Francisco Victoria: “No soy fan de las consagraciones”

por · Abril de 2022

Hace algunos años conocí a Francisco Victoria en un cumpleaños al que me colé. Luego conversé algunas veces con él porque era vecino de mi hermana. Entonces le propuse que hiciéramos esta entrevista cuando publicara su nuevo disco. Salió a mediados de febrero, y nos juntamos a conversar en un café muy ruidoso. Herida será lanzado este domingo 10 de abril en Matucana 100.

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Felipe Cussen: ¿Y estuviste todo el día con entrevistas?

Francisco Victoria: Sí, esta semana me tocaba hacer unas con México.

¿Por Zoom?

Sí, por Zoom. 

Debes estar chato…

No, hay que hacerlo. Pero prefiero que sea personal.

¿Y qué te han preguntado más sobre el lanzamiento del disco? ¿Se repiten preguntas? 

Sí, se repite harto cómo ha sido el proceso, qué show tengo preparado para Lollapalooza…

Ah, de veras, no tenía pensado preguntarte, ¡se me había olvidado que vas a tocar ahí!

Y de mi colaboración con la Fran Valenzuela…

(Desde otra mesa se escucha: “mi familia es una cosa media rara…”)

Bueno, justo lo primero que te quería preguntar es sobre la relación entre el primer y el segundo disco. Es obvio que siempre hay continuidades y rupturas, pero quizás hay muchos detalles que un auditor normal no distinga. Si uno los ve de lejos ambos son de un género similar, tienen un sonido similar, no es que hiciste antes un disco con guitarra de palo y ahora un disco punk. Pero ¿cuáles son los elementos que quizá fueron diferentes, no del resultado, sino del proceso?

Yo creo que lo principal en el proceso fue definir cuál era mi búsqueda, algo que en el primer disco no lo tenía tan claro, solo sabía que quería hacer un disco. Y para este creo que tampoco lo tenía claro, pero fue tomando forma en el camino. Hubo varias crisis, varios puntos de quiebre, pero creo que lo principal fue tener más claro por qué estaba haciendo las canciones, empezar a tener una noción de por qué estaba haciendo música en vez de solo hacerlo. 

En el primer disco había varios ejercicios de estilo, ejercicios líricos, ejercicios de mucho tipo en gran parte mediados por la producción de Alex. En este segundo disco estaba solo contemplando y esperando a ver qué es lo que sucedía en mi vida, en vez de forzarlo. Había encontrado recientemente mucha estabilidad y felicidad en lo emocional, en lo romántico, supongo, y la primera crisis que tuve fue: ¿de qué qué voy a escribir si es que no me enamoro? Es como una adolescencia creativa, como que tuviera forzarme a sufrir por amor para poder escribir, y no quería dejarme llevar por eso, porque no quería sabotear mi vida. Entonces quería saber hasta dónde podía llegar contemplando lo que sucedía y haciéndome cargo de eso, y al mismo tiempo intentando ser feliz… 

Eso era algo que no estaba en mis planes en el primer disco, yo tenía la idea de que nunca iba a ser feliz, que siempre iba a estar atormentado. Pero ahora sentí que mi vida no era tan importante, de pronto dejó de importarme tanto porque estaba feliz. Entonces yo creo que el segundo disco se trataba de tomar posturas y definir cuáles eran las cosas que me importaban y por qué estaba haciendo música. 

Para el primer disco no sabía lo que estaba haciendo, sabía que tenía que hacer entrevistas, sabía que tenía que ir a programas, exponerme y tocar en ciertas partes. Ahora ya no toco casi nada, no hago tantas entrevistas como tampoco hice tantas canciones en el disco. Traté de tomarme todo el tiempo del mundo, casi cuatro años.

Claro, porque alguien que está haciendo una carrera a full debe sacar discos cada dos años, o menos… 

Me enfermó un poco la cosa. Me metí harto en producir singles para otros artistas, algunos más pop, otros menos, y me volví muy consciente de la vorágine que significa que todos los viernes debe haber un lanzamiento. Entonces el trabajo se volvió una cosa muy fordista, incluso, que me parecía interesante hasta cierto punto pero me llevó a querer estar lo más lejos posible de ese mecanismo con mi obra personal. 

