Alfred Hitchcock decía que el cine son cuatrocientas butacas que llenar. ¿Podríamos discutir aquello? No lo creo. O más bien sí, pero terminaríamos haciendo el loco. Básicamente porque, desde un punto de vista cultural, su premisa tiene sentido. Durante las últimas semanas me he acordado bastante de esta frase, en especial ahora, mientras escribo en […]
Alfred Hitchcock decía que el cine son cuatrocientas butacas que llenar. ¿Podríamos discutir aquello? No lo creo. O más bien sí, pero terminaríamos haciendo el loco. Básicamente porque, desde un punto de vista cultural, su premisa tiene sentido.
Durante las últimas semanas me he acordado bastante de esta frase, en especial ahora, mientras escribo en el iF, ex Teatro Italia, el actual centro de operaciones del festival Cine//B. En las 24 horas que han pasado desde la inauguración de la actual versión, he tenido que responder la gran pregunta gran: «¿Cuánto cuesta la entrada?». La respuesta es simple: nada. Liberada. «Absolutamente gratis», insisto, ya que nadie lo cree a la primera.
A mí parecer, el cine es mucho más que llenar butacas, ya que, técnica y emocionalmente, posee un sinfín de argumentos que lo validan, más allá de cualquiera que provenga del sector económico. Pero la frase de Hitchcock (digna de analisis) representa el subtexto de este festival: que las personas vengan a ver cine. No hay más trasfondo que ese. Y por eso ninguna función es paga.
En esta edición pusimos en práctica lo que decía Alfred: la única manera de llenar butacas (alejándonos del paradigma económico) es invitándolos a experimentar la inefable sensación de sentarte frente a un inmenso proyector y vivir mil vidas posibles, aunque eso esté en contra del modus operandi popular que responde a pagar lo que sea, por el motivo que sea, cuantas veces sea necesario. Y la verdad es que la vida no todo tiene porqué ser así.
El Festival Cine B es una excepción a la regla, la oveja negra, el outsider del circuito, que ayer cumplió siete años, celebrados con una inauguramos como dios manda, justo después del estreno del largometraje El Escarabajo de Oro (producción argentina-sueca-danesa), vivimos la joda loca de un carrete al mando de Jim Hast y música hasta horas que no recuerdo porque, debo admitirlo, la fiesta estuvo lo suficientemente buena como para dejar de pensar en ella.
Porque sé que así serán también los días siguientes, los dejo cordialmente invitados a venir a Italia 810, Providencia, donde contamos con dos salas a disposición de ustedes para conocer más de setenta películas (largos, cortos, videoclips) nacionales y extranjeras, gratis y de calidad, tal como deberían ser tantas otras cosas, ¿no?
Revisa en este link el programa del Festival Cine B.
