El show de los discos: Margerine Eclipse

por · Agosto de 2021

La mezcla del primer disco de Stereolab sin Mary Hansen es curiosa: da la impresión de que aislados cada uno de los parlantes reproduce, al unísono, una canción distinta.

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Margerine Eclipse es el primer disco de Stereolab tras la partida de la cantante Mary Hansen —muerta en un accidente en bicicleta—, y la separación de los fundadores del grupo, el inglés Tim Gane y la francesa Laetitia Sadier.

Con esa pesada mochila, los sobrevivientes entraron al estudio y despacharon un disco luminoso, cargado de electrónica estridente y pop arrullador.

En su libro Retromanía, Simon Reynolds sitúa a Stereolab en “el panteón de honor del futurismo rockero” y como exponentes tempranos del post-rock, que “significa usar la instrumentación del rock para propósitos ajenos al rock”, según describe el influyente crítico. 

Reynolds mete a Stereolab entre los cultores del post-rock que prefieren la tecnología lo fi o pasada de moda. El rollo de los británicos, dice, es crear paisajes sonoros a partir de paletas de texturas, desde timbres, texturas y cromatismo.

En otras palabras, sus discos no son la grabación de una banda tocando en un escenario, sino cuadros, verdaderos paisajes donde lo auditivo queda subordinado a lo visual.

Margerine Eclipse abre con el pop perfecto de “Vonal declosion”, una canción llena de capas de arreglos y texturas que te van empujando por un groove colorido, bien cuajado y guiado por la voz cristalina de Sadier, quien acaba entre susurros tras el empalme con “Need to be”.

El sello del grupo son sus melodías singulares con sintetizadores retro y ciertos patrones de pulso que podríamos calificar de vanguardia. Un buen ejemplo es “Sudden stars”, donde la cantante recuerda la nube negra sin rodeos: “Si tienes que ir, vete, el viento te llevará a través del océano hacia el cielo”. 

La mezcla del disco es curiosa: da la impresión de que aislados, o puestos en habitaciones distintas, cada uno de los parlantes reproduce una canción distinta al unísono.

Casi sobre el final, la frase “Goodbye, Mary” resuena como un mantra en el track “Feel and triple”. La arropa un arpegio de guitarra y un curioso y burbujeante sintetizador. Muy pronto, todo acaba empujado por el pulso avasallador de las percusiones; parecen recordarnos que la vida continúa.

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Sobre el autor:

Justiniano

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