El evangelio según Jack White

por · Febrero de 2011

Una de las grandes actuaciones registradas de la banda: el Under Great White Northern Lights

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La admiración surge principalmente de la consecuencia. Así es como mis ídolos son los que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen, sin importar demasiado el resultado de su trabajo.

Difícil es querer y apreciar lo que hace un mercenario o un hipócrita: los honestos, con sus errores y malos pasos, siempre serán más admirados, aunque no sean los últimos vencedores. Porque a los honestos y a los consecuentes no les suelen salir las cosas bien en el final, pero se ganan la admiración real y sincera de alguna gente, y eso les tiene un lugar reservado en el cielo, siesque el cielo existe.

Lo que quiero decir es que a Bono lo puede querer muuucha gente, capaz de pagar precios ridículos por verlo por tercera vez cantando las mismas canciones y diciendo las mismas cosas, pero a Jack White lo quieren más. Menos gente lo quiere mucho más. Porque el hombre, con sus excentricidades y mañas, es un consecuente.

Under Great White Northern Lights es un documental sobre la gira que los White Stripes -la banda que lidera Jack junto a su hermana/ex-esposa/baterista Meg, y que hace sólo unas horas anunció su separación- hicieron en Canadá promocionando su último disco, Icky Thump (07).

La gira no fue convencional, porque los Stripes no lo son: recorrieron cada estado, cada provincia, cada localidad de ese raro país súper nortino, tocando en plazas, cafeterías, consejos de ancianos esquimales y viejos teatros. Pero lo más interesante de todo, más allá de las anécdotas, las canciones y la extraña gente canadiense, fue la inintencionada declaración de principios de Jack White.

La creatividad y la ética de trabajo no son contradictorias: a diferencia de tanto roquero de estadio que saca un disco cada cuatro años, White es un carpintero que se obliga a componer y grabar constantemente. Algo bueno tiene que salir, dice, del trabajo insistente. No todos los días se hace una obra de arte, eso lo sabe, pero sabe también que para hacer una obra de arte hay que tratar todos los días.

Las dificultades y los límites generan genialidades: bajo presión es como funciona el ser humano. Ese mito de que los millonarios son más capaces de hacer un buen trabajo, con todo el tiempo y la plata del mundo que tienen, está obsoleto. Sin presión no hay nada, y sin límites hay menos. Con tres acordes, una guitarra y una batería, el tipo se mueve libre, como Messi en una cancha, y a pesar de la repetición rítmica y armónica en las canciones, uno no se aburre, así como no nos cansamos de ver los goles calcados del argentino.

Jack se pone dificultades a propósito, no se hace el gil: pide el estudio por cuatro días y sólo por cuatro días para grabar el disco; nunca hace setlist para los shows en vivo: tocan lo que sale; en los conciertos, pone las uñetas lejos del micrófono, y no bajo él como todos los guitarristas: otra variable más para tener en la cabeza.

La Tierra fue maldecida por Dios para que los hombres la trabajasen: a estas alturas, está claro que White (verdadero nombre John Gillis, menor de diez hermanos, padres católicos, Detroit) es religioso a la antigua. Su modo de enfrentarse a la música como un oficio de perseverancia, y su esceptisismo hacia el facilismo tecnológico, lo ponen en una posición muy diferenciada de casi todos los guitarristas que actualmente le pelean el ridículo cetro del mejor del mundo. Él toca con la misma guitarra de plástico que se compró hace 15 años en alguna tienda cualquiera. Y más que por mañoso, lo hace por el desafío que representa: dominar la bestia, sus desafinaciones, sus pifias, sus fallas. No hay brillo, dice Jack, en ir y comparse una vez al año una Les Paul, una Stratocaster nueva. Eso es de flojos. Eso es de The Killers (esto último no lo dijo él, lo dije yo, pero en su nombre).

El evangelio según Jack White

Sobre el autor:

Cristóbal Bley es periodista y editor de paniko.cl.

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