Francisco Ortega: «Quiero ser Marvel»

por · Enero de 2015

¿Puede cocinarse un éxito de ventas y lectores? ¿Existe la fórmula del best seller? Según Francisco Ortega, empeñado en construir su propio universo literario y que viene de publicar Logia y El verbo Kaifman, la respuesta es no.

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La portada tiene al escudo de Chile intervenido con la esvástica nazi. Por dentro, los capítulos son cortos y rápidos. Llenos de diálogos y saltos geográficos —y temporales— por lugares como Siberia o la Antártica. Así es El verbo Kaifman (2014), la última novela del periodista y escritor Francisco Ortega, que sigue la pista de los herederos de Hitler en el sur chileno.

EVK es una versión extendida de El número Kaifman (2006), novela que el autor presenta ahora como una precuela de la exitosa Logia (2014).

—Sentía que ENK era un libro que había quedado mutilado por mis miedos de 2006 y el pudor de sacar una novela comercial en un país donde es tan mal visto sacar una novela abiertamente masiva, popular, oportunista si se quiere. El remontaje dio como resultado un libro nuevo, que se comunicaba con Logia y por lo mismo opté por ponerle El verbo… en lugar de El número….

Logia, también publicada por editorial Planeta, agotó tres ediciones en solo un par de meses, algo así como veinte mil copias vendidas. ¿Puede cocinarse un éxito de ventas y lectores? ¿Existe la fórmula del best seller? Según Ortega, empeñado en construir su propio universo literario, no.

Ortega

—El último Por favor, rebobinar de Alberto Fuguet está rotulado como «Edición remixeada». En ese sentido, EVK podría ser la canción grabada en estudio de un demo llamado ENK, o se trata de una versión remixeada.

—Es más bien un director’s cut, pero no como el del Señor de los anillos o Blade runner, sino como el de Cruzada de Ridley Scott. Es decir, tomar el material original, remontarlo, extenderlo y sacar como resultado un nuevo libro, hecho de las partes de otro libro. En ese sentido se parece a esas ediciones de discos clásicos de Rock progresivo donde el autor y el ingeniero le meten tanta mano que el resultado es algo nuevo, hecho de partes existentes, como Tubular bells de Mike Oldfield, que desde 1973 ha rehecho como 20 veces.

Aparte de Fuguet, no es tan raro lo de hacer ediciones extendidas y distintas. El español Javier Sierra lo ha hecho, Rodrigo Fresán con Historia argentina y Vida de santos. Stephen King lo hizo con La danza de la muerte reeditada y ampliada en 1500 páginas extras con el nombre de Apocalipsis. De hecho, es cosa de revisar los poemas de Parra y comparar las primeras versiones con la edición definitiva de Galaxia Gutenberg para descubrir que ahí también hay un director’s cut.

Logia, que vendió más de 20 mil copias en Chile, fue uno de los fenómenos literarios del 2014. ¿A qué crees que se debe tu buena sintonía con los lectores?

—Varias cosas. Una de las que aprendí en mi paso como editor, es que en Chile hay una tremenda masa de lectores de novela y thriller histórico que quizás esperaba una versión local de su género predilecto, que no es lo mismo que una copia, porque las copias no funcionan. Solo piensa en el destino de las versiones chilenas de Crepúsculo y 50 sombras de Grey, nadie se acuerda de ellas. Logia no es una copia ni una versión, es una novela de género que usa de eje de misterio la historia de Chile, punto. Creo que eso es una cosa, lo otro es el boca a boca. El libro gustó y es recomendado, regalado y comentado y en ese sentido tiene vida propia fuera del autor. Una de las cosas que me pasó con Logia es que me mandó abajo hartas ideas preconcebidas que tenía. De partida la influencia de las redes sociales me parece que no es tanta como creía. Hice un ejercicio y Logia la ha comprado más gente que no me conoce ni por facebook ni por twitter, que de hecho no tiene idea quien soy yo. Es más, hoy tengo más lectores en papel que seguidores en twitter, lo que es bien anacrónico ante ese discurso de que hay que ser alguien en las redes sociales para meter un producto exitoso. Imagino que también ha ayudado la buena campaña que ha hecho la editorial y que yo me he movido harto girando en librerías y regiones, presentando el libro.

