abrazo. Es cierto que no es el Charly García de “No soy un extraño” ni “Ojos de video tape“, pero con los recursos vocales que tiene y una banda ajustadísima dejó la patada misma. Realmente histórico. Para atesorar.
Jorge González
Si hay que agradecerle su presencia a algún representante local, ese es Jorge González. Filudo, arrancó con un breve coro de Los Tetas, del tema “Contra viento y marea“: “Hay que continuar contra viento y marea, porque siempre te quieren cagar, nunca falta el saco wea”, para iniciar el mismo show que está mostrando por distintos casinos en el sur, donde repasa La voz de los 80 (84), el debut de Los Prisioneros, junto al último miembro en integrarse al regreso de esa banda en 2001, el guitarrista uruguayo Gonzalo Yáñez, y los ex CHC: Jorge del Campo (bajo) y Pedropiedra (batería).
“Cuando grabé este disco, las posibilidades de mostrarlo eran otras. Mi destino seguramente era el de manejar un taxi, que sería súper honrado, o en la pizzería de la esquina y ser ayudante, pero aquí estoy tocando con Charly teloneando, ¿cómo estamos?”, bromeó González antes de continuar con una cantada “Brigada de negro” y “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos“. Réplicas exactas, con González dedicado exclusivamente a cantar, en un formato que lo favorece.
Siguieron con “Sexo” y una broma en su estilo sobre el final: “Como la noche va avanzando y hay otros artistas que también tienen que tocar, vamos a tener que hacer un salto a la canción que comienza el caset en el lado B, que era esa canción que cantaba mi gran amigo ‘Miguel Narea’, que se llamaba “¿Quién mató a Marilyn?”, (…) pero vamos a tocar una bien bonita”. Claro: “Paramar“, que recuerda a “Jessie’s Girl” de Rick Springfield. Todos cantan y saltan con un discos de hace dos décadas.
Viene “No necesitamos banderas” y uno de esos textos con su impronta (y huevos) para inmortalizar, como el del Festival de Viña del Mar:
“Vas a la cárcel si robas un celular. Vas a la cárcel si vendes DVDs. Vas a la cárcel si robas y te pillan en algo chico, pero si robas de verdad te hacen Presidente. Vas a la cárcel si robas mierda. Vas a la cárcel si no tienes qué comer, pero si robas de verdad te hacen Presidente de la República, te hacen Presidente de la República si eres un verdadero ladrón“.
Continuá: “Es la pura verdad no más, hueón. Vamos a ver si en un par de años más queda país. Yo no sé quienes fueron los pelotudos que votaron a estos, pero los que votaron a los otros, los que votaron a Bachelet, a Lagos… esos weones ni siquiera cambiaron la Constitución. Chile todavía se rige por la Constitución de Pinochet. Es como que Alemania se rigiera por la constitución de Hitler. Con la diferencia que Hitler mandó a matar y fue en guerra, contra otros países que estaban armados. Los cobardes de acá mandaron a matar a su propia gente“.
Y sigue: “Y esos propios cobardes son los que manejan todavía el país: Matte, Angelini, Luksic (propietario de CCU, patrocinador de este evento), el conchesumadre que dirige El Mercurio, ¿cómo se llama? Edwards. Ese weón todavía está vivo y coleando y súper millonario y se caga de la risa, weón. Es una vergüenza. Pero no es que nosotros estemos así, es que todo el mundo está así. Porque cuando no ganan por las leyes, hay pistolas detrás”.
El Padre del rock chileno se despidió así. “Me acuerdo que esta canción la terminamos… bueno, la terminé porque los otros flacos no estaban ni ahí; la terminé de mezclar en el estudio para mi cumpleaños (…). Y esa canción se llama ‘Nunca quedas mal con nadie’ y yo creo que esa es la mejor canción que he escrito yo“. Fue notable. Cada vez que vuelve a subirse a un escenario es como reencontrarse con un espíritu crítico disuelto entre el conformismo y el “niahísmo”, con un amigo de cualquier comuna lejos del centro. Aunque sigo pensando que el Corazones (90) es su trabajo con más vigencia por estos días.
Andrés Calamaro
Después de Charly García y Jorge González la vara del escenario doble quedó demasiado alta. Sumado a que Andrés Calamaro prácticamente no se escuchó en cancha general y que los primeros tres temas sonaron sólo en los retornos, lo del argentino evaporó muchas expectativas y como ya es costumbre en sus últimas presentaciones, arrancó con una breve “Jumpin’ Jack Flash” de los Stones pegada con “El salmón“.
Siempre con la guitarra colgada, siguió con “Te quiero igual“, con una multitud repasando cada estrofa de sus letras, en el solitario recorrido por el Honestidad brutal (99). Tiene una fanaticada incondicional por estos lados. Prueba de ello es la cantidad de público que abandonó el recinto una vez terminado su set.
Y “Todavía una canción de amor” siguió con “Las tres Marías“, con Vicentico de invitado. ¿Qué mejor soporte para una canción nueva, recién aparecida en el disco On the rock (10)? Además de pegarla a “Mil horas” sobre el final. Con dos rolas sucesivas, quizá prescindibles: “Tuyo siempre” y la guitarrera “Los chicos” de La lengua popular (07) con un “Viva Chile, mierda” sobre el final y otro golpe al cancionero popular de Calamaro: “Paloma“, presentando a su banda sobre el final.
Otro vuelo alcanzó el verso de “Martin Fierro” de José Hernández recitado al comienzo de “Estadio azteca“: “Vive el águila en su nido, el tigre vive en la selva y el zorro en la cueva ajena. Y en su destino inconstante sólo el gaucho vive errante donde la suerte lo lleva“. Para mezclarla con una de las nuestras. “Gracias a la vida” de Violeta Parra en breve.
“Crímenes perfectos” retomó la intimidad de Calamaro y su público. Para una sentida versión de “Volver” de Gardel y el remate de la noche con “Flaca“.
Los Jaivas
Con un notable solo de Juanita Parra sobre la mitad de su presentación, Los Jaivas se defendieron como el verdadero museo que son. Sin el fallecido Eduardo Alquinta, una repetición constante de sus clásicos “Pregón para iluminarse” y “Mambo de Machaguay“, con un acople que dolió hasta el alma en “Mira niñita” y con “Todos juntos” al cierre, sin más gente que la propia banda sobre el escenario. A esa altura, mucho público había abandonado el recinto, que si durante toda la tarde tuvo unos buenos metros vacíos en cancha VIP, ahora la distancia era aclaradora: habían casi 100 metros entre el escenario y la cancha general.
Vicentico
El frío calaba hondo y las canciones de Vicentico poco ayudaron a mover al mutante. “Se despierta la ciudad” Y “Bajando la calle” fueron un comienzo muy tibio, cargado a la cosecha personal, pero a los temas no tan populares ni a discos tan bien recibidos como Los rayos (04).
“Si me dejan“, “Sólo un momento“. Vicentico está casi tieso sobre el escenario, hasta que todos se despeinan con la simpleza en la guitarra de “Siguiendo la luna” de los Cadillacs. Y de nuevo a sacudirse del frío con “Las manos“.
“Tiburón” prendió a la gente, pero no fue hasta “Los caminos de la vida” que el baile se tomó la Elipse, con fiesta desatada hasta “Vasos vacíos” y “Yo no me sentaría en tu mesa“, para moverse y corear el recuerdo de esos inolvidables y Fabulosos Cadillacs.