Las muchas aristas de la razón

por · Mayo de 2022

En su nuevo libro el filósofo Justin Smith se refiere a la historia de la irracionalidad, y por qué siempre ha ido de la mano con la racionalidad, desde la Ilustración hasta hoy, junto con los problemas que supone para discusiones que consideran la pseudociencia lo mismo que teorías ampliamente aceptadas.

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Por Massimo Pigliucci. 
Traducción: Patricio Tapia
   

“La irracionalidad es tan potencialmente dañina como humanamente inextirpable, y los esfuerzos por erradicarla son por excelencia irracionales”, dice Justin Smith hacia el final de Irracionalidad. Una historia del lado oscuro de la razón (FCE, 2021). Difícil estar en desacuerdo. No es difícil estar en desacuerdo, por el contrario, con una serie de declaraciones específicas hechas por el autor a lo largo de este serpenteante, a ratos frustrante, pero en última instancia fascinante, libro. Me encontré haciendo decenas y decenas de anotaciones mientras lo leía, a menudo para estar en contra de algo que el autor defendía. Por otra parte, tal vez necesitaba este libro precisamente por esa razón: para agudizar mi propio pensamiento sobre la relación entre la racionalidad y la irracionalidad.

Por ejemplo, ¿es realmente el caso que el celo de Voltaire por difundir la Ilustración a la fuerza habría finalmente encontrado un descendiente en la invasión de Irak por parte de George W. Bush? ¿Y es Rousseau realmente el ancestro de las mismas fuerzas “contrahegemónicas” que dieron como resultado el Brexit y Donald Trump? Lo dudo seriamente, y es una concesión demasiado grande para Boris Johnson y Trump siquiera sugerir la posibilidad.

¿Será el caso que los lógicos quedan atrapados en sofismas “tal como” los detectives de policía que van de incógnito se apegan demasiado al mundo criminal y nunca regresan de él?

Esto es cierto: el hecho de que “la calificación de la religión como ‘irracional’ y del secularismo como ‘racional’ es un hecho contingente de nuestra sociedad y nuestra historia reciente. En otros contextos históricos les ha tocado a los no creyentes el papel de personajes delirantes, desquiciados y marginales”. Sin embargo, dicho de esa manera, la cosa huele demasiado a relativismo rancio, al cual el propio autor claramente no suscribe.

Podría continuar con decenas de otros ejemplos, pero el hecho es que el tratamiento de Smith de una variedad de temas vagamente conectados —desde los sueños hasta el arte, desde la pseudociencia hasta los chistes— logra ser una lectura irresistible. Tómese el capítulo seis, sobre la Ilustración. En estos días está de moda criticar ese período de la historia europea como una manifestación más del imperialismo occidental o, como lo hace sin descanso Steven Pinker, señalarlo como el pináculo de la civilización humana, al que deberíamos regresar, o si no… Smith logra un compromiso matizado, uno que acepta la responsabilidad de la Ilustración en la era colonial sin tirar por la ventana toda la noción de razón y, sin embargo, sin tampoco convertir a la Ilustración en otro mito cultural más.
O considérese el capítulo sobre pseudociencia, que sucede que es mi propia área de especialización académica. Smith no cree en el creacionismo, el terraplanismo o la negación de las vacunas, pero reconoce que algunas de las cosas que ahora consideramos pseudociencia, como la adivinación, alguna vez se contaron entre las ciencias y, lo que es más importante, esto fue por buenas razones, según el estándar de la época. Tales observaciones históricas, sin embargo, no lo llevan a abrazar el infame “anarquismo metodológico” de Paul Feyerabend, porque es algo elemental que simplemente no es el caso que una actitud de todo vale sea epistémicamente beneficiosa.

En estos días se habla mucho del encantador librito de Harry Frankfurt Sobre las tonterías (On Bullshit) para explicar todo tipo de creencias irracionales. Pero Smith señala de manera correcta que etiquetar cada noción anticientífica o antifáctica como “tontería” es, bueno, otro tipo de tontería. No es muy perspicaz o útil. El creacionista Ken Ham, por ejemplo, definitivamente no está diciendo tonterías. Él está diciendo lo que él piensa que es la verdad como le ha sido revelada por las Escrituras y entendida por sus filtros culturales fundamentalistas religiosos altamente sesgados.

En su lugar, reflexione sobre esto, tomado de Irracionalidad: “Es considerablemente más plausible decir que las vacunas causan autismo que afirmar que la Tierra es plana, pero ambas propuestas parecen menos motivadas por su contenido y su evidencia que por la desconfianza en la autoridad de las élites”. Smith tiene razón, por supuesto. Las raíces de muchas nociones pseudocientíficas no se encuentran en las deficiencias epistémicas de sus partidarios, o en las tonterías sostenidas por ciertas autoproclamadas autoridades alternativas, sino en una desconfianza general de lo que se percibe como autoridad de “élite” (léase: académica, educada). Si no entendemos y asimilamos esta noción, nos veremos obligados a perder innumerables horas tratando de convencer a los antivacunas por medio de hechos cuya autoridad simplemente rechazan como un axioma.

Smith no dirige sus críticas solamente a objetivos relativamente fáciles, tales como los terraplanistas y los antivacunas. También se enfrenta a íconos de la izquierda cultural. Por ejemplo, en la dura crítica (y, en mi opinión, enteramente merecida) que reserva para la noción anticientífica de Judith Butler de que la distinción entre sexo y género no se sostiene, porque ambos son enteramente construidos socialmente. Incluso etiqueta ese sinsentido como “butlerismo”, en obvia analogía con otros “ismos” de dudoso valor.

Y luego está esta joya: “Mediante la división del mundo en ‘cis’ y ‘trans’ —con todo tipo de gradaciones aceptables en la segunda categoría sobre la sola base del informe personal, mientras que la primera se toma como una propiedad esencial de las personas a las que supuestamente describe— este nuevo tipo pensamiento ha cambiado un binarismo por otro”. Sin duda. Resulta que cierto tipo de activismo social de izquierda (bien intencionado, importante) se basa en una simple incoherencia lógica.

Lea Irracionalidad lápiz en mano para hacer montones de anotaciones. Siéntase frustrado e irritado por el libro. Pero úselo para obligarse a hacer un honesto esfuerzo intelectual para explicarse por qué, exactamente, no está de acuerdo con el autor. Es más difícil de lo que se pueda creer. Y mucho más gratificante.

Artículo aparecido en The Philosopher’s Magazine 88 (2020).

Las muchas aristas de la razón

Sobre el autor:

PANIKO.cl (@paniko)

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