Pese a todo lo conseguido, Sampaoli no ha sabido ni renovar al grupo en nombres ni renovarse a sí mismo en la propuesta. Aunque intenta sorprender y variar, la única fórmula que le termina por servir es el 4-3-1-2, siempre con Vargas y Alexis adelante.
Todo resultó incómodo: desde la críptica ceremonia inaugural y el silencio bibliotecario de los hinchas, hasta el ambivalente rendimiento de Valdivia y el inexistente penal que le hicieron a Vidal. Después de un mes de intenso agobio publicitario, donde todo era gloria, pasión y corazón, comenzó la Copa América con un partido que no estuvo a la altura de esa euforia marketera. La decepción era justificada: el que cumplió con lo que le exigían —endeudarse con el plasma, cambiar la parrilla y organizar un asado— no se encontró con la épica que esos comerciales desataban.
La incomodidad también se percibía en la cancha. Sampaoli dispuso una formación que se apreciaba molesta para los jugadores: Vidal chocaba permanentemente con Valdivia. Díaz y Aránguiz se estorbaban y Alexis no sabía si esperar o ir a buscar. Muchos acusaron a Beausejour de ser el peor en la cancha, pero es difícil destacar cuando apenas se toca la pelota. Era un dibujo (3-4-2-1) que parecía diseñado para desarrollarse por las bandas, pero terminó dependiendo de las decisiones de Valdivia, anoche lento de pies y también de cabeza. El Mago tuvo apenas un 73% de eficacia en los pases, fallando en varias de esas filtraciones que acostumbra a acertar. Con Sánchez solo arriba, la famosa presión alta pocas veces tuvo efecto, y los contraataques se deformaron en pelotazos tan largos como inútiles.
El experimento de Sampaoli estuvo lejos de funcionar. Por momentos Chile defendía con cinco, a pesar de que el volumen ecuatoriano jamás mereció tantas precauciones. Nunca, en el primer tiempo, el entrenador atinó a reubicar a Beausejour de extremo ni de adelantar a Aránguiz, atediado en esta posición más defensiva. El equipo mantenía la posesión, pero desde que el Inter de Mourinho (24%) derrotó al Barça de Guardiola (76%) eso no significa absolutamente nada.
«Después de cien mil entrenamientos secretos, Chile crea peligro con la fórmula Isla-Sánchez, vigente desde la Sub 20 de Sulantay», tuiteó el periodista Alejandro Cisternas. Suena feo criticar a Sampaoli después de todo lo conseguido, pero el casildense oriundo de Casilda no ha sabido ni renovar al grupo en nombres ni renovarse a sí mismo en la propuesta. Los nombres son los mismos desde que debutó en la Selección hace poco más de dos años, y aunque intenta sorprender y variar, la única fórmula que le termina por servir es el 4-3-1-2, siempre con Vargas y Alexis adelante.
Siempre hay un grado de culpabilidad al celebrar el cobro de un penal inexistente, y la misma sensación se sintió minutos después, cuando tras unos minutos tensos y silentes —las voces de los jugadores se escuchaban desde la galería— y un cabezazo de Valencia que devolvió el travesaño, vino la gran jugada de Sánchez y la buena definición de Edu. La culpa de hacer el mejor gol en el peor momento.
El triunfo en el primer partido de una Copa América no significa nada. Hace cuatro años, el campeón Uruguay recién ganó en la tercera fecha y a una selección sub23. En este equipo, que basa sus convicciones en el estilo de juego y no en la obtención de resultados, son los medios quienes justifican el fin. Brasil y Argentina pueden llegar a la final jugando mal. A la Roja le alcanza apenas para vencer a Ecuador.
«Chile gana y lo demás no importa», empezaba la crónica de La Tercera, anulándose a sí misma. En el fútbol, como en cualquier otra actividad humana, lo demás es justamente lo que interesa, y si recordaremos algo de este partido no será el resultado ni los tres puntos, sino el desabrido empeño de un plantel que puede y debe más.