«Yo respeto súper poco a Coco Legrand como comediante». Siempre digo eso cuando estoy en un grupo y aparece el nombre del humorista entre elogios y calificativos que están por sobre él.
«Yo respeto súper poco a Coco Legrand como comediante». Siempre digo eso cuando estoy en un grupo y aparece el nombre del humorista entre elogios y calificativos que están por sobre él. Luego de capturar la atención del grupo, me arremango y comienzo a explicar el por qué de mi tajante postura.
Hace unos años compré un libro de Fernando Josseau, sin haber escuchado ese nombre ni en pelea de perros. Lo compré porque era una recopilación de cuentos, y me gustan los cuentos. Pasaron los días y cuando encontré tiempo, entre tanto hacer nada, lo leí. A carcajada limpia lo disfruté de principio a fin. Los cuentos tenían un humor absurdo, situacional, muy bien pensado, que me obligaba a cada rato a dejar el libro de lado para cagarmelarisa tranquilo. Quedé loco con el viejo, así que empecé a buscar más de él. Me enteré que era chileno, que una vez le robaron un guión e hicieron una película que terminó ganando un Oscar, que recibió múltiples premios en todo el mundo con las obras de teatro que escribía (también era dramaturgo), etcétera. Un viejo seco.
La cosa es que entre todo lo que hizo caché algo súper interesante, y es por esto que saco a Josseau al baile cuando se habla de Coco Legrand. Cuando el padre del «Lolo Palanca» todavía era un humorista más, Josseau lo vio en la tele y le hizo una crítica en el diario, onda: «este loco es fome por esto y esto». El Coco, en vez de enojarse, le agradeció la crítica y le pidió que trabajara con él. El escritor accedió y le empezó a escribir, a cambio de dinero obviamente, TODAS las obras con las que Legrand se hizo famoso, como No vote por mí, Al diablo con todo, Con la camiseta puesta, etcétera. Demás está decir que el material con el que el humorista se paraba en Viña y dejaba loco a todo Chile era sacado de estas obras, por lo tanto, material pensado por Josseau.
Hay dos detalles curiosos que me gustaría mencionar. Primero que el octogenario guionista tuvo que demandar hace unos años al Coco porque se estaba corriendo con plata que a Josseau le correspondía por el material que escribió (mal ahí), y segundo, que el viejo ni se despeinaba para hacer las obras, de hecho Legrand una vez dijo: «Al diablo con todo lo hizo en una semana. Desapareció y cuando llegó dijo ‘ahí está la renuncia del diablo porque se siente superado por todo’,» (bien ahí). Y me pasa que, como soy un comediante que se da el trabajo y el gusto de escribir todo su material, pierdo mucho respeto por otros cómicos que no hacen lo mismo. De hecho hasta dejo de pensar en ellos como comediantes (ya que considero que el proceso de creación es lo que nos diferencia del tío que cuenta chistes en los asados), y los comienzo a ver como… no sé… intérpretes, actores cómicos, algo así, pero ya no como comediantes. Y es por eso que me pongo latero en las conversaciones sobre Coco Legrand, y es por eso que no lo respeto ni la mitad de lo que lo respetan prácticamente todos (sin restarle todo el mérito a su carrera, pero sí a gran parte).
Y bueno, ¿por qué decidí escribir sobre esto? Porque hace un rato me enteré (por casualidad) que don Fernando Josseau, el genio detrás de Coco Legrand, falleció el 5 de este mes a los 91 años de edad. Han pasado sus buenos días desde que murió y no he visto NADA sobre su muerte en ni un lado. Y la cosa es que yo lo encuentro seco, de verdad un viejo seco, y me da mucha lata que sean tan pocos los que sepan lo que hizo por el humor en Chile. Es por eso que invito a todos los que han reído con el Coco a que memoricen este nombre: Fernando Josseau, y lo guarden ahí donde guardan los nombres de toda esa gente por la que sienten algún tipo de admiración. Creo que si Legrand los hizo reír, Josseau se lo merece.