 

EVK, que incluye los dos primeros capítulos de La catedral antártica, anunciado por Planeta para 2016, sigue los pasos de un grupo de personas que en los años 40 compraba tractores de la marca Lanz, provenientes de Alemania, que se creía que en sus placas ocultaban oro nazi.

Así se cruzan el destino final de Hitler y mitos como La ciudad de los Césares y la Isla Friendship.

—¿Cómo llegas a este tesoro nazi oculto en tractores en el sur chileno?

—Me lo contó mi papá, que trabaja en asuntos agrícolas. Fue un mito urbano (o rural) bastante extendido en el sur, entre 2001 y 2006. Gringos que buscaban tractores alemanes para un museo agrícola, pero solo de determinado número de serie, de ahí la idea de que era el oro perdido de Hitler. Un amigo investigó el caso para la revista Muy Interesante, que entonces yo dirigía, y levantó algo de polvareda. Hasta TVN hizo un reportaje, creo que para Informe Especial. De ahí salió la excusa argumental para la novela, que se mezcló con otros hitos de la conspiranoia nazi patagónica, como la Isla Friendship, la Nueva Suabia Antártica y la búsqueda real por parte de la SS de la Ciudad de los Césares en 1938.

—Leí que te parecen aburridas las clases de historia de Chile. ¿Son muy fomes los héroes chilenos?

—Todo lo contrario, nuestros héroes y personajes históricos son dignos de Juego de tronos (Los Carrera, O’Higgins), parecen superhéroes (Galvarino, Lautaro, Manuel Rodríguez), villanos góticos (Corregidor Zañartu, La Quintrala) o personajes de Ian Fleming (Prat espiritista y espía antes de ser marino). Mi tema es que la historia de Chile es enseñada en la escuela de un modo fome, sin sacarle provecho al lado pop y centrado en saberse fechas exactas. ¡A quién chucha le importan las fechas, es el drama, los personajes lo que hace que nos enamoremos de la historia!

—¿Publicar novelas como Logia y EVK puede ser, de alguna manera, saldar cuentas con lo anterior?

—Sí, pero con un pasado narrativo perdido chileno. Hay una tradición local de novelas freak históricas que se esfumó. He contabilizado al menos cuarenta novelas acerca de ciudades perdidas y búsquedas de tesoros imposibles, editadas entre 1899 y 1972 en nuestro país, algunas a cargo de escritores bien reputados como Alberto Edwards, Manuel Roja o Luis Thayer Ojeda. De hecho, la segunda novela chilena tras Martín Rivas es un “thriller de misterio” aparecido en 1899, llamado El subterráneo de los Jesuitas, de Ramón Pacheco. Y dos años después, en 1901, aparece un texto anónimo llamado La misteriosa Logia de Lautaro, que a la distancia se lee como un thriller con todos los ingredientes del tema. Y ahí está, en los 50, Pacha Pulai, que empieza con persecuciones en Nueva York, le lleva romances imposibles, desapariciones, aviones y civilizaciones perdidas, es un Indiana Jones, pero nadie te lo vende así, la chapa de clásico juvenil arruina todo.

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Best seller

Si bien la literatura comercial y popular ha existido desde siempre, la que conocemos hoy, influenciada por los superventas El código Da Vinci y 50 sombras de Grey, cumple con ciertos ingredientes que podrían configurar una fórmula: capítulos cortos, personajes memorables, mucho diálogo y estructura de thriller de suspenso.

Son libros diseñados para los pasillos del supermercado y aeropuertos, y no para las librerías. Algunos forman parte de exitosas sagas y otros siguieron cosechando público gracias a adaptaciones para otros soportes (Juego de tronos, Trilogía Millennium, Los juegos del hambre).

Ortega, que también es autor de las novelas gráficas 1899 y Mocha Dick, lo sabe. Tanto Logia como EVK, dos libros cocinados con esos ingredientes, son parte de un proyecto más grande: la llamada Trilogía de los Césares.

—¿Estás construyendo un «universo Francisco Ortega»?

—Sí, hace rato. Quiero ser Marvel.

—¿Qué valor narrativo tiene para ti un best seller?

