Hugh Laurie: let them clap

por · Junio de 2012

Un falso cojo y su banda convierten el Arena en un pequeño New Orleans.

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Anoche Santiago no era Santiago, sino una versión del Seattle de The Killing. Lluvioso, encerrado, oscuro. Hasta con crímenes similares. Seattle será Santiago, pero un cojo falso y su banda, mientras tratan de romper con el fantasma de un doctor adicto, convierten el espacio en un mini New Orleans.

// Reseña: Mariano Tacchi • Fotos: Carla Mc-Kay.

Antes que nada, hay que decir algo: más de alguna vez se ha escuchado decir que el público chileno es malo, es fome, es poco arriesgado. Y hay harto de cierto en eso. La mayoría se limita a gritar y aplaudir. Para Hugh Laurie (1959), lo primero es digno de burla, lo segundo, un halago. Pero es verdad, somos un público desatinado. Lo que sigue lo digo corriendo el riesgo de sonar como un viejo de mierda: está bien sacar una foto, dos fotos, ya, bien. Pero ¿llenar de flasheos un concierto de blues? Innecesario. Hasta de mal gusto. Habían estas niñas que no se contentaban con sacarse autofotos, también gritaban como si se tratase de la estrella pop de turno. Como dije, todo esto a riesgo de sonar como viejo de mierda.

Sin embargo, ahí está el falso cojinova parado en el escenario, fingiendo que hace de House mientras el actor del doblaje que tiene la versión de TVN pasaditas las 12 de la noche le pone diálogos.

¿Será realmente bueno? ¿Se desprende realmente del rol de doctor mala onda? Es difícil decirlo si uno se queda con el chiste de entrada, la referencia obligatoria a la serie que lo hizo famoso. Después de eso, adiós, doctor Gregory House, bienvenido al músico que por una noche nos lleva al New Orleans de Treme.

El chiste funciona, la gente se ríe, pero está demás. El problema es que chistes del tipo “cameo”, como este, atraen al público equivocado. Y ahí se levantan los fans. No faltó el avispado que llevó el bastón o la tontorroncita que saltara al escenario a darle el peluche. Cabritos, se equivocaron de hombre. Laurie se encargó de hacerles el desaire a cada uno de ellos agarrándolos para el hueveo o presentándose, para que no lo confundieran con su personaje.

Laurie presentó su propuesta mega hypeada: Let them talk (2011), un disco con varios covers de blues. Si ha escuchado el disco sabe que es de alta calidad, no es perfecto, pero es bueno. Es memorable.

Tal como y la serie, Laurie es una estrella. Se hace el gracioso sin verse tonto, se luce sin ser ridículo y –ojo con esto– enseña, aunque no se plantee como un profesor. El asunto es raro, un inglés dedicándose a un sonido mayormente negro y de la parte sur de Estados Unidos es más que llamativo. Si no cacha nada de blues, imagínese que es pura melancolía, tristeza, todo musicalizado de tal manera que no se note. Una falsa alegría. Y Laurie, junto a su banda, la transmite. Y si se deja la cámara al lado un rato y se controla el twitteo rápido, se siente el peso de la música. Y en ese momento da lo mismo todo, porque Laurie se come al público y los hace aplaudir. “Son los mejores aplaudiendo”, dice el actor de Stuart Little. Y es cierto, en eso somos campeones: aplaudimos coordinadamente, como si nos entrenaran para eso, para condecorar con las palmas los triunfos ajenos y las penas. Eso es el blues, al fin y al cabo.

Laurie dispara el disco completo, con un pequeño receso para remojar la garganta con whisky. Todo pensado, todo ideado para sacar ovación. Canción tras canción, repite el mismo efecto. Pasa St. James infimary, You don’t know my mind, Baby, Please make a change y el resultado es siempre el mismo: más y más celebración, como si fuese –y es probable que lo sea– la primera vez que alguien convierte el blues en algo popular. Hughlicious (como le gritó una mina) la consigue. Entre el público, una señora acota “pero si son las mismas canciones que toca al final de los capítulos”. Si, puede ser, House tenía harto de eso. Pero esto no es House, es Laurie, y esa mujer después aplaudiría cada una de las canciones. Eso nos puede hacer pensar otra cosa: la necesidad de una iglesia con un buen coro gospel en Chile. Y después de todo, no es mala idea. Mientras que afuera llueve, los aplausos se fusionan con la tormenta. Laurie, en un escenario que es réplica de uno más pequeño, recrea su visión británica de New Orleans. Purista, simple, algo dura, y dejen que el público lo aplauda.

Hugh Laurie: let them clap

Sobre el autor:

Mariano Tacchi (@playeroycasual)

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