El punk quedó enterrado cuando demolieron esos galpones oxidados y llenos de jeringas usadas y esta es una resaca del concierto de Green Day. Ahora convertidos en el circo itinerante del domador Billie Joe Armstrong. En un espectáculo hecho para escuchar los temas mejor rankeados de Green Day, cantar y emocionarse con la banda y […]
El punk quedó enterrado cuando demolieron esos galpones oxidados y llenos de jeringas usadas y esta es una resaca del concierto de Green Day. Ahora convertidos en el circo itinerante del domador Billie Joe Armstrong. En un espectáculo hecho para escuchar los temas mejor rankeados de Green Day, cantar y emocionarse con la banda y hasta tocar con ellos. Lo que musicalmente son tres o cuatro moldes de canciones que se van repitiendo durante toda la discografía/noche (las intros rítmicas que explotan en distorsión, tipo Longview o She; los lentos con sentimientos y guitarras de palo: Good riddance o Wake me up when septiembre ends; los discursos súper políticamente correctos y a la vez rupturistas con crispy de punk-pop-californiano: Minority, American idiot. Y el resto). Pero eso da lo mismo. Hace rato que ni Billie Joe Armstrong ni Mike Dirnt le van a Pete Townshend, ni Rob Cavallo les escribe una buena rola. Y este show prende otro switch.
Cuando Attaque 77 cierra con No me arrepiento pasan unos minutos antes de que un conejo rosado con dos chelas se asoma a bailar por el escenario. Es el guiño para estar atento. Porque al rato se apagan las luces, suenan los petardos y Green Day aparece como en el clip de American idiot. El mismo donde se pusieron a la altura de los raperos y el pop autotune de MTV y se pararon los pelos, se ajustaron las camisas y se delinearon los ojos. Y también presentaron en sociedad al guitarrista Jason White, que en vivo comanda las cuerdas con una Gibson Les Paul.
Billie Joe Armstrong pone sesenta caras por minuto y se mueve con la soltura de Scott Weiland al frente de Velvet Revolver en el Nacional o la agilidad de Chester Bennington en Maquinaria. Maneja los tiempos, le responde a tu voz interior a cada rato. Saluda, grita “Santiago”, “Eeeooo”, canta, tira besos, imposta gritos, canta en el suelo, salta encima de los retornos, levanta el puño, se da un pico con una groupie y quedamos cortos. Y puede ser chovinista (en Perú montó una llama; en Brasil improvisó una canción que llamó “Río” de un disco ficticio titulado “Río” tocado en el momento por “Green Río”; en Argentina dijo que el show estuvo mejor que en Brasil y en Chile lo mismo), latero, adulador o prendido. Tú eliges.
Pero Green Day, aparte, comparte.
Da lo mismo si están pauteados o no los adolescentes y niños que suben a cantar o a besarlos y hasta a tocar con la misma banda, como en Longview. Fueron un punto alto para todos los otros fanáticos que se les apretó la guata mirando desde abajo. Un muy buen truco (¿sofista!) para bajar la edad de los seguidores. Ítem más que superado anoche- Green Day Rock Band, MTV y Simpsons Movie mediante-, con varios menores de 12 años ¡cantando todas las canciones del grupo! Y mejor condimento aún para un concierto pasado de revoluciones, pasado de canciones (son más de las que uno puede aguantar, al menos de ellos) y tan entretenido como “buena onda” y carismático, quizás comparable a lo que hizo Kiss en esas formas el año pasado.
Otros highlights de la noche: El cara pálida de Billie Joe Armstrong. Jason Freese en el saxo disfrazado como Elvis, “que está vivo y vive en Santiago”. Billie Joe Armstrong disparando poleras con una bazuca. El español de Tré Cool. Todos los resfríos para esta semana por cortesía de la manguera. Y para el fan duro: tocaron Dominated Love Slave, de cuando Tré Cool le aserruchó el piso a Al Sobrante en la era Kerplunk (92).
* Mega-galería de fotos por cortesía de Cristalenvivo.