El brillo que tiene es lo humano que le queda
Un extraterrestre que firma como Kanye West, como uno de los puntos más altos de la edición debut de un festival noventero y formado en la Generación X.
// Por: Alejandro Jofré • Video: Nicolás Vidal • Fotos: Carlos Müller.
Vuela una nube de confeti sobre los peinados de Jane’s Addiction cuando varios ya estamos instalados en el lado opuesto de la elipse del Parque O’Higgins. Lo de Kanye West es inminente y hay varias ideas dando vueltas como los papelillos.
Cosas como que:
Uno. No habrá balazos del repertorio gangsta rap ni estrofas homofóbicas o racistas (…), ni los sampler de raíz Funk o riguroso Motown sound del género: al contrario, Kanye Omari West usa hasta a Labi Siffre en la somnífera “I wonder” y su paladar musical va más ligado a los vinilos empolvados: Al Green, Bill Withers, The Dramatics, Jerry Butler, Eddie Kendricks.
Dos. Esto es un sonido mucho más pulido que las tornamesas y el hábil crossfader de Beastie Boys, mucho más real que un payaso como 50 Cent y mucho menos plástico que el Eminem digital. Kanye West, antes que un MC con todo un arsenal de frases-bomba y una mochila Louis Vuitton llena de estrofas incendiarias, prepara sus bases con artistas de Folk sentido y panfletario, de un Rythm & blues que parece tirarte encima del algodón, y les cambia el tempo y los hace sonar 2011, con el gusto de Michael Jackson (le dedicó “Good life“) y el sentido “pop” entre ceja y ceja, con sus sintetizadores y teclados disparando melodías.
Tres. Más que un paseo forzado por el Bronx neoyorkino, lo de Kanye West es una ida por la línea 7, entre Vernon Boulevard y la 42, con la vista en el punto perfecto en que se mezclan los edificios empapelados de graffitis con la vorágine de acero y cemento de esa postal que son los rascacielos groseramente iluminados de Manhattan.
Cuatro. Adam Levine parece un idiota presumido en los videos de Maroon 5, pero podemos suponer que lo conoce bien. Colaboraron juntos en “Heard ‘em say” del Late Registration (2005): «supe que Kanye era un gran artista no cuando tuvimos una de esas charlas profundas y significativas sobre las cosas que lo inspiran, sino cuando me invitó a su casa. Está completamente vacía, sin pintar, sin muebles, sin pisos. Le pregunté por qué no la había arreglado todavía, y él me ‘Lo hice, pero tuvimos que hacerlo de nuevo porque no quedó bien’».
Cinco. Kanye dice la verdad o no dice nada y da lo mismo que tenga un Bvlgari en la muñeca y que no haya dirigido una sola palabra al mutante local en su debut en Chile. Todos lo vimos apretando a Bush, haciendo el ridículo de la década en los premios MTV, tirando un clip para epilépticos, y hasta botando el celular por un tiempo para producir su cumbre My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010).
Seis. De ahí a la salida quince minutos tarde con “Diamonds from Sierra Leone” y “Can’t tell me nothing”, para calentar la garganta, acompañado de tres músicos en escena tipo Kraftwerk, MILLION $ MANO: de pie y con sus respectivas máquinas. Dando una pista de como iba a ser su show de poco más de 90 minutos.
Siete. La idea no es quebrar las reglas del Hip-hop ni del Pop: se trata de estirar los límites, el círculo de pellejo que cede en la oreja con las expansiones. Acá hay baladas R&B seguidas de Electrónica alienígena: “All of the lights”, “Monster“. Rimas para masas: “Good life“, “Power“. Samples de Rock progresivo: “Gorgeous“, “Hell of a life“. Y cuatro grandes momentos de su show: la perfecta “Gold digger” con un Jamie Foxx virtual, la pegada “Flashing lights” del Graduation (2007), la epopeya Hip-hop de “Runaway”, en compañía de PUSHA-T, y la relectura de Daft Punk en “Stronger“, por lejos la más saltada de todas, con Kanye West golpeando cada frase en la pasarela pegado al público.
Ocho. Aunque fue evidente que la voz no es lo suyo y que las bases hicieron toda la pega, ¡cómo produce! También hay hambre ahí, porque si no puede cantar en directo, en su último disco tiene varios pasajes de autotune y de eso trató todo el final del primer concierto de Kanye West en Chile, hasta que faltaron quince minutos para las 11 y Lollapalooza era historia.