Estreno Fidocs: Conan O’Brien can’t stop
Conan O’Brien Can’t Stop. Hay una sensación que es muy loca cuando uno está viendo una película en el cine. Que te den ganas de mear pero brigido. Esta sensación tiene dos etapas, tres, si queremos ponernos científicos. La primera es un clásico cosquilleo piola, pero que anticipa que se viene el sufrimiento. Luego, la segunda, es un poco cool. Se te comienzan a hinchar los cocos y el pico, y como que pasa un rato y sentís como que tienes el paquete gigante, lo malo es que empieza a doler la guata con calambres.
La tercera es el infierno. Sudor. Odiar la película culiada. Mirar para ambos lados y analizar por donde sería menos de mierda salirse. Aguantar hasta que sientes que te estás envenenando por dentro con tu propio pichí y a la mierda. Te paras tropezándote entre la gente y a mear gritando de felicidad se ha dicho. Luego vuelves y ves el final parado atrás en la sala con una sonrisa infinita.
Este estudio fue realizado en el marco del Fidocs, en el estreno mundial, la dura mundial, del documental del colorín Conan O`Brien y que convocó a lo más granado del twitterismo nacional. Y prueba de que twitter es un lugar donde se respira la solidaridad con las buenas causas es que pese a no ser convidado en primera instancia, luego de tuitear alegando un rato, el mismísimo Gonzalo Maza amablemente me dijo que fuera nomás, ningún problema. Lo pal pico fue que nunca lo vi, y figuraba en la fila gigante, sin ninguna opción de entrar. Mientras evaluaba la idea de hacerme pasar por alguien, por suerte apareció la Jani que le sobraba una. Esto quiere decir que se pueden lograr cosas hueveando en el tuiter, así que cagaste HidroAysén y cagaron pedófilos y cagaron homofóbicos. Vamos por ustedes ahora.
El documental del coloro Conan básicamente es una apología al ego desorbitado, desde una perspectiva mística, o al narcisismo, desde una mirada sicológica. Básicamente, COB se raya porque se queda sin programa y decide hacer una gira a todo cagar, rockera, con 44 fechas. Y se hace mierda- desmintiendo el mito de que los colorines no tienen alma- porque tiene que ser divertido y simpático y estrella buena onda casi las 24 horas, saludando fans frics y famosos y las fotos y los viajes sin parar y más encima haciendo un documental del asunto. El hombre confiesa que simplemente no puede estar sin un público, sin la atención, sin que lo estén aplaudiendo, sin toda esa locura de pega, toda la hueá. Es un poco como una adicción.
El resultado es un documental bastante gracioso, pero largo. Cosa que ayuda a enganchar con la sensación de agotamiento aunque lo estén pasando la zorra, de los participantes de la gira. O era yo que me estaba casi meando que lo encontré infinito. Una de dos.
Muy recomendable para los fanáticos del cabeza de zanahoria, para el resto, puede ser media pajera.