La más grande (y jodida) aventura periodística en la historia del periodismo

por · Mayo de 2015

Consciente y a punto de ser consumido por su propio mito, en 1974 Hunter S. Thompson fue enviado a cubrir la pelea entre Muhammad Ali y el invicto George Foreman para Rolling Stone.

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Es 1974 y Hunter S. Thompson ya ha publicado Hell’s Angels: The Strange and Terrible Saga of the Outlaw Motorcycle Gangs (1967), Fear and Loathing in Las Vegas (1971) y Fear and Loathing on the Campaign Trail ’72 (1973). También, innumerables artículos entre los que se cuentan los relevantes “Freak Power in the Rockies (The Battle of Aspen)”, “Strange Rumblings in Aztlan” y “The Kentucky Derby is Decadent and Depraved”. O sea, los textos más trascendentes de su producción periodística. Ya existe también el periodismo gonzo, su álter ego Raoul Duke y las ilustraciones de Ralph Steadman. Si antes Thompson buscaba escribir —como tantos otros— la gran novela americana, ahora se conforma con ser una estrella de rock. Consciente y a punto de ser consumido por su propio mito.

«Yo solía pararme atrás y observar las historias. Absorberlas. Ahora, en cuanto aparezco en una, me vuelvo parte de ella. La primera vez que fui a una conferencia de prensa con Jimmy Carter tuve que firmar más autógrafos que él y el servicio secreto no tenía idea quién era yo. Creían que era un astronauta», se lamentaba Thompson en un entrevista recogida por el documental Gonzo: The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson (2008).

A Jann Wenner, fundador y editor de la revista Rolling Stone, se le hacía cada vez más difícil dar con historias a la altura del talento de Thompson. Por lo mismo, el evento deportivo que se produciría ese 25 de septiembre de 1974 llamado «The Rumble in the Jungle» parecía una misión natural para el periodista: Muhammad Ali retaría por el campeonato mundial de los pesos pesados al invicto George Foreman en Kinshasa, Zaire —actual República Democrática del Congo—, en un combate patrocinado por el dictador Mobutu Sese Seko.

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Nazis en la selva

Hunter S. Thompson tenía una debilidad por Muhammad Ali. Era su ídolo máximo. Ambos nacieron en Louisville, Kentucky. Solía repetir que estaban ligados sanguíneamente. Muy pocos le creían. Lo cierto es que Thompson tenía demasiadas razones para admirar a Ali. En 1967, el nacido como Cassius Clay se negó a alistarse al ejército de Estados Unidos en plena guerra de Vietnam —«nadie del Viet Cong me ha llamado negro»— por lo que le quitaron el título y fue suspendido por tres años y medio del boxeo.

El combate en Kinshasa era la oportunidad de Ali para recuperar su antiguo trono. Aunque muy pocos creían que podría derrotar a George Foreman. Después de su regreso al ring en 1970, se decía que Ali había perdido parte de su agilidad y efectividad. Por el contrario, Foreman era temido por la potencia de sus golpes y venía de destruir —y ridiculizar— a dos boxeadores con los que Ali había perdido últimamente: Joe Frazier y Ken Norton.

«Dios, yo creo que Ali estaba asustado. Desde un principio estaba asustado. Sabía que se iba a asustar más a medida que se acercaba el combate. Gracias a su ego seguía auto convenciéndose de que iba a noquear a Foreman, que le ganaría, que le bailaría, que le dejaría en ridículo, que demostraría ser un boxeador superior, que Foreman no le pondría un guante encima», recuerda el escritor Norman Mailer en el documental When We Were Kings (1996).

«The Rumble in the Jungle», le pelea, había nacido de las gestiones del promotor Don King quien, al no poder obtener los 5 millones de dólares que pedían Ali y Foreman, salió a buscar un patrocinador fuera de Estados Unidos.

Consciente de la publicidad que traería el evento para su país, el dictador zaireño Mobutu Sese Seko pagó por el evento.

La pelea quedó programada inicialmente para el 25 de septiembre de 1974 y la antesala del combate sería un festival de música de tres días llamado Zaire 74’, que incluía entre sus artistas a James Brown, BB. King, The Spinners, Celia Cruz and the Fania All-Stars, Bill Withers, The Crusaders, Miriam Makeba y Manu Dibango.

Aunque el festival se realizó en la fecha convenida, la pelea se aplazó hasta el 30 de octubre, luego de que Foreman sufriera un corte en la ceja derecha en un entrenamiento con su sparring Bill McMurray. «Ahora tengo que esperar. Él conseguirá una paliza. Sólo tengo que esperar», se oye gritar a Ali en When We Were Kings, con la verborrea de siempre.

