La serie de Netflix está basada en la carrera de magnate de Sophia Amoruso, que comenzó vendiendo un libro robado en Internet.
Esta historia de Netflix fue tomada “de la vida real”. La verdadera Sophia Amoruso comenzó su carrera de magnate de Internet vendiendo un libro robado para luego, como ocurre en la serie, vender ropa Vintage en línea.
Su marca Nasty Gal la hizo millonaria a los 27. De hecho, las andanzas del inicio de su carrera es lo que se ve en la primera temporada de la serie.
Así pasan las cosas en el país de las oportunidades, aunque podría apostar un brazo a que la verdadera historia es mucho más entretenida que la que nos cuentan. Es que Girlboss es una mala serie, pero no aburrida, ya que como en muchas cosas de la vida lo que la salva es su música. Tiene un soundtrack (disponible en Spotify) que cualquiera querría para armar una fiesta, una buena fiesta, de esas que uno se va borracho a las 5 de la mañana o de plano no se va.
Mientras la protagonista, Britt Robertson (El espacio entre nosotros, Tomorrowland), corre por las calles de San Francisco se puede escuchar de fondo a la chiquillas de Le Tigre cantando “Deceptacon” y eso hace que toda la escena mejore, porque trata pero no puede ser creíble ni puede ser del todo cómica. Simplemente no funciona, pero ahí va otra escena con Kaiser Chiefs y “I predict a riot” de fondo, mientras Sophia ve su computador y efectivamente hay un gran cagazo.
“Rebel girl” de Bikini kill pone la nota feminista cuando el personaje trata de hacerse respetar ante un tipo y, se agradece el intento, pero la verdad es que tampoco es una producción que ayude a empoderar a la mujer, como uno podría esperar por su título, o que ponga los temas de igualdad de género sobre la mesa.
Al contrario, la relación con su mejor amiga es tan estereotipada, tan neuróticamente “mina”, que da rabia. Igual bailan juntas “Get it poppin’” de Fat Joe, y es cool y te dan ganas de moverte y olvidarte del sexismo de la letra: “I got the unlimited American Express card/ Momma you can get whatever you like”.
Cuando las cosas no van resultando, el pop de Katy Tiz con “Whistle” la anima, al igual que la inspira “Dreams” en la versión de Passion Pit, sin los agudos de Dolores, pero igual de buena. Al pensar en un nombre para su tienda, “Nasty gal” de Betty Davis aparece por arte de magia y cuando necesita ánimo qué mejor que la melodía potente de “I’ll come crashing” de A Giant Dog.
Así y todo hay episodios que son inbancables. El 10, por ejemplo, “Foro de Moda Vintage”, es ridículamente malo. De hecho, es un misterio cómo la verdadera Amoruso, quien es directora ejecutiva de la serie junto a Charlize Theron, pudo permitir tamaño bodrio de 30 minutos y los errores de continuidad que atraviesan la serie.
Así las cosas, Girlboss no es una serie para ver, sino que para escuchar. La música te toma de la mano y logras terminar los 13 capítulos de la primera temporada. No hay otra manera, ya que, parafraseando a Nietzsche, sin música esta serie sería un error.