El retorno de Hank Moody

por · Febrero de 2011

Columna sobre Californication y literatura

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Hay escritores que escriben bien; otros que escriben mal y algunos que simplemente no pueden redactar ni una línea. Estos últimos son quienes no necesitan sentarse frente a un computador o una maquina de escribir para hacer literatura: ellos son literatura pura.

Ahora, si esta literatura es buena o un bodrio entretenido y excitante, eso depende de quien encarne esta. En este caso Hank Moody –David Duchovney- encarna una mezcla rara en las ya cuatro temporadas que van de la serie Californication: un escritor que es más conocido por sus dotes sexuales que por su pluma y libros que -según se cuenta en la serie- son la literatura más cruda jamás vista, incluso superando a coterráneos como Charles Bukowski e incluso Bret Easton Ellis.

El personaje de Moody, se presenta como un nuevo personaje en los que podríamos llamar esta “Generación x” de antihéroes se series. El máximo exponente de esta nueva especie de héroes post moderno es Gregory House –protagonista de Dr House-, quien lleva ya siete temporadas exponiéndonos en pantalla deficiencias personales, defectos y actitudes poco dignas de un héroe, sino más propias de un ser humano en sí.

Moody viene a representar lo mismo, porque al igual que House -quien desmitifica la pureza del ejercicio de la medicina en los hospitales, representando una caricatura de lo que no se debe hacer- logra desmarcarse de esa figura algo sacra que creen representar quienes dedican su vida a las letras: al contrario del escritor destruido por las horas frente a la hoja en blanco y la búsqueda de la historia, sin más vida personal que esa, el escritor maldito de Californication es una hoja en blanco en sí, que hace literatura -de la más burda y ruda- sin darse cuenta, mientras se encuentra tirándose a chicas de 16 años o con cualquier mujer que le caliente la sopa.

Moody haciendo de las suyas en la 3ª temp.

Sin embargo, este tipo que parece ser de la peor especie -de hecho lo es a mucha honra-, también rescata aquél romanticismo que, al parecer, atraviesa cualquier época, situación o conducta moral. Esto es claro en la relación que el escritor tiene con la madre de su adolescente hija Rebecca -quien toca heavy metal y aparece en algunas ocasiones tocando temas de Slayer-: Karen, con quien tiene la relación más compleja de este bizarro drama. Frente a ella, Moody se convierte en un romanticón digno de la peor literatura de Coelho dejando de lado al Bukowski que hay en cada una de sus hazañas fuera del entorno familiar. La tristeza que le causa el no poder conseguir una cierta estabilidad familiar -cosa que debe resultar lo más extraño para un fan del Moody mujeriego- logra el perfecto equilibrio con su desorden de vida y los excesos que se ven capítulo a capítulo en el programa.

Tal vez, las pocas virtudes algo sentimentalonas familiares, se puedan atribuir a una falla de guión o a un cierto equilibrio que se le quiere dar a la historia, por contener esta un 70% -sino 90%- de escenas sexuales que bordean en la exquisita chabacanería a la que nos tiene acostumbrado el escritor que no escribe. O tal vez porque Moody, como todo ser humano, no es más ni menos malo que el común de los mortales, sino que solamente, a diferencia de de los simplones, su vida no es mostrada en televisión.

El retorno de Hank Moody

Sobre el autor:

Francisco Méndez

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