Con el retraso de la pelea, casi todos los periodistas volvieron a sus países, menos los que no tenían dinero y los más importantes como Norman Mailer y Hunter S. Thompson. Mailer, por su lado, se dedicó a preparar su impecable libro The Fight (1975). Según Mike Downey en el Chicago Tribune, que cita una conversación con el periodista George Plimpton, Thompson contrató a un guía turístico y tomó un bote por el río Congo. Le dijo al guía que necesitaba hacer lo siguiente:

1) Visitar el bosque de Ituri y comprar colmillos de elefante.

2) Conocer a un pigmeo para preguntarle si alguien de su raza había sido devorado por una cobra.

3) Probar que el criminal de guerra nazi Martin Bormann vivía en una choza en la selva.

Lo único que supuestamente logró, según el ilustrador Ralph Steadman, fue comprar colmillos de elefante. A los nativos con los que negoció les dijo que era el doctor de George Foreman… El Dr. Bormann.

A pesar de la admiración de Thompson por Ali, cada vez fue viendo la pelea con mayor pesimismo y sus ganas por presenciarla eran escasas. En Gonzo: The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson reproducen una grabación de ese 30 de octubre, el día de la pelea:

Hunter S. Thompson: ¿Estamos grabando? ¿Estamos grabando? Sí, eso parece. Estoy tirado en la cama en esta apestosa pequeña pieza, con unas malditas entradas para una pelea a la que no quiero ir. Está más allá de mi comprensión que esta pelea pueda ser buena.

Ralph Steadman: Sigue hablando… haciendo.

Hunter S. Thompson: Estoy trabajando, Ralph.

Ralph Steadman: Sé que estás trabajando. Puedo oír la rueda de tu mente moverse. Realmente deberíamos irnos.

Hunter S. Thompson: He tratado todo el día… de acostarme y escuchar música. Es lo único que quiero hacer. (Se le escucha jalando cocaína).

Los que están presentes en esa pieza del Hotel Intercontinental de Kinshasa durante la grabación son Thompson, Steadman y un traficante. Supuestamente, el autor de The Rum Diary cambió las entradas a la pelea por cocaína, según el ilustrador, y luego bajó a la piscina con un balde de hielo, una botella de Wild Turkey y cigarros.

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«Ali, boma ye!»

«Antes del combate, presencié una escena incomparable: el vestuario de Ali era como un velatorio. Era como la última cena. En un momento, Ali preguntó: ‘¿Por qué están tan tristes? ¿Qué les pasa?’. Todos creían que iba a perder y estaban aterrados. Pensaban que con su orgullo aguantaría una de las peores palizas de la historia. Que no se rendiría. Que lo iban a destruir en ese ring», recuerda Mailer en When We Were Kings.

La pelea comenzó a las cuatro de la mañana en el estadio 20 de mayo de Kinshasa —bajo las galerías había celdas con más de mil personas prisioneras del régimen, según Mailer—, para poder ser transmitida en el horario estelar de Estados Unidos. Mobutu Sese Seko no fue al combate. En el recinto sólo había una gran fotografía del dictador, que prefirió verlo en su palacio por circuito cerrado de televisión. Era el único en Zaire que lo tenía.

En la pelea, George Foreman dominó a Ali contra las cuerdas en los primeros rounds. Las sospechas parecían confirmarse: el campeón destruiría, y de paso, humillaría al retador. Pero pronto Foreman se comenzó a cansar, se volvió lento.

Mientras, Ali resistía y jugaba con su cabeza: «¿Eso es todo lo que tienes, George? Pensé que pegabas más fuerte». Las sesenta mil personas que estaban en el estadio gritaban: «Ali, boma ye!». «Ali, mátalo». Muhammad Ali ganó por nocaut al octavo round y «The Rumble in the Jungle» se convirtió en una de las peleas clásicas de todos los tiempos.

Thompson volvió a Estados Unidos y según su primera esposa, Sandra Conklin, durmió un día y medio. No entregó ningún texto a Rolling Stone. Jann Wenner pagó los elevados gastos del hotel y comenzó a referirse a la aventura de Thompson en Kinshasa como «la más grande (y jodida) aventura periodística en la historia del periodismo». No volvió a escribir nada realmente relevante después de ese fracaso. Notó que ya no era el escritor que quería ser y se deprimió. Se encerró cada vez más en su rancho Owl Farm.

Un año después, Wenner le dio otra oportunidad. Lo envió a Vietnam a cubrir el fin de la guerra. Thompson llegó cuando los otros periodistas eran evacuados. Luego se fue a Hong Kong a comprar una grabadora y se perdió la caída de Saigón. Al parecer, ya no había mucho que hacer, el vaso se había quebrado.

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La más grande (y jodida) aventura periodística en la historia del periodismo

Sobre el autor:

Javier Correa (@__javiercorrea) es periodista y coescribió «Nunca cumplimos 30. Una historia oral del Canal 2 Rock & Pop» (2018, @librosdementira).

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