Entretenciones The Smashing Pumpkins

por · Marzo de 2015

Luego de armar y desarmar a los Smashing Pumpkins cuantas veces quiso, Billy Corgan atacó la nostalgia con potencia y un puñado de canciones tonificadas por el refuerzo de Brad Wilk en batería.

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En algún momento de los 90, los Smashing Pumpkins fueron la mayor banda de rock en el planeta. Eran los años de Gish, Siamese dream y Mellon collie and the infinite sadness, el White album/Physical graffiti/The wall de la Generación X, este último publicado después de que Cobain se destapara los sesos, mientras Rivers Cuomo escribía Pinkerton y Metallica descubría el esmalte de uñas. Dos años más tarde, cuando el grupo sacó un disco titulado Adore, más electrónico y experimental que sus antecesores, ya no lo eran.

«Tengo que decir con toda franqueza que me ha sorprendido mucho lo rápido que el mundo te da la espalda», se quejaba Billy Corgan en una entrevista de la época. «El grupo ha quedado un poco sorprendido porque estábamos convencidos de que podíamos innovar un poquito sin hacer más de lo mismo. O sea, estamos donde empezamos».

A pesar de la deprimente imagen que pintó Corgan, a estas alturas un artista proto-emo del rock de los 90, Adore entró en las listas de éxitos, fue nominado a un Grammy y vendió más de un millón de copias.

El problema, realmente, vino después: los dos discos Machina y un extraño lapso donde Corgan armó y desarmó a Zwan, escribió un impecable disco solista y fijó el regreso de su banda madre con Zeitgeist y el conceptual Teargarden by Kaleidyscope, un ambicioso proyecto donde el guitarrista decidió publicar 44 canciones divididas en EPs.

Luego, algo hizo cortocircuito y la voz de “Bullet with butterfly wings” se aburrió. Entregó solamente 25, y armó y desarmó a los Pumpkins cuantas veces quiso. Una de esas formaciones, donde sus músicos parecían sus nietos, llegó a Chile hace cinco años con versiones aceleradas y una baja convocatoria que obligó a partir por la mitad la cancha del Arena Santiago.

Entre medio, también, creó una empresa de lucha libre profesional:

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Grabó comerciales para una mueblería:

Y como guinda de la torta, interpretó en sintetizador ¡durante ocho horas! su lectura de la novela Siddhartha de Herman Hesse. Todo eso en medio de una serie de episodios delirantes de su vida privada que bien recoge este post de Noisey.

Lo del último Lollapalooza no disimula lo anterior. En medio de la escritura de sus memorias y acompañado de un guardia privado, Corgan está de gira otra vez.

Ya de entrada, The Smashing Pumpkins ataca la nostalgia con potencia y un puñado de canciones tonificadas por el refuerzo de Brad Wilk en batería. Ese sillín delineado por el histórico Jimmy Chamberlin, que ocuparon recientemente nombres como Tommy Lee (Mötley Crüe) y el hasta-hace-poco-adolescente Mike Byrne, todos con distinta suerte, ninguno con la contundencia del también integrante de Rage Against the Machine.

“Cherub rock”, “Tonight, tonight” y “Ava adore” sonaron pesadas, con la voz nasal intacta y una armada de guitarras que Corgan sacó a relucir para intercalar los solos con Jeff Schroeder, el único miembro estable de la formación actual, que ha dicho funciona como un colectivo. Un poco más desapercibido fue lo de Mark Stoermer, el bajista de The Killers que apenas se distinguió entre los golpes de Wilk y las habilidades del cantante con la guitarra.

Hace décadas que Billy Corgan despidió a sus primeros compañeros de banda y entonces algo hizo crac. Hastiados o despedidos, Wretszy, Iha y Chamberlain se llevaron la química que alguna vez los llevó al techo de este negocio. Porque es evidente que algo se trizó en el zeitgeist de The Smashing Pumpkins, alguna vez íconos de este festival en la versión de Los Simpson, lo que vuelve a sus conciertos una montaña rusa. Por un lado, “Being beige”, “Drum + Fife”, y en general todas sus canciones escritas después del 2000, son una subida lenta y aparatosa. Mientras que “1979”, “Disarm”, “Bullet with butterfly wings”, y todos los éxitos escritos en otras décadas, entusiasman y mueven, hacen que la gente cante y sacuda sus «palos selfie» en la caída. Diversión asegurada.

Fotos: Felipe Avendaño © paniko.cl

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Sobre el autor:

Alejandro Jofré (@rebobinars) es periodista y editor de paniko.cl.

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