Jurassic World: la segunda parte que nunca llegó

por · Junio de 2015

A veintidós años de la primera Jurassic Park, como en el sueño del abuelo John Hammond, un nuevo parque de atracciones está clonando dinosaurios en la isla Nublar y recibiendo a miles de visitantes.

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jurassic world

Vista en perspectiva, The Lost World, la segunda Jurassic Park, no es una mala película. Tiene buenos momentos y secuencias de acción bastante dignas de admirar, más allá de algunos personajes insoportables. Cuatro años más tarde, Jurassic Park III fue tan corta como repetitiva y las novedades de su trama fueron casi nulas. Entonces apareció el temor de cuántas veces los humanos podrían encontrar motivos para volver a visitar la isla o clonar dinosaurios, pese a las lecciones de dos películas completas.

Esta semana, veintidós años después de Jurassic Park, Jurassic World —la cuarta entrega de la saga— propone una nueva historia de dinosaurios fabricados por humanos en laboratorios. La historia muestra a Claire (Bryce Dallas Howard), una colorina como las de nuestros mejores sueños eróticos, a cargo de un renovado parque en el que se ha controlado todo lo que antes no. Hay atracciones tipo Sea World (que algunos vieron en vivo y otros en Cachureos, preguntándose por qué un muñeco llamado “Epidemia” podía nadar con ballenas mientras nosotros debíamos aplaudirlo por tv), con dinosaurios pacíficos que se dejan montar por bebés, herbívoros junto a los que se puede pasear casi de la mano, y también de los malos. Entre ellos, el personaje antagonista mejor delineado de la cinta: el “Indominus Rex”, una cruza de laboratorio entre T-Rex y ya-descubrirán-qué-más.

En una visita al parque, la colorina se compromete a cuidar a sus sobrinos, mientras su hermana intenta divorciarse de su marido. Los niños son recibidos por su tía, quien los deja a cargo de una asistente hecha para caer mal. Y lo de siempre: el Indominus, que lleva ese nombre gracias a una marca, así como el estadio “Emirates” del Arsenal o el “Movistar Arena” del Parque O’Higgins, se sale de control. Y comienza la acción. Ahí entra el personaje de Chris Pratt, una mezcla de lo mejor de los científicos de 1993, que sale a rescatar a los sobrinos perdidos en el parque, tiene tensión sexual con la pelirroja y sabe amaestrar velociraptors (su principal virtud y defecto en la trama).

Los personajes no son muy queribles, ni están bien desarrollados, lo que no quiere decir que por momentos no hagan reír o emocionen. Además, la historia incluye giros que alcanzan para no sentirse estafado o viendo una película de Michael Bay, aunque tiene múltiples debilidades que están bien maquilladas con lo mejor de todas las Jurassic Park: la acción bien dosificada.

Jurassic World, a diferencia de las secuelas anteriores, es una película entretenida, con personajes menos entrañables y conflictos simplones, secuencias de acción muy efectivas y guiños que si bien redundan en lo obvio igual emocionan. Cada personaje de la película es un mix de algo que vimos en la original y lejos de parecer eso poco original, gusta, emociona y funciona para la gente que no es fanática.

¿Es esta la continuación de The Lost World y JS III? La respuesta es no. Jurassic World ocupa el lugar de la secuela de Jurassic Park que siempre esperamos, con mucho humor, efectos especiales extraordinarios (que se disfrutan mucho más en IMAX 3D, altamente recomendado), y la cuota justa entre ritmo, guiños emocionantes y una trama que puede parecer insuficiente o hasta secundaria. En eso comparte defectos con sus hermanas TLW y JP III, pero a diferencia de ellas, JW tiene más de la mística original, como eso de poner en el futuro del planeta a la naturaleza y no al ser humano. Mucho menos impresionante que en la primera, pero mucho mejor que en todo lo que vino luego de ese bello momento de 1993, cuando nuestros pequeños ojos se dejaron impresionar por tal obra maestra.

Ahora, ¿salen dinosaurios conocidos en esta película? Sí y es un gran momento cuando aparecen. ¿Y vale la pena ir a verla? Sí: primero, es una pequeña reconciliación y alimenta la esperanza entre tanto bodrio protagonizado por ex luchadores, modelos esculturales a punta de bisturí y falsos retornos de obras cúlmines. Y luego, no es predecible el final. Suficiente para que suenen tímidos aplausos luego de dos horas de metraje, veintidós años después de la primera maravilla del matrimonio entre los animatronics y el mundo digital.

Sobre el autor:

Gabriel Labraña (@galabra) es editor y conductor de #MouseLT en La Tercera.

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