Algunas ideas para pensar el Plebiscito de salida chileno.
Vivimos en tiempos complejos. Probablemente, muchas generaciones tuvieron que soportar a los profetas de la obviedad repetir esta desafortunada frase introductoria. Pero ¿qué tal sí ahora realmente es el momento en el que nuestras frágiles capacidades físicas, cognitivas y emocionales se enfrentan a la mayor carga de complejidad -y su sombra, la incertidumbre- en la historia?
El objetivo de este artículo no será el de confirmar o desmentir esta hipótesis. Entreteniendo la idea de que fuese cierta, se analizará qué consecuencias tiene esta exacerbada complejidad e incertidumbre en la forma en la que se debate respecto al tema más trascendental en la política chilena en cuatro décadas: la nueva propuesta de texto constitucional.
Para enfrentarnos al profundo pozo de la complejidad sin caer en la trampa de la confusión y del nihilismo tendremos que simplificarla. Dado que no podemos manipularla, lo que controlaremos será la perspectiva del observador. Para esto ensayaremos dos heurísticas con las cuales poder masticar pedacitos de complejidad, describir a qué sabe y quizás con suerte, digerirlos y nutrirnos de ellos.
Primera heurística: sistema 1 y sistema 2, los hijos literarios de Daniel Kanheman, psicólogo que ganó el premio Nobel por sus contribuciones al campo de la psicología del comportamiento. Estos personajes protagonizan su obra Pensar rápido, pensar despacio (2011) y nos permiten acceder a la explicación de cómo funciona nuestra mente al decidir. Por una parte, se presentan procesos cognitivos impulsivos, débiles en cuanto a su precisión y eficacia racional pero altamente eficientes para simplificarnos la vida (sistema 1). Y luego, procesos más incómodos, que conllevan una alta carga cognitiva, que conducen a una mayor precisión y eficacia racional (sistema 2).
En este libro, queda de manifiesto la gran influencia de la emocionalidad en el pensamiento de las personas y en las decisiones que surgen de él. Divergiendo del status quo de la economía enfocada en un sujeto predecible por su infalible racionalidad, Kanheman plantea que muchos comportamientos considerados racionales, tales como intentar predecir fluctuaciones en el mercado financiero para “ganarle” no son sino irracionalidades aceptadas por el sistema 1, que realmente no pasarían una prueba más severa bajo el dominio del sistema 2.
En muy resumidas cuentas, lo que Kanheman termina proponiendo es que en general las personas vamos por la vida evitando grandes pérdidas. ¿Qué se considera una pérdida? Por supuesto, depende de la posición relativa de quien deba tomar la decisión. Más allá de que la pérdida pequeña de uno pueda ser una pequeña pérdida para el otro, Kanheman plantea que el dolor de perder es significativamente mayor al beneficio psicológico de ganar.
Esta primera heurística puede permitirnos mirar al debate respecto al proceso constituyente en medios de comunicación y redes sociales. Y entender desde una perspectiva psicológica los argumentos a favor del rechazo. Si aprobar o rechazar una nueva constitución fuera equivalente a apostar lo que se tiene a cambio de la probabilidad de perderlo por completo o quizás ganar algo nuevo y más conveniente, el sector del rechazo se decanta de manera clara por evitar la pérdida.
Esta primera heurística también nos permite suponer que una de las formas en las que la posición del apruebo debiera buscar fortalecer su posición sería comunicando con excepcional simpleza y precisión de qué manera la aprobación del nuevo texto constitucional no arriesga a pérdidas. Por supuesto, la gran complejidad de esta tarea es la de considerar las distintas posicionalidades de los votantes. No todos sentirán que ganan ni que pierden lo mismo con la nueva constitución.
Segunda heurística: Tony el Gordo y Nero Tulip salen a cenar en Nueva York, regalándonos magistrales demostraciones de actitudes fundamentalmente distintas respecto a la incertidumbre a la que nos exponemos. A través de estos dos personajes, Nassim Taleb plantea en Antifrágil (2012) la idea de que frente a la imposibilidad de predecir en qué momentos seremos golpeados por eventos de un impacto disruptivo masivo -que llama Cisnes Negros- hay que buscar volvernos antifrágiles al caos.
