Un teatro y dos actantes ven difuminarse los límites de la entrada y la salida al texto en ensayo, para dar pie a una intensa y farsesca guerra de los sexos donde el ego masculino queda reducido a cenizas. Todo el universo de Polanski está presente aquí: relaciones humanas crueles, perversas y masoquistas.
Thomas (Mathieu Amalric) está a punto de retirarse decepcionado del teatro donde realiza el casting para encontrar a la protagonista de su adaptación de La Venus de las pieles. Basada en la mítica novela erótica de Von Sacher-Masoch, la neurosis y abatimiento de Thomas dan paso en cuestión de minutos a la extrañeza y el deslumbramiento cuando entra a la sala Vanda —una impactante Emmanuelle Seigner—. Vanda es un arma de destrucción masiva compuesta de ingenio, sensualidad y vulgaridad en dosis (des)equilibradas, que logra en una mínima fracción de tiempo lo que parecía ser un fracaso sonado: posesionarse de manera arrebatadora como la protagonista del texto. Desde ese momento, Vanda y Thomas quedan sometidos de forma implícita a una cita que ya se quisieran los usuarios de Tinder, una reunión que está lejos de ser predecible o rutinaria y donde se explora con patetismo y dominación todo lo que absorbimos en nuestros púberes inicios sobre el amor, los afectos y la sexualidad.
Esta es una pieza de cámara desarrollada con la destreza e inteligencia propia de alguien que ya viene de vuelta en su propia filmografía, sin auto plagiarse. Hay humor, negrísimo y malvado. Tensión sexual en todos los bordes de la sala y una coronación final a modo de manifiesto de cómo visualiza el director las relaciones afectivas (así, menos demoledora que en ese clásico de su autoría titulado Perversa luna de hiel).
Roman Polanski no es un amargado ni un nihilista, tal vez sí en una justa y sana medida; sino que es un observador sensitivo que comprende que en todo vínculo entre humanos, siempre habrá un inherente deseo por poseer, manipular y controlar a quienes nos rodean. ¿La cara más oscura del afecto? No, pero sí la más honesta e imperfecta.
Polanski mediante su corpus vitae, que se volvió una sola e indisoluble unidad, sabe bien del holocausto, del diablo, de asesinos sectarios, de pactos contrahechos y traumas psicosexuales. Hablar de amor entonces no es más que revisitar todos esos inmensos temas y armar su propia edición de Grandes éxitos concentrados en La Venus de las pieles. Un ejemplar de calidad, democrático y puesto a libre disposición de las masas.