—El mismo que una mal llamada novela de autor. Lograr encantar lectores es tan válido como cambiar lo que entendemos por narrativa o asumir riesgos estilísticos. Son opciones. Dickens y hasta Tolstoi eran bestselleristas de su época, sé que decirlo ya es lugar común, pero es verdad. Best seller no es un género, es una cualidad dada por las ventas y creo que más que preocuparse de si las novelas venden y juzgarlas por ello hay que preocuparse de que sean novelas buenas. Hay buenos y malos best seller, como también hay buenos y malos libros literarios.

logia—¿Puede cocinarse un éxito de ventas y lectores? ¿Existe la fórmula del best seller?

—No. Hay una idea de que con las palabras misterio, enigma, catedral e iglesia católica basta para cocinar un best seller. Si con eso le añades personajes atractivos y capítulos cortos, terminados en cliffhanger (efecto para mantener en vilo al lector) estás listo. Pero con eso no basta, necesitas un conflicto y un problema atractivo para enganchar a los lectores y eso no se da siempre. Logia por ejemplo, apareció diez años después de la explosión mediática de este género con El Código da Vinci y podría haberse hundido en el anonimato como tantas otras novelas que siguieron ese esquema, pero no pasó eso, porque el planteo fue diferente. La novela es local y al mismo tiempo global, te identifica con nuestra historia y nuestra ciudad.

—¿Puede abrirse paso la novela histórica chilena cuando hay tanta influencia extranjera y figuras como Dan Brown o Ken Follett?

—Claro que puede y creo que Logia es prueba de ello. De hecho ha vendido más que la última de Follet en nuestro país, es un hecho comprobable.

—¿Quiénes son tus maestros literarios?

—Themo Lobos, Julio Verne, Charles Dickens, José Donoso, Stephen King, J.G. Ballard, Philip K. Dick, Michael Moorcook, Herman Melville, Alan Moore, Neil Gaiman, Mary Shelley, Truman Capote, Lovecraft.

—Es difícil encontrar estructuras narrativas fuera de serie o temas distintos de los habituales. ¿Estás de acuerdo? ¿Está agotada la literatura?

—No, todo lo contrario. Solo hay que escarbar un poco y atreverse a cocinar charquicán con lo local y lo global. Hay historias en cada edificio y en cada persona, hay que ser vampiro.

—¿Cuál es el misterio local que más te interesa?

—Los viajes a la Patagonia de Jeremiah Reynolds, el mismo gringo que contó lo de Mocha Dick y que inspiró a Melville en Moby Dick. Reynolds viaja a la Antártica, sobrevive a un motín y es encontrado delirando y cuidado por un grupo de tehuelches hablando de demonios y seres antárticos, mismos que inspiraron a Poe para Gordon Pym, a Verne para La esfinge de los hielos y a Lovecraft para En las montañas de la locura.

—Un paso lógico de las novelas best seller es dar el salto a la pantalla grande. ¿Te gustaría ver alguno de tus libros en el cine? ¿A qué director pondrías a cargo?

Mocha Dick o El Horror de Berkoff en cine, 1899 en animación y Logia en serie de TV. Director no he pensado, solo que Berkoff me gustaría dirigirla yo. Protagonistas… creo que en lo local Francisco Melo sería un gran Elías Miele (el protagonista de Logia) y que Carola Varleta o Juanita Ringeling lograrían unas perfectas Princess Valiant (la inquietante ayudante de Miele), con escenas de sexo sadomaso incluidas. En todo caso ya hay conversaciones respecto de Logia, pero no adelantaré nada.

—¿Y qué puedes adelantar de La catedral antártica, la última parte de la Trilogía de los Césares?

—Aparece Prat de una forma muy distinta a como lo conocemos. Se revela que el Combate naval de Iquique fue una tapadera y que el capitán sobrevivió. Y bueno, juega con el mito conspiranoico del plan Andinia, que hay detrás de esa idea de una nueva Israel en la Patagonia chilena-argentina. Regresan personajes de Logia, se cierran los arcos de EVK y Logia, y empieza, cronológicamente, dos horas después del punto final de Logia.

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El verbo Kaifman
Francisco Ortega
Planeta, 2014
518 p. — Ref. $14.500

Francisco Ortega: «Quiero ser Marvel»

Sobre el autor:

Alejandro Jofré (@rebobinars) es periodista y editor de paniko.cl.

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