Californication vs. Two and a half men
Two and a half men siempre me ha parecido (¿me pareció? ¿murió ahora con el despido de Sheen?) una versión pasada por cloro, aguada, de Californication. Y Charlie Harper como un hermano chico retrasado de Hank Moody. Las semejanzas entre los dos personajes y series son claras. Eso permite resaltar con aún más facilidad las diferencias claves. Deja que tomar posición sea un decisión simple.
Una obligación casi.
Porque convengamos que las dos no te pueden gustar. Tan simple como que no puedes ser fan de Nirvana y Guns n Roses. No se puede vivir sin tomar partido. Quizá se puede. Quizá es hasta más seguro y cómodo, mirar desde la tribuna o la galucha, donde no hay patadas ni pelotazos ni codazos ni empujones. Pero ahí nunca ganas. Tampoco pierdes. Lo peor de todo: ni siquiera sudas.
Cartas sobre la mesa, reconozco que he visto muchisimos capítulos de TAAHM, que me parece divertido a ratos, sobre todo el pendejo Jake que ahora ya no es pendejo. O lo sigue siendo pero en versión gigante y obesa. Punto que no es sopresivo porque todos los tipos de la serie lo son, pendejos, digo. No va por ahí el tema. Two and a half funciona, y claramente funciona muy bien, dentro de su marco.
Lo que me irrita las pelotas peor que vestirse sin haberse secado las ídem corretamente es otra cosa. Lo que me perturba es que Charlie Sheen se haya rayado tanto que haya decidido saltar del set de la serie hacia la vida real– o digital, tengo mis sospechas respecto de dónde está la línea divisora- y ahora su vida de estrella en plena crisis de la mediana edad: jalero, putero, curado, con más plata de la que podrá farrearse en 3 vidas, sea una especie de directors cut mutado con tras bambalinas de la serie y que eso sea un maldito hit y que él tipo sea considerado un ídolo. Un maestro.
Porque es una farsa: el tipo, la serie, el personaje y el actor, venden una pomada no sólo falsa sino peligrosa. Omiten el lado oscuro. Suman y siguen pero la raya para la suma, el resultado, no se muestra jamás. Para quien ha tenido camiones, eso resulta una estafa. El lado con olor a mierda, es igual de importante y necesario que el con olor a rosas.
Y eso es lo que en Californication está presente en todo minuto. El karma que vuelve a morderle el culo a Hank. La culpa, las consecuencias, la caña moral, el bajón existencial después de darle días enteros a los saques, el copete, las minas, y a todo lo que el maravilloso mundo de la evasión tiene para ofrecer, existen. La diferencia está en que si bien, tanto Hank como Charlie buscan evadirse, para Moody está más tremendamente claro que uno puede hacerle bicicletas a todo el mundo, menos a uno mismo. De uno, se puede correr y rápido, se sabe, pero jamás esconderse.
Ahí es cuando la ficción se acerca a la vida y por ahí creo yo que es que la conección se da. Por eso Hank es tanto más creíble y querible que Sheen. Y eso que David Duchonvy también se mandó su charliesheeneada cuando lo pillaron gorreando a la señora y se declaró víctima de adicción al sexo y entró a rehabilitación. Se le arrancó el personaje a la calle pero se la sacó mucho más cool que dando jugo en un webshow patético, ¿si o no?
Hoy Californication está al aire en su cuarta temporada. Y si, Hank Moody no para de gozar, pero también se detiene a tomar aire, a mirar para atrás y cachar que de quien no para de arrancar está ahí mismo, hirviendo dentro y manifestándose en transpiración helada. Que las consecuencias existen. Charlie en cambio sigue creyéndose Usain Bolt. Puro winning. Si, claro.
Ahí la diferencia, los dos juegan rudo, rudísimo. Pero el que sabe y acepta las reglas sin chistar- Hank- se maneja en otras ligas, en las reales. Lo otro es simplemente hacer trampa, ser un pendejo de mierda, o peor, un viejo ridículo.