Eso le quita presión a tu propio trabajo.

Creo que este es un disco hecho sin presiones. El desafío vino como consecuencia de que necesitaba buscar una perspectiva de vida que me funcionara respecto al arte y necesitaba nutrirme, estudiar. Necesitaba hacer muchas cosas antes de sacar de nuevo un trabajo de larga duración. Creo que esa fue la gran diferencia.

(“No me pidieron azúcar o endulzante, se lo tomaron así no más”, nos dice el garzón)

He conversado de esto con amigos artistas y músicos; muchas veces uno necesita dedicarle mucha cabeza a diseñar las condiciones de trabajo, tanto temporales como espaciales, desde armar un estudio a conseguir una pega que te permita sostenerte. Y es bonito cómo esas condiciones, o la manera en que la resuelves, determinan mucho de lo que sale después. Cuando dices que querías estudiar, ¿qué cosas fueron las que aprendiste en estos cuatro años? 

Yo creo que muchas cosas. Primero en lo personal y en lo sicológico, por supuesto, y el resto cosas técnicas: cómo grabar, cómo mezclar, cómo definir la sonoridad de un disco. Hace un tiempo conversaba con un productor amigo, que me dijo que le encantó el disco, que le encantaron las canciones, pero que le cargó como suena, porque los bombos no tenían mucho punch, no tenía demasiado bajo, no tenía agudos tan penetrantes.

Es cierto, no sé si esté equivocado pero a mí me pareció que es un disco de sonido más clásico, más ochentoso que 2020…

Sí, yo ya estaba enfermo de cómo sonaba todo, me canso, no escucho mucha música pop en general, no me gusta cómo suenan las voces, cómo suenan las gargantas. Y quizás fuera lógico que tenía que hacerlo así, pero me preguntaba: ¿por qué estoy ocupando ciertos dispositivos? ¿es solo porque sé hacerlo? No. 

Este disco fue mucho de aprender a conceptualizar y traspasar ese concepto al sonido. Y lo crucial también era entender cómo quería que se sintiera de aquí al futuro. ¿Cómo suenan los discos que a mí más me gusta escuchar y a los que vuelvo siempre? Son discos de los 60, o discos chilenos de los 2010, discos que son más opacos, que no tienen muchos subs y las voces no suenan tan arriba. O también discos modernos que proponen otras cosas; Robyn, por ejemplo, me encanta. Entonces pensaba cómo amalgamar todo esto, cómo aunar todas mis referencias de los 90 y los 2000, incluso el 2000 más duro, Supernova, todo lo de Max Martin, Britney, o The Cardigans, o Cocteau Twins y esas texturas más etéreas, pero pasadas por mi composición. ¿Cómo iba a sonar eso? Yo creo que ese fue el mayor desafío, el mayor aprendizaje. 

Muchas veces hay que llevar la contra a un estándar. Tampoco estoy diciendo que mi disco sea mejor, pero siento que toma un camino paralelo que para mí es una inversión a futuro, porque yo no quiero, y no creo, que me vaya a cansar de escucharlo. Y quería mucho que eso sucediera, porque escuchar tantos graves, escuchar tanto brillito, es súper agotador y yo quiero que el disco se escuche ochenta mil millones de veces en loop, quiero poder escucharlo todavía en ese mood. Y lo trabajamos de una manera muy emocional con los mixers del disco, que te haga sentir cosas pero no a costa de “ear candies” solamente.

¿Y eso implica que el rango dinámico sea más contenido?

No, el disco tiene harto rango dinámico, pero no que llegue todo a tope, sino que lo chiquitito se pueda escuchar chiquitito. Me interesaba que con el mastering no quedara reventado; no quiero competir en volumen con otras cosas, no me interesa.

El disco para mí es como un ejercicio de anacronismo importante, también, que lo tienen pinturas que me gustan, que lo tiene otra música que me gusta, que lo tienen películas que me gustan. Y de pronto hoy, 2022, veo en el cine que volvemos a correcciones de color, a mezclas de sonido que no son como el Dolby super-no-se-qué, y eso me parece muy placentero. O sea, ver The Witch, o las películas de Lanthimos, no es lo mismo que ver una cosa de Marvel, y me gusta esa sensación de que parece retro pero a la vez no es retro.