En simple, frágil es aquello que sale perjudicado por el caos. Lo robusto es aquello capaz de resistirlo. Y lo antifrágil es aquello capaz de beneficiarse del desorden. Así mismo, lo frágil y lo antifrágil sufren los efectos del estrés de un evento del tipo Cisne Negro de manera no lineal. Es decir, a más exposición al evento, mayor costo (efecto cóncavo) o beneficio (efecto convexo).
Consciente de los sesgos hacia la pérdida planteados por Kanheman y también alimentado por un profundo trabajo de investigación y exploración intelectual en la estadística, Taleb plantea que ante la absoluta imposibilidad de predecir el momento en el que una crisis masiva (¿una pandemia? ¿Una guerra global? ¿Una crisis de estanflación?) los gobiernos, las empresas, las personas debían buscar formas de maximizar la probabilidad de no perder demasiado y de eventualmente beneficiarse ante la llegada de una crisis así.
Usemos esta segunda heurística para mirar el proceso constituyente en Chile. Octubre 2019. El país entero se sorprende frente a una escalada de intensa protesta social que termina con millones de personas en las calles en cientos de ciudades. Insospechado. Cisne negro. Big Bang. No lo vimos venir. Usted ponga el nombre que quiera.
¿Quién se benefició de este caos y desorden? Enorme e insospechadamente quizás, la idea de crear una nueva constitución. La búsqueda de una nueva constitución, que desde el movimiento “Marca tu voto” en 2014 contaba con relativa visibilidad, fue antifrágil al estallido social. Por el contrario, la clase política fue frágil al estallido social. En tanto, los medios de comunicación supieron adaptarse y volver a encontrar un lugar, haciendo de la protesta un espectáculo. Medios de comunicación, fueron robustos al estallido social.
Sin embargo, en una muestra del estado de volatilidad del escenario sociopolítico en Chile, un año después de recibir un 80 por ciento de aprobación, la idea antifrágil al estallido social de Octubre 2019 parece volverse frágil a su propio proceso de creación y a los efectos que éste generó en el ámbito social y político. ¿Consecuencia? Una caída notoria en los sondeos de prácticamente todas las encuestadoras de opinión política en Chile a la intención de aprobar el nuevo texto constitucional.
¿Qué pasó con la antifragilidad de la idea de una nueva constitución? ¿Dónde se fue? Siguiendo a Taleb, es plausible pensar que se haya evaporado en la decisión de -usando términos coloquiales- poner todos los huevos en la misma canasta. Es decir, apostar al juego de todo o nada, sin usar a favor la opcionalidad.
La opcionalidad, plantea Taleb, es aumentar la probabilidad de robarle una rebanada más grande a la incertidumbre. La premisa es sencilla: se gana y se pierde y es imposible predecir cuándo. Por lo tanto, hay que diversificar. No poner todas las fichas en una sola jugada, sino priorizar hacer varias jugadas más chicas para que al perder no duela tanto y que al ganar surja un efecto insospechadamente conveniente.
Una forma de transferir este principio al del proceso constituyente sería preguntarse si escribir una nueva constitución votando una sola vez por el texto completo es la mejor forma de sacar partido de la opcionalidad, ante la incertidumbre asociada a todo proceso plebiscitario. Por ejemplo, el analista Mirko Macari planteó en uno de los capítulos del podcast La Cosa Nostra, del que solía ser parte, el escenario de un proceso constitucional en el que los electores pudieran votar en reiteradas ocasiones por segmentos o partes específicas de la constitución, en vez de una sola vez por todo el texto.
¿Podría una modalidad de creación y votación de un nuevo texto constituyente basada en la opcionalidad permitir contar con un texto constituyente más legítimo y cohesionador? Tal como en la hipótesis inicial de este artículo, está totalmente fuera del alcance de esta columna descubrirlo. Sin embargo, mirando a la valoración que ciertos asuntos tales como el derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, o a pensiones dignas han sabido mantener en el tiempo, vale la pena preguntarse qué pasaría de existir la posibilidad de asegurar algunos triunfos más o menos predecibles antes de poner más fichas en apuestas de resultado incierto.
Estas dos heurísticas sin duda carecen de la densidad política propia del análisis profesional que pueden ofrecer los especialistas en derecho, ciencia política o en constitucionalismo. Pero conectan con la complejidad y la incertidumbre en la que nos toca vivir en el inicio de esta tercera década del siglo 21. ¿Harán sentido para explicar algo posterior al 4 de septiembre? Solo el tiempo y el caos lo dirán.