No se trata de ser esnob, sino de despegarse, dar un paso salto hacia arriba y ver cómo es que cambian las cosas: el río que avanza pero nunca igual, las hojas de los árboles que caen para aparecer y volver a caerse, el pop de vanguardia que busca, rompe y se reinventa. No se […]
No se trata de ser esnob, sino de despegarse, dar un paso salto hacia arriba y ver cómo es que cambian las cosas: el río que avanza pero nunca igual, las hojas de los árboles que caen para aparecer y volver a caerse, el pop de vanguardia que busca, rompe y se reinventa. No se trata de ser esnob, sino del grato e inusual placer de presenciar los cambios, de identificar a los que abren los caminos y se arriesgan y mueren como Cristo por el resto de la humanidad. Sí, no se trata de ser esnob: sólo se trata de ver el futuro siendo hoy, escuchar la música de mañana que alguien grabó ayer.
El Guincho, el alias de Pablo Díaz-Reixa, nació en Las Palmas, en medio de las Islas Canarias españolas. Playas, calorcito, qué rico. Inmigrantes africanos, sudamericanos, qué miedo. Quizá sólo esta mezcla, de paraíso terrenal caribeño europeo con la inseguridad y el sudor de una mezcla de gentes con miradas distintas, pudo hacer posibles sonidos tan multi-ecuatoriales como los que están en Pop Negro. Calipsos y bajos latinos sacados de hits ochenteros, encontrados en el archivo de una radio AM panameña, reconfigurados en estructuras quiebra-cinturas, en ritmos triangulares y misteriosamente pegajosos.
Pop Negro es el segundo álbum de El Guincho, después de su silenciosamente celebrado debut, Alegranza!, que lo puso al español en posiciones de avanzada junto a grandes profetas del pop psicodélico como Panda Bear. Quizá el hecho de ser canario y de cantar en castellano lo mantienen todavía en la categoría de extraño, de rareza simpática y atendible, pero no como la figura canónica y referencial que a lo mejor su trayectoria merece. En 2007 se adelantó a muchos, y casi al mismo tiempo que el líder de Animal Collective, vio el pop del futuro y desde la silla de su computador armó a base de samples y loops un disco arriesgado, bailable, difícil y simple; latino, caliente y pegado.
El segundo paso siempre es el más duro, y El Guincho lo da hacia adelante. ¿Cuánto avanzó? No hay cómo saberlo, pues la trascendencia se mide desde la perspectiva, pero en los laureles no se quedó: se la jugó por los coros, clarificó las letras, insertó quiebres. Las canciones son mucho más universales en el acceso, invocando menos a la paciencia y más al impulso inmediato. Pop Negro es un disco que a la primera escuchada se deja querer, con versos que se pegan rápido en la nuca y melodías que se quedan en el paladar, saboreables, mmm, masticables y repetibles. Deja de lado el loop tribal y lisérgico y se inclina por la emotividad, por la felicidad efusiva del amor naciente o las exigencias de un romance que pierde su verano, siempre con la transparencia de las letras bien pronunciadas y ese gusto flamenco-arábico-cubano.
Disfrutar de El Guincho es adelantarse a lo que viene, pero sin ánimos esnobistas. No es vanguardia por vanguardia: es pop que mira apunta hacia delante y que nos ubica más que nunca en el presente. Esto es lo que está pasando, más que nunca la música popular es un Aleph que lo mira y abarca todo —desde los compositores congoleños de mediados de siglo y las orquestas cubanas hasta el folclór canario— y los genios son los que logran canalizar todo eso en canciones que rompen y vuelven a armar el pasado para indicar las rutas del futuro.
Escucha el disco legalmente vía streaming.
El Guincho
Pop negro
Young Turks, 2010