Luego te quiero comentar algunas canciones en particular, aunque no me sé los nombres de ninguna (sí las puedo tararear!). Pero sobre el disco en general, me llamó la atención que las canciones son muy contenidas, apretadas, todas duran en torno a los tres minutos. Luego de las cinco primeras que son bien rápidas vienen un par más lentas, donde todo se retrae un poco y luego retoma hacia el final. En esas primeras cinco me pareció que, a diferencia del disco anterior, hay más sintes, y las guitarras están más en segundo plano. No sé si hay muchos instrumentos grabados, pero no me pareció un disco sobreadornado o saturado. Y quería preguntarte cómo se dieron esas decisiones sonoras que me contabas, expresadas en un determinado arco (creo que ese arco es muy definido, y que no tiene mucho sentido escuchar las canciones aleatoriamente). Por ejemplo lo que ocurre con esa canción con piano…

“Yo creí que eras mi amiga”.

Claro, también me imaginaba que podría haber sido con guitarra, más sintes, pero optaste por esto, y quizás eso fue parte de las decisiones.

No, fue así nomás, esa canción se compuso en una hora en piano y fue como: eso es. Porque quería hacer una canción como Burt Bacharach. Las tensiones, cómo resuelve el coro, son muy de ese estilo.

Sí.

Las canciones fueron quedando en el disco en la medida en que todas dialogan entre sí. Desde un principio yo tenía más o menos claro en qué parte iba a haber ciertos hitos, como que “Tírame al fondo del mar” iba a estar más o menos al medio, la del principio al final cambió, pero solo porque conectaba de cierta manera con la última. Es como que parte en una meseta y termina en una meseta, con un epílogo muy extraño.

No he hecho el ejercicio de escucharlo encadenado, para ver cómo se relacionan la última con la primera… pero sí, me pasó que al final me quedaba con la sensación de que faltaba una canción.

A mí me gusta esa sensación, y me gusta hacer ese tipo de término también en las canciones. Me gusta mucho ese gusto a poco.

Bueno, la primera canción termina cuando está comenzando un solo.

Sí, eso se lo copié a Fleetwood Mac, en “The chain”, me gusta mucho ese de recurso del solo de guitarra que se va, porque es muy anticlimático.

Y pensaba que en vivo podría tener más espacio; sería difícil hacer fade out, a menos que el ingeniero lo haga…

Jaja, qué horror, y bajando las luces y que baje el telón… Sí, pensé harto en esa curva, lo pensé con mi novio, de hecho, estuvimos dándole varias vueltas en un viaje a la playa. En el disco anterior él me ayudó a definir cuál iba a ser el título, en un viaje en bus del litoral para acá, y ahora, en un viaje hacia el litoral vimos el orden de las canciones. 

Fue muy bonito, porque siempre están en tránsito esas decisiones, se estaban moviendo las canciones, e igual el disco para mí no es la definición ulterior de ninguna cosa, porque algo va a venir después, se siente eso también, y me gusta mucho esa sensación. No soy fan de las consagraciones. Me gustan las definiciones, pero puedo cambiar de opinión mañana. 

Para este disco me pasaba eso. Y la curva se dio naturalmente, quería mucho partir “in media res”, que luego las letras, con sus recovecos, fueran definiendo para dónde iba la cosa en las primeras canciones, y que no tiene nada que ver con el amor romántico, sino con la definición, con tomar postura. Está el poema de Nami Nagakura, luego la colaboración con Francisca Valenzuela, que aporta una luminosidad muy bonita, porque sin esa colaboración el disco se hubiese vuelto muy denso de ahí en adelante, muy difícil de sobrellevar. Luego viene “Mi corazón me dice la verdad”, que es una referencia a Toto, a Seal, a Janet Jackson, y que fue como una premonición de algo que me iba a suceder después en la vida (siempre me pasan esas cosas). Y ahí de lleno a la canción más rápida del disco, “Perder la vida”, que es medio Charly García, medio Supertramp, que es durísima, y tiene una letra que derechamente no tiene nada que ver con el amor: habla sobre el arte, sobre mi trabajo, sobre conflictos de clase, también, pero muy directamente; tanto, que a veces ni siquiera se puede ver de qué se trata la canción, es muy raro. 

