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por · Enero de 2015

La primera novela de Constanza Ternicier, Hamaca, es la búsqueda de una pre-adolescente por espantar sus propios fantasmas: el recuerdo y la determinación de una madre que abandonó su familia.

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Amparo observa a su padre cabizbajo en el comedor de diario. Tiene doce años y un cuadro a medio pintar: entiende que desde que su madre los abandonó a ambos la enorme casa que comparten junto a la cordillera será testigo de incómodos y largos silencios. Bernardo, el padre, se distrae completando puzles que compra por Amazon mientras pierde su vitalidad encerrado, monosilábico, distante. Amparo, la hija, está incómoda dentro de su comodidad, aunque suene a juego de palabras: hace cinco años que Consuelo —la esposa, la madre— se desplomaba y caía al suelo por motivos que no conocemos, antes de desaparecer de la vida de la hija y el padre, llevándose los recuerdos de una familia que resiente el golpe desde los escombros. Y peor, no lo supera.

Entonces la hija decide buscar a la madre para resucitar al padre.

Hamaca, la primera novela de Constanza Ternicier, compuesta de veinticuatro capítulos y una banda sonora recomendada, es la búsqueda de motivos, de la resolución de una pre-adolescente por espantar sus propios fantasmas: el recuerdo y la determinación de la madre. Alguna vez Enrique Lihn definió la infancia como un tiempo «al servicio de los fantasmas», un espacio por donde la memoria se pasea voluntariosa, inventando y acomodando los recuerdos y sus personajes. Mientras asistimos a esa determinación, acompañamos solapadamente los cambios de la hija: su cosmovisión infantil apoyada por un narrador inocente y desfachatado («La Rosario, mi vecina, dice que el olor a semen se siente hasta su casa. Yo no sé, nunca he probado el semen. De todas maneras, si es que tiene sabor a queso camembert no tengo problema con tragarme todos los que, cómo decirlo, se me vengan encima»), sus primeras elucubraciones y certezas («para conectarse con una cosa necesariamente te tienes que desconectar de otra»), las sensaciones de un viaje iniciático y una especie de evolución emocional, entre pequeñas cavilaciones, la necesidad de contención emocional, personajes improbables (un podólogo, una abuela, una amiga y su futuro amante con un arsenal versión chilena de Pánico y locura en Las Vegas) y listas de Spotify con canciones de Fernando Milagros y The Radio Dept.

De alguna forma, Amparo comienza su búsqueda pero en el camino termina fugándose hacia demasiadas partes (el alcohol, los paseos lisérgicos, las clases de natación, los secretos, los abrazos). Eso podría ser crecer: trazar un camino para mecerse en la comodidad de la hamaca, y entre medio, tomar el desvío involuntariamente.

Hamaca

Hamaca
Constanza Ternicier
Minimocomún Ediciones, 2014
232 p. — Ref. $10.000

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Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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