Más que una novela sobre decisiones, Mala madre, el segundo título de la escritora chilena María Paz Rodríguez, trata de una historia sobre las ramificaciones de la culpa.
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Hace cuatro años, la escritora chilena María Paz Rodriguez publicó su primera novela: El Gran Hotel (Cuarto Propio). Se trataba de una historia contenida y fragmentada que apostaba por la brevedad y el buen manejo de revelaciones y silencios. Una mujer, con muchos dolores y duelos a cuestas, se encerrraba en un hotel a repasar su vida. Hoy, Rodriguez lanza su segunda novela, Mala Madre (Alfaguara), y la estrategia es completamente diferente. En sus más de 250 páginas, la narradora explora con detalle y paciencia infinita cada uno de los recovecos de la historia de María Claro y aquellos que la rodearon, en una narración que va de Madrid a Santiago, Temuco, Londres y Iowa.
María Claro es una artista radicada en Estados Unidos que saltó a la fama— y se consiguió una discípula ferviente, Tiny— al montar una instalación llamada “Mala Madre/ The Bad Mother”, una pieza en la cual el espectador se asomaba a distintas escenas a través de unas extrañas mirillas. Pero un día la discípula se va a trabajar en un proyecto en otra ciudad y una nieta de un pasado borroso llega hasta su puerta. Con eso, la estabilidad anclada en la rutina de la artista comienza a desarmarse y solo queda volver a asomarse —a través de cartas, de reflexiones sobre el arte, de recuerdos dolorosos— a las mirillas del pasado con su madre, la Mamalinda (y la narradora se pregunta: «¿qué hacen las niñitas bien cuando sus mamás no las quieren?»), su infancia concentrada en un viaje en un «barco que parecía un abrazo» y las heridas que sus tías viejas («una vida de mujeres demasiado solas»), su ex marido y sus malas decisiones le produjeron.
Aunque más que una novela sobre decisiones, se trata de una historia sobre las ramificaciones de la culpa: esas que se estiran en el tiempo, que se dejan traslucir en los gestos, que se enroscan en las palabras tensas de un correo electrónico o una carta que al final no se envía. Una historia también que centra su atención en los personajes femeninos, otorgando una fuerza arrolladora a la necesidad (la desesperación por la pulsión) de cambiar, de transformarse.
Hay una ambición inmensa en la propuesta de esta novela —que se arriesga con discusiones sobre el arte y paseos por distintos episodios de la historia universal y nacional—, pero también una extraña belleza. Una novela que, en sus mejores momentos, recuerda con sus personajes a los de José Donoso —con sus tías eternas, con sus fiestas ya cayendo en decadencia— y a Rodrigo Fresán en su forma de acercarse a la memoria personal a través de la mediación e imaginación de películas y canciones.
Una novela compleja y llena de alturas por las que vibra esa electricidad que, como bien sabe la protagonista, puede a la vez iluminar y quitar la vida.
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Mala madre
María Paz Rodríguez
Alfaguara, 2015
254 p. — Ref. $12.000