Necesitaba dejar todo eso muy denso, muy arriba, para entrar en la parte romántica, que parte con “Tírame al fondo del mar”, que es como una balada bailable, y luego cae rotundamente en la balada, pero que conecta directamente con el piano, con los arreglos de cuerda, que están inspirados en Ravel, igual que en “Tírame al fondo del mar” (también hay un sample de Ravel en “Yo creí que eras mi amiga”). Y después eso se acentúa emocionalmente en “Maletas del viaje”, que fue la primera canción que hice del disco.

Eso te iba a comentar, yo encontré que “Maletas del viaje” era más Burt Bacharach incluso. Estuve todo el día pegado con la melodía del inicio, me sonaba como que fuera un trombón, o un órgano o incluso una guitarra con muchos efectos…

Al principio es una guitarra, bien procesada. Esa canción me daba un poco de vergüenza, porque la melodía es tan simple… y vi un video de Burt Bacharach en Instagram donde decía algo como “no tengas miedo de las ideas más tontas que se te ocurran, porque son las más lindas, a veces”. Y me recordaba a “Close to you”, muy cinematográfica esa cadencia, y me preguntaba dónde podría caber, luego de unas canciones tan oscuras, tan bailables, pero tenía que venir exactamente después de la balada con piano.

Te saca un poco del drama…

Sí, y “Herida” termina de sacarte a flote pero aún así en una meseta, como todavía estar pendiendo de un hilo. Tiene esta apertura, esta cosa como muy esperanzadora, pero la letra al mismo tiempo está abriendo de nuevo la puerta a que esto puede volver a suceder nuevamente. Confié mucho en esa curva natural de las cosas, y más tarde me di cuenta que los títulos de las canciones estaban dialogando entre sí, como que se armaba un mini poema.

¿Y con quiénes más colaboraste en este disco?

Hubo tres ingenieros implicados, está Carlos Barros, Chalo González y Carlos Reyes. Las cuerdas las grabó una sesionista que se llama Daniela Rivera, ella hizo todos los violines y las violas del disco. Los cellos los grabó Lisa Yihwan Lim, ella vive en Corea del Sur, en Seúl. Marcelo Wilson fue tecladista en dos canciones, y con él hicimos todos los arreglos de cuerdas.

Me gustaron mucho esos arreglos, no sé cómo decirlo bien, son como ondulantes.

Sí, es que la referencia siempre era Ravel, y Jean-Claude Vannier, el arreglista de Serge Gainsbourg en “Ballade de Melody Nelson”. Todo muy francés, muy laxo, estas tensiones que traspasan acordes. Pero al mismo tiempo había un ánimo medio sueco, como en ABBA, que cuando cantan hay melodías principales que se juntan con la voz y luego resuelven de otra manera. Teníamos esas tres directrices, que necesitábamos que fueran lo más atemporales posibles.

A mí el arreglista que me fascina es Kelley Polar, que trabaja con Metro Area.

Claro, y que trabajó con Alex y con la Javiera.

Sí. Pero es bien distinto, mucho más protagonista, diametralmente opuesto.

Yo soy muy fan del impresionismo, el postrromanticismo, Mahler también. El arreglista es experto en Ravel, entonces tuvimos varias sesiones solo de hablar, para ver cómo lo resolvíamos. Para nosotros era muy importante que se justificaran los arreglos, en particular el de “Yo creí que eras mi amiga”.

Es bonito que el arreglo lleve a la canción para otro lado, le quita algo de la carga de drama, no es tan terrible. Me gusta cuando la música le contesta a la letra.

También está Raúl Abarca, que tocó guitarra acústica y eléctrica, los solos. Hablamos harto también, un trabajo de años. Y programación y batería toqué yo.

(Se oye un fuerte golpe en la mesa de al lado)

Me decías respecto de la cuarta canción que habías tenido una experiencia muy heavy.

¿“Perder la vida”? Sí, es una canción muy violenta, creo que la hice en noviembre de 2019. Iba a la Plaza Dignidad, balazos iban, balazos venían, y mis sentimientos estaban muy permeados por esa sensación de violencia. Todo lo que dice la canción es que quiero vengarme, que esto es injusto y no me lo merezco. Y me gusta esa perspectiva, igual; el disco ya no es solo “oh, pobrecito yo”, es mucho más de pararse y hacer algo al respecto, las definiciones. Me gustan las definiciones.

Respecto de esa canción, y más en contexto general, después del estallido varios artistas del pop chileno produjeron música en direcciones muy distintas: Alex Anwandter sacó ese single “Paco vampiro”, pero Javiera Mena ha hecho música súper bailable y decía que era su manera de responder también a eso. Algunos han sido más explícitos, a otros no les afectó directamente su creación, u otros ni se enteran… Obviamente a todos nos cambió mucho la vida en general, pero ¿cómo te situaste dentro de esto? Tú estabas componiendo dentro de un ámbito que no es el de la canción comprometida con guitarra, donde quizás eso tiene un lenguaje ya definido, más directo.

Estuve bien tentado de hacer algo, más directamente contingente socio-cultural-políticamente. Pero no me siento la voz de nadie, no me gusta decirle qué hacer a la gente.

Eso no está muy de moda últimamente: ¡todos dicen qué hacer!

Sí, a mí me agota un montón, porque tampoco me gusta que me digan qué hacer. Por un lado, creo que toda la violencia y el panorama político y social permeó las canciones de una manera que yo no esperaba, con esta frontalidad de las letras bien desprovistas de adorno. Mi trabajo no estaba en “voy a hacer que esto suene más lindo” (que me pasó harto con el primer disco), sino en preguntarme derechamente ¿cómo lo diría Juan Gabriel?, ¿cómo lo diría la Violeta? (obviamente con todo el respeto, sin ánimo de compararme), y tratar de encontrarme a mí en este lenguaje. 

Y al mismo tiempo me pasó, para el estallido, que mi procedencia, mi contexto cultural, donde nací, donde estudié, en un pueblo pequeño, es muy promedio chileno, familia de profe, nunca hubo plata, solo hubo deuda, no mucha salud mental… De pronto sentí que todo me estaba obligando a sentirme más indignado de lo que realmente estaba, y me empecé a cuestionar mucho, entre el desclasamiento y el resentimiento dónde estoy yo. 

Todavía me cuesta definirlo porque es súper heavy: siempre otras personas se han puesto a decir lo que yo siento, o lo que yo sentí, o lo que yo debería sentir, lo que yo debería hablar, y me empecé a cuestionar y como que me fui a la cresta, porque me preguntaba qué tan desconectado estoy de lo indignado que tengo que estar, por qué no estoy tan indignado. Y más tarde comprendí que cuando uno no tiene tanto privilegio, por no decir muy poco, y eres un pendejo fleto con poca plata en un pueblo, lo único que quieres es superar esa adversidad, y vas construyendo tu vida a pesar de eso. Cuando lo haces, entiendes que tienes que transar con ciertas cosas, porque si no, no puedes vivir, y vas adaptándote a las violencias, a las injusticias. 

Y de pronto viene el estallido y empiezas a ubicarte en este mapa de nuevo: qué tanto estoy siendo oprimido y qué tanto estoy reprimiendo, qué tan amarillo estoy, qué tan radical estoy. Y todavía me cuesta mucho entender por qué ciertas cosas me molestan, por qué ciertas cosas no me molestan, qué tanto transo con el capitalismo, qué tanto no. Nunca termino de estar de acuerdo conmigo mismo, todo se vuelve más relativo, excepto, por supuesto, la injusticia. Pero es duro, igual.

(“¿Te puedo pedir un americano?”)

Siento harta simpatía por lo que dices porque una de las cosas que más me cargaron del estallido fue que surgieron muchos “líderes naturales”, y mucho elitismo y aprovechamiento dentro de eso. Y lo otro, también, fue una pérdida del humor, la ironía, la ambigüedad. Es cierto: el 19 de octubre no era un día para ponerse a bromear, pero después igual hay que preguntarse qué espacio hay dentro de todo esto, o también, como dices tú, qué pasa cuando uno no tiene tan claras las cosas, que es algo valorable, porque significa que las estás pensando. 

Claro. Ahora, de que yo salía a la calle todos los días, salía a las calle todos los días, pero no estaba intentando apernarme en cada show que se hizo. Siempre me parece cuestionable cuánto hay de ego en la manifestación artística dentro de la manifestación popular y de masas, y qué tanto hay de voluntad de ayudar. Probablemente sea una mezcla, pero qué tanto estamos conscientes del ego que existe, que media en esas decisiones, qué tanto quieres servirle a esa revolución. 

Y esa tensión me imagino que tiene que ver, además, con algo que decías antes, de que ahora estás trabajando mucho como productor, en vez de estar construyendo tu “carrera”. ¿Cómo ves la relación entre esto de dejar el ego más de lado, dejar tu figura atrás, con ir ampliando tu faceta musical a través del trabajo con otros?

Yo creo que tiene todo que ver, se definen harto entre sí. El día que salió mi disco me dio una angustia incalculable, insoportable. Me preguntaba: ¿por qué me siento tan mal, si trabajé tanto tiempo para sacarlo afuera?. Y yo creo que el disco es tan, tan personal, tan directo, que me dio pánico. ¿Qué acabo de hacer? Muchas veces soy muy categórico, pero me equivoco, y pensaba que quizás todo lo que dije en este disco es muy tonto. Me sentí muy vulnerable, muy expuesto, porque no es un disco para pegarle el palo al gato, no es un disco para ser famoso, es un disco para sacármelo de adentro. Y ahora es de todo el mundo.

¿Y te pasó lo mismo con el primer disco?

No. Estaba súper emocionado por saber qué pasaba. Ahora, me sigue atacando un poco lo de publicar, porque me gusta mucho estar escondido atrás, y al mismo tiempo siempre uno tiene miedo de no ser suficiente algo, que no eres suficientemente fleto para la comunidad, ni suficientemente político para hablar de política, ni lo suficientemente viejo para hablar de cosas tan fuertes. Insisto en eso, me carga que me digan cómo tengo que hacer las cosas, a veces me han criticado porque no soy tan gay para las cosas que canto, pero chucha, todos sabemos lo que pasa si eres más gay… No es que yo me esté censurando, pero la censura de la industria, la censura de la prensa es real. 

Hoy en día solo se permiten ciertos modelos de ser gay o lesbiana.

Obvio. Si eres Irina la loca te mandan a la cresta. Tienes que ser un poco hegemónico, y hablar de corrido. Igual estamos super atrás, no hay formas disidentes de existir que estén al frente o al centro. Yo no me siento ni el más disidente, ni el más queer, ni el más nada. No sé, solo tengo preguntas.

(Alguien nos interrumpe y le respondo que estamos ocupados: “Estamos trabajando”).

Para terminar: ¿qué cosas quedaron fuera de este disco? ¿O qué hubieras querido hacer y no pudiste, pero quizás que puedas retomar después?

Las canciones derechamente contestatarias quedaron fuera, y otras cosas más románticas, también, o más ochenteras, que no me cuadraban por ningún lado. También algunas más folk, de hecho tengo hartas ganas de explorar por ahí. Te comentaba que estoy grabando ahora a artistas con guitarra acústica, y piano de verdad, sin cuadrar, sin click, y me encanta. Me gusta pensar en esa organicidad y ver hasta dónde se puede llegar. 

¡Se viene el unplugged!

Ja ja, claro. Quién sabe qué pueda suceder con eso. Igual estoy dejando de hacer canciones, quiero parar un rato, pero por ahí va. Me acabo de sacar encima lo más personal que pude haber hecho con mi relación con el pop. Quizás vaya a hacer algo menos pop, no lo sé. 

Francisco Victoria: “No soy fan de las consagraciones”

Sobre el autor:

Felipe Cussen (@felipecussen) es investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la USACH y co-autor de Mil versos chilenos y Opinología, entre otras publicaciones.

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